Las que entraban al convento podían mantener a sus criadas particulares y podían recibir visitas, a quienes convidaban con chocolate y con animada conversación.
Las monjas eran excelentes cocineras y preparaban muchos de los dulces que hoy son tradicionales en México.
Para la ceremonia con la que iniciaban su vida religiosa, estas monjas se vestían con gran riqueza, símbolo del lujo que abandonaban al entrar al convento.
Muchas fueron retratadas con estos trajes. También se les pintaba en el momento de su muerte.
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