El carbón, el petróleo y el gas natural son las tres fuentes de combustibles fósiles de las que dependemos principalmente para cubrir nuestras necesidades energéticas, ya sea para el calentamiento de nuestros hogares como para suministrar electricidad o para suministrar el combustible necesario a nuestros coches y otros medios de transporte.
El problema con los combustibles fósiles es que no son renovables. Su suministro está limitado y llegará el día en el que se agoten por completo las existencias en el planeta. Los combustibles fósiles se formaron a partir de plantas y animales que vivieron hace millones de años y que tras quedar bajo tierra en determinadas condiciones, sus restos acabaron transformándose en la materia combustible que conocemos y usamos hoy en día.
De hecho, los combustibles fósiles más antiguos tienen su origen en el período Cámbrico hace unos 500 millones de años, mucho antes de que los dinosaurios entrasen en escena. En cambio, los últimos combustibles fósiles (entre los que se encuentran los menos eficientes como la turba o el carbón de lignito), comenzaron a formarse hace “tan sólo” cinco millones de años en el periodo Plioceno. Por ello no se regeneran con la velocidad necesaria para cubrir nuestra demanda energética futura.
Y a pesar de ello, los combustibles fósiles junto con la energía nuclear, todavía suponen el 93% de las fuentes de energía de todo el planeta. Por tanto, de forma global, sólo en un 7% estaríamos cubriendo nuestras necesidades gracias a las energías renovables.
Los combustibles fósiles existen. Y hoy en día, nos hacen un inestimable servicio. El problema es que mediante su uso aparecen una serie de problemas medioambientales. Durante su combustión, se emite a la atmósfera dióxido de carbono que es el gas que contribuye principalmente al calentamiento global. Por ello, el aprovechamiento energético de los combustibles fósiles se ha considerado como el primer factor desencadenante de la liberación a la atmósfera de gases de efecto invernadero. De hecho, durante el siglo XX se considera que la temperatura del planeta ascendió un 0,6ºC, hecho que se ha relacionado con el crecimiento y desarrollo industrial que tuvo lugar en ese periodo, y que se basó en el uso de la energía a partir de combustibles fósiles.
El impacto del calentamiento global no afecta sólo a las áreas del planeta más industrializadas, sino que termina afectando a todo el planeta. En el Ártico y en la Antártida, el progresivo aumento de las temperaturas está causando el derretimiento del hielo, que provoca a su vez el aumento de los niveles del mar en todo el mundo y afecta a la composición del agua de los océanos. La contaminación atmosférica es también uno de los problemas mundiales debido al uso de combustibles fósiles, y que afecta a la salud humana y al desarrollo de ecosistemas.
Otros problemas medioambientales asociados a los combustibles fósiles aparecen tan pronto como se extraen de los yacimientos donde se encuentran: puede haber derrames de petróleo que dañen gravemente un ecosistema al completo, o el estado en que queda la zona circundante a la explotación de una mina de carbón.
Todos, incluidas las empresas que explotan estos recursos no renovables, sabemos de los riesgos que conllevan. Pero en tanto las energías renovables no sean una alternativa viable como fuente principal de energía, seguiremos dependiendo necesariamente de los combustibles fósiles para poder seguir con el ritmo de desarrollo actual.
Se estima que nuestras reservas de combustibles fósiles estarán agotadas aproximadamente en unos 50 años, aunque otros opinan que explotando yacimientos hoy poco rentables mediante nuevas técnicas (véase el fracking tan de moda últimamente) junto al descubrimiento de yacimientos desconocidos, podríamos seguir disponiendo de ellos por unos 100-120 años más. Sea cuando sea, el hecho es que tampoco es que sean unas cifras demasiado alentadoras si tenemos en cuenta a nuestras inmediatas generaciones futuras. Por ello, no tenemos alternativa: tenemos que estar preparados y empezar a buscar otras opciones igualmente buenas.
Además, la población humana sigue creciendo y con ello, las necesidades energéticas humanas no harán si no seguir incrementándose a un ritmo mucho mayor.
El sol, el viento y el agua son fuentes de energía perfectas… ¡dependiendo de donde estés! No contaminan, son renovables y cada día más eficientes. Con su aprovechamiento se reduce la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera y reducimos muchísimo nuestra dependencia sobre los combustibles fósiles.
Aprovechando la energía contenida en estas fuentes, podemos obtener electricidad y hay más que suficiente para cubrir las necesidades de ¡todo el mundo! Sin embargo, el reto está en conseguir hacerlo de forma eficiente y rentable económicamente, por debajo del coste de producir esa energía con combustibles fósiles, así como de poder almacenarla para usarla en el momento que precisemos.
La energía solar, por ejemplo. Se basa en la energía contenida en la radiación solar. Esta energía se encuentra en todas las cosas, incluyendo los combustibles fósiles. Las plantas dependen del sol para crecer, los animales se comen las plantas, y ambos terminan siendo componentes claves para los combustibles fósiles. De acuerdo con la Asociación Europea de la Industria Fotovoltaica, la energía solar podría cubrir hasta el 26% de las necesidades energéticas del mundo en el año 2040.
La energía hidroeléctrica y la energía eólica en los últimos años tienen un buen nicho de mercado. El principio sobre el que se basan ambas es la fuerza de la acción de corrientes de viento y de agua que pasan por turbinas que convierten esa energía mecánica en electricidad. Mientras que la construcción de nuevas centrales hidroeléctricas está un poco parada, con los parques eólicos ocurre justo lo contrario y todos los años se ponen en marcha nuevos emplazamientos con cientos de aerogeneradores.
También en el mar se puede aprovechar la energía del viento y del agua (energía mareomotriz y undimotriz), lo que abre nuevas posibilidades de investigación y futuro aprovechamiento con éxito.
La energía procedente de la biomasa, o energía de quemar restos de plantas y otras materias orgánicas, es la forma de abastecimiento energético más antigua del hombre. La madera ha sido el recurso más básico para obtener calor y poder cocinar alimentos y en países en desarrollo es imprescindible para la supervivencia de poblaciones locales. En países más industrializados se llevó a un plano más decorativo o estético. Pero con el aumento del precio de los combustibles fósiles y la aparición de las calderas y estufas de pellets, ha pasado a ser la forma de calefacción en muchos hogares, en detrimento de las calderas tradicionales de gasóleo o gas.
-Morado Ramirez Daniel
Esta web se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier contenido generado en los espacios de participación en caso de que los mensajes incluyan insultos, mensajes racistas, sexistas... Tampoco se permitirán los ataques personales ni los comentarios que insistan en boicotear la labor informativa de la web, ni todos aquellos mensajes no relacionados con la noticia que se esté comentando. De no respetarse estas mínimas normas de participación este medio se verá obligado a prescindir de este foro, lamentándolo sinceramente por todos cuantos intervienen y hacen en todo momento un uso absolutamente cívico y respetuoso de la libertad de expresión.
No hay opiniones. Sé el primero en escribir.