Potenciando el turismo sexual, año tras año

En las últimas décadas, el número de turistas ha aumentado exponencialmente haciéndose protagonista en la economía global. Hoy por hoy, el turismo representa el 10% del PIB mundial, por detrás de los productos químicos y los combustibles pero por delante, y aún sonar increíble, de la industria automovilística.

Actualmente disponemos de numerosas formas de turismo. Estas se diferencian por finalidad, contenido y forma. Podemos ser turistas “low cost”, disfrutar del turismo familiar o cultural y, por desgracia desde unos años, practicar el turismo sexual.

Desde los psicodélicos años 70’, el llamado turismo sexual se empezó a popularizar en países de Asia como Camboya, Mozambique o Filipinas. A los pocos años, se extendió a Centroamérica y Sudamérica, e incluso países europeos. Escarbar por los fondos de internet y encontrar agencias clandestinas que ofrecen este tipo de servicios se ha hecho cada vez más frecuente. Y si bien sabemos que la prostitución como tal existe desde, prácticamente, el principio de las civilizaciones, no podemos decir lo mismo de este tipo de ejercicio, cuanto menos deplorable. 

Con la llegada de la OTAN y las Fuerzas Armadas a los conflictos de final de siglo, esta práctica fue extendiéndose por los países en vía de desarrollo como Nepal, Kenia, República Dominicana, Bangladesh, Costa Rica… Y Europa, tampoco se salva. Año trás año, el continente se ve salpicado por el gran porcentaje de personas que hacen uso de este tipo de turismo.

Cada año, más de 250.000 usuarios viajan con esta finalidad; tener relaciones sexuales con menores. Y si bien no todas estas personas son hombres heterosexuales, la mayoría sí lo son. En la contra, tenemos a los trabajadores se cuales -por llamarlos de una manera menos humillante- formados generalmente por mujeres adultas. También hay hombres adultos que ofrecen su cuerpo por dinero, y luego están niños y niñas menores que se ven obligados a tomar este camino, sea por voluntad propia o coaccionados por proxenetas y mafias que hacen negocio de esto, sobretodo en países como Tailandia, país referente durante muchos años en la venta sexual ilegal.

Para iniciar un viaje de esta índole, no basta con escoger el destino deseado. Lo más importante es encontrar una de las agencias de viajes, cada vez más numerosas, en las que se ofrecen paquetes completos de disfrute y búsqueda del placer. Te ofrecen shows, fiesta, el alojamiento y desplazamiento y, por supuesto, las muy deseada nightlife. El consumidor podrá gozar de todo esto y, además, de encuentros, o “citas”, con prostitutas para ejercer el dating. Quizá lo peor de todo es que estas empresas se refieran como “dating” a este tipo de reuniones en los que es muy probable que el cliente vaya a llevar a cabo prácticas sexuales con niñas.

¿Será que, en los tiempos que corren, ya no quedan principios ni moral? Quizá el verdadero problema es que, mientras corra dinero de por medio, ya no nos importa si lo que hacemos es legal o no. Quizá un país prefiera lucrarse de los más de 30.000 millones de dólares que comporta el turismo sexual y hacer la vista gorda que enfrentarse a una lacra cada vez más presente en nuestras vidas. 

De momento, absténganse lo que se vanaglorian de poseer dignidad, principios y algo de ética. Para el resto, ¡adelante, consumid!; en estos tiempos que corren la integridad está de más.