El desastre de la deforestación

La tercera parte de la Tierra está cubierta por bosques, casi 4 000 millones de hectáreas. Tanto sus altísimos grados de biodiversidad como el reciclaje del dióxido de carbono en dioxígeno, los bosques desempeñan funciones fundamentales, establecidas desde hace millones de años, para la buen salud de nuestro planeta.

Sin embargo, esa enorme superficie de bosques decrece día a día. Hace algunos años, había países que maquillaban sus estadísticas pero hoy en día, eso sería imposible: los científicos y sus satélites lo saben todo. Aunque en los países ricos la deforestación está disminuyendo por controles estrictos, continúa avanzando en el resto del mundo, especialmente en América Latina, África y Asia Sudoriental.

Por lo tanto, es imprescindible que ciudadanos como gobiernos y empresas actúen para reducir esta deforestación excesiva y incentiven las acciones combinadas de la naturaleza y del ser humano (crecimiento natural de los bosques y reforestación), para poner fin a este desastre ecológico. En el primer caso, que es en realidad el mejor método para recuperar la superficie deforestada, lo único que puedemos hacer es cuidar los bosques ya existentes. A pesar de ser el mejor camino, es más lento que la reforestación, y por eso se han emprendido masivas campañas en los cinco continentes.

No obstante estas actividades de forestación y reforestación nunca recuperan en su totalidad lo que se ha perdido. Tras siglos de explotación irresponsable, el daño ya está hecho. A la hora de hacer cuentas ecológicas, el balance sigue siendo alarmante.