"Les he aplicado la eutanasia a unas 35 personas y no me arrepiento", dice Gustavo Alfonso Quintana
"Creo, profundamente, que la gente tiene el derecho de escoger cuándo morirse y el derecho de morir bien".
La primera vez que hizo la eutanasia fue para ayudar a una familiar suya: una mujer de 57 años que tenía un tumor cerebral. "Su enfermedad la regresó casi a su estado fetal. Después de tres años de agonía quedó reducida a unos huesos forrados en piel. Pesaba 28 kilos y no era justo que siguiera sufriendo. Por eso no sentí ningún temor de hacerlo".
La eutanasia no llegó a la vida de Quintana por casualidad. "Estuvo a punto de quedar cuadrapléjico en el año 82. Una noche saliendo de un congreso de medicina, entre Melgar y Girardot, el atropello a un caballo. Tuvo trauma craneoencefálico y se le aplastaron dos vértebras de la columna. Cuando lo llevaban al hospital, sentía que se le estaban durmiendo los brazos y las piernas. Le suplico a un colega que en caso de tener una lesión cervical no me hicieran nada. Ahí supo que no quería pasar el resto de sus días postrado en una cama. Entendio que la vida solo vale la pena si es plena y que la muerte no tiene por qué estar ligada al dolor, al sufrimiento".
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