Las hijas de familias ricas que no se casaran, podían entrar a un convento y continuar con su vida llena de comodidades.
Los hijos de los señores adinerados vivían en medio de lujo. Se los vestía con ropas y peinados iguales a los de sus mayores: joyas, pelucas y maquillaje, imitando siempre las modas europeas.
La educación comenzaba en la familia y era severa en disciplina y trabajo.