A principios del confinamiento, se imaginaba un nuevo mundo, más ecológico, con mas solidaridad. Pero después llegó la crisis económica, muy violente, y ahora el “viejo mundo” parece prevalecer de nuevo. Los “días felices” de los cuales hablaba el presidente Emmanuel Macron se han convertido en objeto de burla.
Empezaron, sin carecer de argumentos, a cuestionar la idea según la cual el Covid-19 sería la consecuencia de un sistema ecológicamente desreglado por el culto de la globalización. En efecto, las pandemias de la Gran Plaga o de gripe española no esperaron la globalización para sembrar la muerte … Sin embargo, hay que recordar que la deforestación favorece el contacto entre les hombres y los animales salvajes, que el derretimiento del permafrost puede liberar microbios que habían desaparecido y que la biodiversidad es un obstáculo a la circulación de los virus en el mundo animal. Todos estos potenciales riesgos epidémicos demuestran que no son completamente ajenos la falta de consciencia ecológica y el aumento del riesgo de pandemia.
En la mente de los dirigentes políticos y económicos, ahora es la emergencia de reactivar la economía que prevalece sobre todo lo demás. Para ellos, la prioridad no parece ser soñar con un mundo mas justo y respirable sino salvar la producción, los empleos y la cohesión social. ¿“El nuevo mundo”? Esto ya no es para hoy.
Una cuestión de convicción
Como consecuencia de esto descubrimos ahora que el virus quizás no sea un aliado de la transición ecológica como fue mencionado en varios medios de comunicación. De lo contrario, crecen las tensiones para que se aplazan las medidas contra la contaminación y el cambio climático adoptadas antes de la crisis del Covid-19. Para ayudar a las mayores compañías (incluso las mas contaminantes como Air France, Renault o Vallourec) a sobrevivir a la crisis, la Asamblea Nacional ha decido proporcionar ayuda financiera por un total 20 000 millones de euros, sin pedir ningún esfuerzo de respeto del medioambiente como contrapartida. El MEDEF incluso les reprocha a algunas normas medioambientales que “desaceleren el proceso de salida de la crisis” para las empresas y pide la suspensión de estas normas. Algunos ministros no dudan en dejar de lado cualquier esfuerzo fiscal de los patrimonios para concentrarse en el problema del endeudamiento generado por la crisis. ¿Pensó el propio presidente Emmanuel Macron en el mensaje que difundía cuando caminaba por los invernaderos calentados de una granja de tomates del Finisterre?
No me parece racional creer que el virus, poniendo freno al desarrollo productivista, estaba por corregir las disfunciones de éste. La virtud del coronavirus fue de revelar la solidaridad de los hombres y su capacidad a cambiar rápidamente de comportamiento frente a un peligro publico e inminente. A la vista de lo que hemos vivido, pienso que nadie debería negar el hecho de que todavía sea posible impedir el desastre ecológico que se perfila, siempre que nos damos los medios necesarios para hacerlo.
Primero, el dinero dejado sobre la mesa para reactivar la economía debería, en mi opinión, ser invertido por lo menos en parte en proyectos más eco responsables. Por seguro es imprescindible que el Estado ayuda a las empresas a sobrevivir a las consecuencias de la crisis, no obstante, no debe perder de vista sus otros compromisos. Se han hecho muchos esfuerzos para iniciar una verdadera transición ecológica y sería una lastima que dejemos de lado todas las medidas que estaban por ser implementadas. El problema de decir que van a ser implementadas estas medidas después de la reactivación económica es que si ocurre otra crisis (pero yo no quiero parecer pesimista), las medidas van a ser aplazadas otra vez. Eso sería un círculo vicioso. Por fin, después de esto solo se trata de una cuestión de convicción. La orientación de las disposiciones que va a tomar el gobierno dependerá, como siempre en política, de las relaciones de fuerzas entre los diferentes actores. Espero que no será olvidado el medioambiente que padece una crisis desde hace mucho mas tiempo que nosotros.
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