Algunos años después del desarrollo de la 4G, actualmente se habla cada vez más de la 5G que promete cambiar nuestra vida. Ofrecen una vida de ciencia ficción donde todo estará conectado y nuestro entorno de vida será como una gran máquina de cálculo y de optimización.
Pero esta tecnología está lejos de ser perfecta y nuestro apresuramiento y entusiasmo por ésta es un gran error. No sólo tiene, como toda tecnología nueva, varios defectos, sino también representa una sociedad de consumo obsesionada por un crecimiento infinito y un progreso perpetuo que no puede calcular las consecuencias de su funcionamiento.
La controversia principal de la 5G son las consecuencias de ésta en nuestra salud. En efecto, no es imposible que esta tecnología, que usa largas bandas de frecuencias y cuyo objetivo es emitir muchas más ondas, tenga un impacto en la salud humana y podría representar un riesgo de desarrollo de cáncer y deteriorar los tejidos biológicos. También podría tener este impacto en los otros seres vivos y ya se habla de pájaros muertos a causa de la 5G, aunque no está todavía comprobado. Pero el impacto de esta nueva generación de red de internet en el medioambiente va más allá de un problema de salud en la vida de los animales. El cambio perpetuo y frecuente de las tecnologías supone el consumo de metales raros y de recursos cuya extracción es muy contaminante. La cantidad que tenemos de esos materiales es finita y éstos se hacen escasos. Así pues, este modo de funcionamiento no es sostenible y ya es hora de pensar a largo plazo. Además, el objetivo de la 5G es permitir el transporte de una cantidad inmensa de datos y de contenidos. Eso ocasionará un aumento del consumo de energía eléctrica y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esos datos que se transportarán necesitarán también grandes centros de datos que consumen muchísima energía. Claro, esto no está vinculado directamente con la 5G, pero tenemos que pensar sus repercusiones generales.
Sin embargo, es cierto que la imagen que nos pintan los especialistas es apetitosa. Primero, la 5G será una tecnología mucho más rápida que la 4G. Por ejemplo, podremos descargar videos y mirarlos mientras que nos transportamos sin ningún problema. También, una gran cantidad de personas podrán estar conectadas simultáneamente a la red sin tener que padecer de una ralentización del flujo. Pero nos prometen mucho más. La 5G ha sido diseñada para permitir el funcionamiento de todos los objetos conectados del futuro. Se habla mucho de ellos esos días: el reloj, el coche, la televisión, el asistente de Google y otros objetos personales preferidos como el espejo de la sala de baño, todos estarán conectados a internet y podrán intercomunicarse entre sí. Claro, la vida será mucho más simple que ahora. Los objetos vivirán para nosotros y estarán a nuestro servicio. Por otra parte, algunos aseguran que esta quinta generación de red tendrá un impacto positivo sobre el medioambiente y el consumo de energía. En efecto, la 5G consumirá menos energía que la 4G (para un uso equivalente) y, en una visión más general, este mundo conectado de la 5G permitirá optimizar el uso de los diferentes recursos como el agua, la electricidad y de los trayectos en coche y, por consiguiente, reducirá el consumo de gasolina.
Pero no nos mintamos, eso no cambiará en nada nuestro consumo, ¡al contrario! En primer lugar, por “efecto de rebote”, esta optimización y esta disminución del consumo de los recursos conllevará ahorros que nos harán consumir más. Y al final de cuentas, consumiremos mucho más que antes. ¡Esto lo demuestran las experiencias pasadas! Cuando inventamos tecnologías que hacen bajar el consumo de querosén de los aviones, el precio de los billetes baja y por lo tanto, el tráfico aéreo aumenta. Y cuando analizamos los detalles, el consumo global de querosén no baja sino sube aún más. En segundo lugar, para utilizar esta nueva red, necesitaremos cambiar de móvil y otros aparatos puesto que los que tenemos ahora no son compatibles con la 5G. Esto pareciera una especie de obsolescencia planificada, aunque no está realmente planificada. En mi opinión, a las grandes empresas digitales les gusta esta perspectiva puesto que beneficiará la economía. Pero todos estos móviles y aparatos electrónicos necesitan consumir recursos y metales raros, y eso, lo repito, es muy contaminante y no es sostenible.
La 5G es emblemática de esta sociedad de crecimiento e innovación infinita. No estoy totalmente opuesto a tal tecnología, pero pienso que ha llegado la hora de que nos tomemos en serio la cuestión de la sostenibilidad de nuestro enfoque y de nuestra sociedad. Semejantes avances tecnológicos deben inscribirse en una escala de tiempo mucho más amplia y deberíamos, en mi opinión, esperar algunas décadas antes de concebir una nueva tecnología. De esta manera, consumiríamos menos recursos y tendríamos tiempo para pensar realmente en sus implicaciones en los desafíos medioambientales, sanitarios y sociales, entre otros. Dejemos de precipitarnos y de hacernos de la vista gorda ante el problema climático que nos llega.
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