Durante esta semana se viralizó en las redes sociales el manifiesto de Mujeres y Disidencias del Colegio Nacional Buenos Aires. Lo leyó un grupo de egresadas turno mañana 2016 durante la ceremonia de entrega de diplomas. Denunciaban violencia institucional ejercida y avalada por la comunidad educativa contra las mujeres y disidencias sexuales del colegio. Fue un estallido de jóvenes hartas y hartxs de una comunidad educativa que promueve la discriminación, el bullying y la competencia entre compañeres, el acoso, los abusos y la subordinación de las mujeres y las disidencias.
Denunciaron con nombre y apellido a adultos por misoginia, por cometer actos de acoso a menores, por minimizar estos actos y por consentir la proliferación de agrupaciones estudiantiles que promueven el bullying contra las mujeres, las lesbianas, los putos, lxs gordxs y las pibas que no tienen relaciones sexuales.
Hubo tres ceremonias de entrega de diplomas, una para cada turno. Cada ceremonia tuvo su discurso feminista propio. SOY entrevistó a un grupo de egresades 2016. La más “archivista” del grupo es Camila Paiva (19, se identifica como bisexual o pansexual, aunque “las etiquetas no son algo que lleve mucho en mi persona”). Camila lleva registro de cada uno de los discursos y nos los comparte.
ÚNANSE A NUESTRA LUCHA
Turno Tarde. El primer discurso de graduación fue el del turno tarde, el 20 de setiembre. Señalaba fallas institucionales ante casos de acoso y discriminación, la formación individualista y la discriminación que, en rasgos generales, sufren las mujeres en el colegio. “La intención de este discurso era cachetear a los varones de nuestra edad. Queríamos decirles: ‘únanse a nuestra lucha porque los necesitamos a ustedes de nuestro lado’”, cuenta Eugenia Córdoba (19, se identifica como bisexual y milita en Pan y Rosas). Noche.
Turno Noche. Una semana después, el discurso del turno noche incluyó a la disidencias sexuales en los reclamos y señaló a la institución por favorecer el bullying hacia mujeres y disidencias. No hicieron nombres. El rector Gustavo Zorzoli estuvo presente y saludó a las egresadas. “Zorzoli acomodó su discurso y se dirigió a ‘todos, todas y todes’. Se colgó el pañuelo verde en la muñeca y levantó el puño”, cuenta Lanzi. El grupo tuvo que reclamar que una de ellas leyera este discurso, porque los designados en principio eran varones. “Nuestra lectura fue muy intensa sentimentalmente. Para nosotrxs fue muy importante eso porque en el Colegio vos sos las notas que te sacás. No importa lo que te pase, lo que pase en tu casa. Lo sentimental está siempre por fuera. Te someten todo el tiempo a estrés y el estrés despersonaliza”.
Lanzi (Agustina Lanzillotta, 20 años) fue consejera de convivencia, secretaria estudiantil del turno noche (“organizaba a les delegades del turno) e integró el Consejo Resolutivo del Colegio. “A la noche el ambiente era más tranquilo. Lo más nefasto se juntaba a la mañana. A la noche la vicerrectora era mujer y podías tener un trato más fluido”. Lanzi se identifica como “no-mujer”.
Turno Mañana.Tal como describe, estaban dadas las condiciones para que el discurso del turno de la mañana fuera más fuerte que los anteriores. Hubo nombres, situaciones concretas. Fue escrache a adultos de la institución. El acto contó con presencia de un sector del movimiento lgbtiq. “Vinieron de la Defensoría del Pueblo LGBT y de Zona a bancar el acto”, refiere Pau Fermín Diez (19, egresado del turno mañana, se identifica como pibe trans no binario y quiere que lo mencionen en masculino). Pau milita en Zona, espacio de la FALGBT (Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans).
