Las alzas de precios, determinadas por fenómenos de ajuste financiero, no deben ser motivo para desajustes sociales, lo cual ocurre cuando se afrontan sus consecuencias con demagogia, superficialidad alarmista, "cacerolismo", mala fe y debilidad. En el caso presente,ante una crisis económica delimitada y posible de sortearse con la voluntad de todos, debemos analizar sus causas y sus efectos, pero en niveles serios, por voces autorizadas, en fuentes responsables, y aludiendo el enfrentamiento entre sectores, que propiciaría el desbordamiento de pasiones y de choques estériles, malos para todos. Si los fenómenos externos e internos movilizan nuestra economía y nos plantean cuadros cambiantes, debemos adaptarnos a ellos, en la imposibilidad de trazarlos a nuestro antojo. No es posible mantener paridades monetarias inamovibles, ni precios estrictamente fijos, ni salarios perfectamente adecuados a cada minuto. Hemos de acostumbrarnos a vivir en medio de cambios financieros. Un mundo sobrepoblado, regido por leyes económicas no siempre satisfactorias para las necesidades del hombre, y dividido por sistemas sociales diferentes y encontrados, no puede ser un mundo, con permanente tranquilidad económica.
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