Fuente propia, Karina Quispe.
El restaurante más antiguo de Cataluña, según el Libro de los Récords Guinness y el segundo más antiguo de España, ubicado entre las calles Ferran y Boquería, se encuentra la calle Quintana, que desde 1786, el restaurante que perdura en el tiempo gracias a una fórmula muy simple: una cocina tradicional que funciona, con un buen trato con la gente y una buena relación calidad-precio, es por ello que el restaurant Can Culleretes, un emblema de la hostelería barcelonesa.
En 1786, Joaquim Pujol quien lo fundó, dio inició como un establecimiento de degustación de chocolates de la mayor de las calidades, postres deliciosos como la crema catalana y exquisiteces como el tradicional mató.
La familia Regàs en 1890, fueron los responsables de convertir Can Culleretes en el restaurante que es hoy, a partir de entonces vivió un constante crecimiento hasta la Guerra Civil. Se especializaron en platos típicos de la cocina catalana, como la escudella, la butifarra con seques y carnes de caza, alcanzando un gran nombre como restaurante a principios del siglo XX. Sin embargo, en 1936 pasaron momentos difíciles que bajaron su calidad y echaron a perder lo que un día fue.
Sisco Agut y Sussi Manubens compran el restaurante en 1958, la que le devolvería su alta consideración, el ambiente y carácter familiar del restaurante se afianzó. La cocina, cómo no, incidió de nuevo en la calidad, la tradicionalidad y el sabor de casa.
Can Culleretes propone una oferta en la que los productos se identifican y la gastronomía más propia de la tierra en la que habitan se expresa tanto con un carácter genuino un poco más evolucionado y actualizado, atendiendo a las demandas de los paladares más contemporáneos. Porque somos recuerdos pero también sueños de futuro.
Al ser el único restaurante en Barcelona cuyo rótulo da fe de la antigüedad del local. Siguiendo el consejo escrito en la puerta “Estireu la porta” , el cliente se encuentra con un amplio interior que evoca la época modernista, con grandes pinturas costumbristas en los salones, las paredes también están cubiertas de centenares de fotografías de famosos que han comido o cenado en el restaurante. Pero la historia del restaurante no se conserva sólo gracias a estas fotografías y recuerdos, ya que si las paredes hablasen relatarían miles de anécdotas ocurridas a lo largo de los años.
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