Por María Sanz, desde Asunción
Fotos: Jess Insfrán Pérez
En la Plaza de la Democracia, en el centro de Asunción, coincidieron representantes de organizaciones LGTBI, como Mansión 108, Aireana (grupo por los derechos de las lesbianas) o Panambí (personas trans). También grupos de estudiantes de secundaria y de universidades, niños, niñas y adolescentes trabajadores, y representantes de organizaciones feministas y defensoras de derechos humanos. El objetivo común: seguir promoviendo la igualdad de género y la no discriminación, a pesar de los obstáculos.
El escollo más reciente en la lucha por la igualdad es una resolución del Ministerio de Educación paraguayo que prohíbe los materiales sobre género en las escuelas primarias y secundarias. Se aprobó a comienzos de octubre, después de una multitudinaria manifestación de grupos fundamentalistas que dijeron estar “a favor de la familia tradicional” y contra la “ideología de género”. Después de aquella manifestación, el propio ministro de Educación, Enrique Riera, se ofreció a quemar los materiales didácticos sobre género en las plazas.
La articulación Igualdad de Género Sí se presentó como respuesta a la medida del Ministerio de Educación. Y advirtió: la prohibición de esos contenidos impedirá a los estudiantes acceder a educación integral de la sexualidad. Conlleva riesgos: aumento de infecciones de transmisión sexual, incremento de embarazos precoces o desprotección frente a abusos sexuales. Además, alertaron desde este colectivo, deja el terreno libre para un posible auge de la discriminación por orientación sexual o identidad de género.
“Quienes no encajamos en los estereotipo, sufrimos discriminación”
Alexander Trinidad, un estudiante de 17 años, dijo a Presentes: “la discriminación afecta especialmente a quienes no seguimos los estereotipos que la sociedad nos quiere imponer”. Trinidad es hijo de una mujer trabajadora sexual, y forma parte de la Red Contra Toda Forma de Discriminación, un grupo de organizaciones que promueven una ley para sancionar los actos de discriminación. Paraguay es uno de los pocos países de la región que no cuenta con este tipo de legislación.
“Quienes no encajamos en los estereotipos sufrimos bullying, discriminación y acoso en las escuelas, en los colegios y, en mi caso, seguro que también ocurre cuando entre en la facultad. Por eso, muchas veces nos vemos obligados a dejar (los estudios), porque no soportamos la presión por ser diferentes, aunque seamos iguales en derechos”, declaró.
Trinidad contó que padeció violencia y acoso en el colegio por su orientación sexual. “Se lo contaba a los profesores en los que confiaba, pero no podíamos hacer nada, porque no existen políticas públicas contra ese tipo de acoso. Y ahora, mucho menos, porque no quieren que hablemos de la perspectiva de género. No podemos hablar de nosotros mismos como personas LGTBI. Muchos compañeros salen del colegio por miedo, porque si te expresas libremente, tal como sos, te van a violentar, y nadie va a hacer nada. Tanto tiempo sufrimos, y ahora quieren que se retroceda en derechos, nos quieren invisibilizar”, explicó.
“Ya estábamos sufriendo discriminación en las facultades”
Vanessa Servín, una estudiante de Medicina de la Universidad Católica de Asunción (UCA), calificó la resolución del Ministerio de Educación de “retroceso tremendo”. Servín, de 21 años, se define como bisexual y es integrante de la Plataforma de Universitarias Feministas (PUF).
“Ya antes de la resolución, las personas LGTBI estábamos sufriendo discriminación. A nivel de las facultades, esa discriminación es latente”, dijo a Presentes. Opinó que es importante “enseñar a niños y adolescentes a respetar a todas las personas, y a reconocer sus diferencias”. Cree que la articulación “visibiliza a un grupo grande de personas que no está de acuerdo con la medida del Ministerio, y que no va a ceder” ante la presión fundamentalista.
“Los pro-familia no entienden que la familia es diversa”
Para Myriam Gallar, presidenta de la organización Unidos por el Arco Iris, los manifestantes autodenominados ‘pro-vida’ y ‘pro-familia’ “no entienden que la familia es diversa, y que no existe un solo tipo de familia”. Desde la organización que preside, ayuda a “la armonía familiar” y orienta a “padres y familiares cuando hay dudas, para que puedan ayudar, aceptar y entender lo que les pasa a sus hijos LGTBI”.
“Nosotros defendemos los derechos de nuestros hijos. La idea de una educación integral es enseñar a los adolescentes que existen personas heterosexuales, homosexuales, bisexuales y trans, y enseñar a respetarlas. Se trata de no permitir que los padres den a sus hijos en las casas una educación machista, que enseñe a discriminar por orientación sexual”, dijo a Presentes.
Afirmó que en Paraguay existen “diferentes tipos de familias, como abuelas que crían a nietos, o tíos a sobrinos”, y que la postura de los fundamentalistas religiosos “es muy discriminativa, y es un discurso de odio que hace mucho daño, y del que ya existen víctimas de asesinato”.
Solo diez días después de la prohibición de la enseñanza sobre género en las escuelas, Romina, una mujer trans de 28 años, fue asesinada en el Gran Asunción. Antes de ella, otras dos mujeres trans habían sido atacadas con un cuchillo, en la misma zona. El autor confeso del asesinato de Romina declaró que cometió el crimen por odio hacia las personas trans.
“El odio mata a personas como yo, y a mujeres biológicas”
Samantha Carrinton, trans y activista de la organización Panambí, recordó a Romina como una de sus compañeras, y repudió nuevamente el crimen. “Quien le mató fue un tipo sin antecedentes, al que le lavaron el cerebro hasta que cometió el crimen. Por eso es importante no incentivar el odio, porque el odio mata, tanto a personas como yo, como a mujeres biológicas”, dijo a Presentes.
Carrinton cree que es importante dar información sobre género y sexualidad a niños, niñas y adolescentes, para que “aprendan a cuidar sus cuerpos, valorarse, y denunciar el abuso sexual”. Asegura que ella no sufrió acoso en la escuela, porque asumió su identidad de género ya mayor de edad. “En la escuela me reprimí, hasta que fui mayor de edad y pude asumir mi construcción personal. Nadie me podía enseñar entonces nada, más que la Iglesia, que me decía que eso era un pecado, y eso era lo que yo tenía para aprender”, recordó.
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