DOS HISTORIAS
“A los 15 años me visibilicé como lesbiana en el Colegio –cuenta Pau–. La transición la hice después que salí del Colegio. Luego de 5º año me empecé a visibilizar como trans. Mientras estuve en el Colegio traté de no volverme punto de las bromas de estos pibes que promovían la cosificación y las burlas a gordxs y putxs. Eran básicamente los de 5º año, una suerte de estructura de poder de los chicos ‘populares’. Pero no populares en el sentido de que provenían de sectores sociales populares, nada que ver. Los discriminadores eran chicos cis, lindos, heterosexuales, de clase media acomodada. Yo mismx me he reído, había que reírse de eso que decían para no volverse punto. Era un lugar de poder naturalizado. La Liga fue una de las agrupaciones más llamativas que tenían esa dinámica. Hubo otras, como La Roxi, La Popi”.
A Pau le costó que le dieran el diploma con su nuevo nombre. “Presenté una nota 4 meses antes, para que se respete mi nombre autopercibido. Un mes antes me respondieron que no. Citaron una partecita de la Ley de Identidad de Género para justificarse y obviaron la parte más importante: que el nombre autopercibido debe aparecer en toda la documentación que solicitemos. La Defensoría de Género LGBT se comunicó con el rector y Zorzoli respondió que fue un malentendido. Finalmente en la ceremonia me llamaron por mi nombre y el diploma está bien confeccionado. El rector ahora está deconstruido”.
Pau cuenta lo difícil que le resultó ser lesbiana en el Nacional Buenos Aires. “Estaba en tercer año y había perdido a mi mamá. Fui a la psicóloga del Colegio. Sentía mucha vergüenza de mí misma. La psicóloga no me dio una respuesta violenta, pero tampoco sentí que entendiera qué me estaba pasando, no tuve contención. Salí de ahí con más vergüenza de la que ya sentía y con dudas sobre mi sexualidad”.
Martín Andrea Iorio (19) se fue del Colegio cuando cursaba tercer año. Se identifica como trans no binarie o trans queer (“no me encasillo como varón ni como mujer porque no creo en los géneros, existen como algo social y nada más”). Martín hizo la transición en el Nacional en 2014, cuando estaba en 2º año. “Una profesora llegó a preguntarme si había tenido un orgasmo. Otra profesora tuvo esta respuesta cuando le conté: ‘Me di cuenta de que había cosas raras, pero cuando te vi con tu novio pensé que estaba todo bien’. Ni siquiera entendía que siendo trans podía tener un novio. Cuando pedí que me cambiaran el nombre en las listas me contestaron que antes tenía que hacer el cambio de DNI. Depende de la confianza que tuvieran con los profesores podía firmar o no con mi nombre”.
Martín recuerda también la discriminación de que eran objeto algunos muchachos que no cumplían con los requisitos de “excelencia institucional”. “Todos los años entraba un pibe que no lograba pasar o egresar. A ese pibe lo llamaban wachiturro. Las chicas eran ´la gorda’ y el pibe era ‘el wachiturro’”.
NUEVAS MASCULINIDADES.
LIBROS VIEJOS
“No hay trabajo con las masculinidades en el Colegio –refiere Pau–. Se vio muy claramente cuando el rector denunció un caso de abuso dentro de una toma. Lo hizo para descalificar la medida de les estudiantes. Procedieron contra la voluntad de la piba, que pidió que no se difunda. E impidieron que el pibe revea lo que hizo y recapacitara. No hay capacitación para nuevas masculinidades. El pibe estaba más preocupado por la expulsión que por lo que hizo. Al Colegio no le importó trabajar para que esto no vuelva a ocurrir en ninguna circunstancia”.
En el discurso del turno tarde las estudiantes habían denunciado a la institución por no estar a la altura de las circunstancias y por no dar apoyo psicológico ni moral frente a acosos y violaciones. Por dejar que las chicas tengan que seguir viendo la cara de “quien abusó de vos en el colegio”. “Se arregla con expulsión, con cambio de turno o dejando las cosas como están”, concluye este sector de disidencias. Según como caiga la ficha.
Son temas de debate abiertos. Las nuevas generaciones del Nacional Buenos Aires se organizan hoy en una lucha feminista autogestionada dentro del Centro de Estudiantes. Soy va a seguir con atención estos debates.
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