Rebeldía

Desde hacía un tiempo que su pensamiento había comenzado a agitarse, sintió que comenzaba a nacer una rebeldía propia de la gente mansa que se cansa del atropello y de las imposiciones… ya era tiempo, era tiempo de ponerle fin al mandato que la encapsulaba en un matriarcado débil y sin voz. 
La existencia había intentado cristalizarla en el poder cultural del machismo mal entendido, y contra ese poder que la lastimaba y arrinconaba contra la mediocridad, decidió plantar su bandera. No estaba dispuesta a enterrar ese ser humano que había en ella, no permitiría que la vida la estafara con tanto descaro.
Su lucha comenzó de a poco, contra ese hombre ancestral que la había delineado con el grafito invisible para marcar una absurda discriminación en razón del género.
Esos tiempos fueron intensos, a veces silenciosos, y otros ruidosos, el grito de libertad e igualdad de derechos se alzaba contra una sociedad que supo encontrar su mayor resistencia en aquellas mujeres que se habían acomodado a la imagen masculina que ofrecía la época. A ella no le importó, dejó que la salpicaran los agravios, dejó que las calumnias hicieran mella en su historia para mirar con la firmeza que sólo tienen los que son fieles a sus convicciones, dejó que la tildaran de frívola para ser protagonista de su propio destino, dejó y dejó pero nunca abandonó la capacidad de amar que como gracia Dios le había regalado.
Pasaron los años, pasó la vida, ahora siente y expresa, ama y odia, desafía y concilia, marca su impronta con seguridad y decisión, su figura adquiere formas con letras de Mujer, doblemente mujer porque en su lucha nunca renegó de su potencial de madre ni su elección de esposa. Y ahora va, va por la vida codo a codo con la libertad, riendo y llorando, conquistando alegrías y sorteando penas. 
Ella va, la Mujer va, rompiendo los encantos de la vida, esos encantos que algunos se los pintaron de color rosa.

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