Lina Ben, fue de las primeras personas que acudió al municipio tunecino de Sidi Bouzid, donde se sacrificó el jóven vendedor ambulante Mohamed Bouazizi, de 26 años, el 17 de diciembre de 2010 y que encendería la chispa que motivó las revueltas de la primavera árabe. La “influencer” falleció el lunes 27 de enero en el hospital con 36 años,debido a una enfermedad crónica que sufría desde los 11 años. Ya en 2007 tuvo que someterse a un trasplante de riñón que le donó su madre.
Lina Ben Mhenni recorrió su país con una cámara de fotos y vídeo y transmitió la represión que sufrían los ciudadanos en su blog “A Tunisien Girl”. Rápidamente tuvo gran éxito internacional y la convirtió en líder del levantamiento que acabó con la dictadura de Ben Ali en 2011 (desde 1987). Su funeral, celebrado el martes en el cementerio de Djellaz, en la capital de Túnez, se convirtió en un símbolo para el empoderamiento de la mujer en la sociedad tunecina. La tradición religiosa prescribe que a los funerales solo pueden acudir los hombres. Sin embargo, en el de Lina Ben Mehnni, el ataúd lo han llevado varias mujeres y hombres, y dos de sus amigas han pronunciado la oración fúnebre ante la tumba.
Entre los cánticos durante la ceremonia se escuchó la frase “Ella no perdonó y nosotros no perdonaremos, en alusión a las consignas” que esgrimen quienes se oponen a la ley de que amnistió en 2017 a los funcionarios corruptos de la dictadura. “Igualdad para las mujeres”, y “justicia para los mártires de la revolución”, “Lina, descansa, nosotros continuaremos el combate”, también se hicieron eco.
Lina Ben Mehnni era la hija de una agitadora de izquierda la cuál sufrió prisión y tortura en los años setenta. En una entrevista de 2011 relató a este diario: “Empecé a bloguear en 2007 y en tres idiomas, sobre temas no conflictivos como la música, pero al año siguiente di un salto cualitativo. Desde A Tunisian Girl denuncié la censura en Internet impuesta por el régimen y defendí los derechos humanos, y entonces comenzaron los problemas. Mi blog fue censurado, es decir, que dejó de ser accesible desde Túnez, y al regresar de noche a casa de mis padres me topaba con policías de paisano que primero me decían con educación que una chica de buena familia no debía hacer esas cosas. Después el acoso policial fue más agresivo y un buen día entraron en casa por la fuerza y se llevaron mis dos ordenadores y mis cámaras”.
Su última publicación la escribió solo unos días antes de morir, el pasado 19 de enero. “Desde ayer”, decía, “me siento tan feliz y afortunada, gracias a mis amigos, que me han organizado un homenaje sorpresa. Esta mañana he estado en el hospital, me he hecho los análisis y controles y hay una ligera mejoría. Y es gracias a vosotros: a vuestras palabras, vuestras visitas, vuestros esfuerzos continuos para ayudarme en este periodo muy difícil de mi vida”.
También escribió que ese día cuando salió a la calle y paseó por la avenida principal, sintió amargura al ver a “ciertas familias de torturados y heridos de la revolución, casi solas y abandonadas”. “Desgraciadamente, el número de personas que las apoyan disminuyen año tras año.
Después vino el homenaje sorpresa que le preparó la Asociación de Mujeres Demócratas en acuerdo con sus padres. A ellos les dedicó también sus últimas palabras: “Jamás podré agradecer a mis padres, vuestros cómplices, que han vivido mi calvario junto a mí y que continúan apoyándome en todo lo que hago. Mis padres, que han hecho de mí lo que soy hoy, me han enseñado los principios del humanismo, la libertad, la honestidad y la dignidad”.
Tras las protestas de la primavera árabe, Lina Ben Mhenni se convirtió en una activista de derechos humanos, y su nombre fue barajado en 2011 para el premio Nobel de la Paz.
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