La prisión permanente revisable resulta ser un símil de la cadena perpetua con ciertos matices que, lejos de conseguir un sistema más equitativo en cuanto a condenas , despierta un ferviente descontento entre las masas. Esta pena fue aprobada en solitario por el Partido
Popular durante su periodo de legislatura en el año 2015 como parte de la Ley de Seguridad
Ciudadana. El condenado en estos casos entra a prisión de manera permanente a priori. No
obstante, es sometido a una serie de revisiones a los largo de los años que condicionarán su puesta o no en libertad.
El Código Penal español establece este tipo de condenas para supuestos concretos como son: el asesinato de menores de 16 años. La reiterada conducta de homicidio, el asesinato tras atentar contra la libertad sexual, la organización criminal o el asesinato del Rey de España o de un jefe de Estado.
Este tipo de condenas pueden optar a la suspensión de las mismas solo tras haber cumplido un mínimo de 25 años y en situación de tercer grado penitenciario. El penado puede además solicitar permisos de salida tras un mínimo de 8 años de prisión y de 12 en el caso de asesinatos terroristas.
A lo largo de la historia de la Humanidad se han conocido crímenes atroces que dejan entrever que el ser humano no tiene límites y que en indefinidas ocasiones los medios justifican el fin.
El contexto yihadista que sufre y sigue sufriendo la sociedad y la voz de la violencia de género que suena de fondo en todo tipo de culturas y enclaves han intensificado la oleada de ciudadanos a favor de este tipo de condenas. Es cierto que el hombre debe regirse por la Ley imperante y por la búsqueda del bien más es la sed de venganza y el dolor y vacío que dejan tan terribles pérdidas los que en tantas ocasiones nubla su raciocinio. Se desconoce sin embargo hasta qué punto esta clase de penas se pueden considerar inhumanas si es el propio condenado el que actúa sin escrúpulos. ¿Es este motivo suficiente para ponerse a su nivel? Ahí reside la polémica.
Los 13 condenados en España desde que se aprobó (entre ellos el asesino de Diana Quer y Ana Julia Quezada la primera mujer condenada)
El nombre de todos estos asesinos siempre será recordado con la imagen de fondo de sus
víctimas en un halo de injusticia e impotencia. Este tipo de condenas aunque extremas pueden parecer incluso insuficientes para los seres queridos de las víctimas que ya no pondrán la voz en alto por su derecho a la vida. La Ley considera persona a cualquier ser humano solo por el hecho de serlo. No obstante, ¿pierde ese derecho una vez le han arrebatado la vida a otro igual? Es la línea que nos separa de un estado democrático de un estado totalitario .
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