Probablemente, en poco tiempo, la protección de la proyección de una persona a través de sus datos en el mundo digital será tan necesaria como la protección de la persona física en la vida real. Pero el Habeas Data, diseñado para cumplir esta tarea, aún tiene problemas.
Empezando porque quien garantiza este derecho fundamental, la Superintendencia de Industria y Comercio, vigila a industriales y comerciantes en relación con usuarios y consumidores, pero no tiene suficiente visión de derechos humanos. Además, tiene una competencia limitada que no se extiende a personas públicas como la Policía haciendo inteligencia, por dar un ejemplo.
Otro problema es que los datos no tienen territorio único. Los persiguen y coleccionan empresas pequeñas como una tienda de ropa en internet y gigantes como Google, Twitter y Facebook. Cuando se requiera el cumplimiento de las normas colombianas, será difícil lograr que responda cualquiera de estas empresas, si está fuera de Colombia o tiene sus servidores en Utah. Y si intentamos aplicar las normas de Utah, nos daremos cuenta que los gringos tienen un tratamiento diferencial: los datos de los nacionales tienen una protección categoría A y los de los no nacionales una protección B o inferior.
Los motores de búsqueda también representan un riesgo serio pues son una fórmula para dejar el rastro de nuestras vulnerabilidades que después pueden ser explotadas bajo algoritmos secretos. Estos agentes pueden dejar demasiado expuestos datos que, si llegaran a ser sensibles, como el caso de los que aglutinan tendencias políticas, religiosas o etnias, estaría prohibida su recolección. Sin embargo, hoy más que nunca es facilísimo agrupar estos datos y no tenemos control sobre esas posibles agrupaciones, que además tienen alta propensión a caer en manos inescrupulosas.
Ver: https://www.elespectador.com/opinion/opinion/larga-vida-al-habeas-data-columna-644600
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