Un ejemplo: la mejor forma de enseñar

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

Cuando escuchamos este mandamiento de Jesús parece sencillo de entender, sin embargo, los judíos no tenían tan claro quiénes son “ los unos y los otros”, es decir, quien es el prójimo a quien tienen que amar.

Los judíos creen que su prójimo es sólo la persona que sigue las tradiciones de ellos y que pueden portase mal con el resto.

Jesús, para corregir esta idea les cuenta la historia de un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo dejaron medio muerto. Lo vieron un sacerdote y un levita que bajaban por ese mismo camino, y los dos pasaron de largo. Sin embargo, también pasó un samaritano que, al verlo, se conmovió y le ayudó. No es casualidad que Jesús ponga como hombre bueno a un samaritano, pueblo por el que los judíos sentían un gran desprecio. 

Después de contar la historia, Jesús, plantea una pregunta: “¿Cuál de los tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”  La respuesta fue “El que lo trató con compasión”. Entonces, Jesús dijo “Vete y haz tú lo mismo”.

La respuesta no sorprende a nadie, no podía ser otra. Sin embargo si en vez de contar una historia, Jesús hubiera hecho la pregunta directamente, probablemente la respuesta hubiera sido que para un judío el prójimo solo puede ser otro judío.