Aunque la eutanasia se legalizó en este país desde hace más de 20 años solo se reglamentó para los adultos en 2015, en el 2017 la Corte Constitucional ordenó al Gobierno “hacer efectivo el derecho a morir con dignidad de los niños, las niñas y los adolescentes” el Ministerio de Salud respondió con la resolución 825 del 2018 que establece situaciones particulares en distintos rangos de edad, y siempre bajo la condición de que la enfermedad sea terminal y el sufrimiento constante, insoportable y no pueda ser aliviado. Se require el consentimiento inequívoco del paciente, y es a partir de los 12 años cuando “el concepto de muerte se consolida como irreversible, universal e inexorable”.
No se contemplara la eutanasia en neonatos y primera infancia y mucho menos en niños que tengan una discapacidad intelectual o trastornos psiquiátricos, los niños entre 6 y 12 años solo se aplicara en casos excepcionales y deberán demostrar que cuentan con un desarrollo cognitivo y psicológico suficiente para tomar la decisión y deberán contar con el apoyo de los padres. Entre 12 y 14 prevalece la autonomía del menor, pero será obligatoria la concurrencia de los padres. Y a partir de los 14, solo contará la voluntad del adolescente.
Siendo Colombia el único país en América Latina con una reglamentación establecida sobre la eutanasia en adultos, se convierte a su vez en el tercer país después de Holanda y Bélgica en reglamentar su uso en menores de edad que se niegan a prolongar el padecimiento de una enfermedad terminal.
Desde mi punto de vista creo que no somos quien para tomar decisiones por otra persona que tenga las facultades para hacerlo. Sin importar raza, color, religión y en este caso la edad. Tanto jóvenes como adultos son dueños de su vida y al tomar la decisión de prolongarla sin tener en cuenta el sufrimiento de la persona ya estaríamos violando el derecho a la autonomía de la voluntad lo que quiere decir que cada individuo informado, y como un sujeto moral como reza la sentencia C239 decida qué es lo que quiere hacer con su vida cuando está padece una enfermedad terminal. También se dice que es el sujeto el que decide sobre su propia vida no sobre la de los demás es por eso que el morir dignamente es un derecho de cualquier persona que tenga uso de razón para reclamarlo sea adulto o adolecente.
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