Un mundo obeso

Hoy en día, más personas mueren a causa del azúcar que de la criminalidad. En 2030, la mitad de la población mundial padecerán de sobrepeso o de obesidad. Eso es una tragedia. Una tragedia en la que las grandes compañías de la industria alimentaria se enriquecen a expensas de la salud de millones de personas. Una tragedia contra la cual todos debemos luchar.

La obesidad es una enfermedad crónica, multicausal, en la que inciden diferentes factores, tanto genéticos como sociales, ambientales y, por supuesto, económicos. Sin embargo, desde los años noventas, los dietistas han evidenciado las relaciones entre el sobrepeso y el consumo de azúcar, este enemigo cotidiano y insidioso que se esconde en todos los productos que comemos diariamente. Aún cuando todos nosotros lo apreciamos mucho, los científicos dejan muy claro que las personas con una ingesta excesiva de azúcares tienen un riesgo mayor de desarollar diabetes de tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.

A pesar de todas estas advertencias de la comunidad científica, el mundo está asistiendo una explosion de la obesidad. Por ejemplo en México, unos 73% de la población es obesa o sufre de sobrepeso. Este fenómeno es aún más alarmante para los niños. El porcentaje de niños con obesidad en el mundo se ha triplicado desde los años setentas. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición realizada en 2012 señala que hay alrededor de 5,664,870 niños en edad escolar con sobrepeso y obesidad en México. Y las consecuencias son desoladores : con unos 10% de la población mexicana que sufre de diabetes de tipo 2, esta enfermedad evitable se ha convertido en la primera causa de mortalidad en el país. Indudablemente, la obesidad es el nuevo flagelo del siglo XXI.

¿Cómo se ha podido llegar a esto y por qué? Hoy en dia, si todavía no podemos encontrar nada que ne contiene azúcar, es porque este producto milagroso es una bendición  para las empresas de la industria alimentaria : es barato, reforza el sabor de los alimentos y, sobre todo, es adictivo. De este modo, los consumidores dejan de comprar productos frescos y corren a toda prisa hacia los alimentos ya preparados. ¡La receta del éxito es simple después de todo! En algunas décadas, Coca-Cola, Nestlé o Unilever han construido imperios que representan varios millardos de dólares. Además, el consumo de estos productos ricos en azúcares es impulsado por grandes campañas publicitarias con imágenes y mensajes engañosos que a menudo se dirigen a un público muy vulnerable como los niños pequeños.

Entonces, ¿qué podemos hacer frente a estos gigantes capitalistas? Primero, es necesario que empredamos acciones legales contra la industria de los alimentos para suspender la promoción de alimentos de alto valor calórico en los horarios de programación dirigida a los niños. También, es imprescindible que fortalezcamos la educación nutricional en toda la población para aumentar el equilibrio de los alimentos que deben consumirse. Otra posibilidad consistiría en mejorar el etiquetado de los alimentos, para que el consumidor pueda tener información que le permita seleccionar adecuadamente la cantidad, calidad y balance de lo que va a consumir.

¿Misión imposible? ¡Seguro que no! En 2016 el ministerio de la salud chileno declaró la guerra a la obesidad y obligó los grupos alimentarios a poner sellos en sus paquetes para señalar si sus productos son altos en calorias, en sodio, en azucares o en grasas saturadas. Esta política muy ambiciosa es un gran éxito para Chile, evitando la muerte prematura de miles de personas, y debería convertirse en un modelo para darle un giro a esta epidemia de obesidad global.