Eduardo Pizarro Leongómez, Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional.
El bipartidismo colombiano es uno de los sistemas partidistas más estables que ha habido en el mundo. Y uno de los más antiguos. En 1849 don Ezequiel Rojas elaboró las bases programáticas del Partido Liberal. El mismo año, Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro redactaron los fundamentos doctrinarios del Partido Conservador. Esto hace ya más de 150 años. Ni Inglaterra ni Estados Unidos -los dos modelos bipartidistas clásicos-, pueden reclamar una tradición tan antigua. El viejo bipartidismo inglés del siglo XIX (Conservador y Liberal), fue sustituido por uno distinto que dominaría el siglo XX (Conservatismo y Laborismo). El actual bipartidismo americano (republicanos y demócratas), emergió como tal poco antes de la guerra civil (1861-1865).
No obstante, a diferencia de Inglaterra y Estados Unidos, el bipartidismo colombiano ha funcionado en realidad como un sistema multipartidista debido a una rica tradición de lucha fraccional. En Colombia, como en Uruguay, las fracciones partidistas eran entidades políticas con mayor grado de disciplina y cohesión que los propios partidos que no eran más que dos 'subculturas políticas' tras las cuales se movían los aparatos políticos reales. Para todos los efectos prácticos, el MRL o el Unionismo laureanista eran partidos en sí mismos. Cada uno tenía sus directorios nacional, departamentales y municipales, su bancada parlamentaria y su programa de gobierno.
Estos dos factores explican el fracaso histórico de todos los intentos de crear 'terceras fuerzas' hasta, si acaso, la última mitad del siglo XX. Por una parte, la inmensa mayoría de los colombianos adherían a uno y otro partido siendo la población disponible para otros proyectos políticos muy limitada. Por otra parte, en su rico juego fraccional, los partidos lograban reunir una amplia gama ideológica que cubría todo el espectro ideológico: desde la derecha hasta la izquierda. Desde Gabriel Turbay hasta Gerardo Molina, pasando por Jorge Eliécer Gaitán. Entre 1920 y 1950 hubo muchos intentos de crear 'terceras fuerzas', pero, todas fueron cooptadas por los partidos tradicionales. El único sobreviviente fue el Partido Comunista, que ha logrado sobrevivir lánguidamente desde 1930.
El único movimiento que logró desafiar con relativo éxito al sistema bipartidista fue la Alianza Nacional Popular (Anapo), que probablemente ganó las elecciones en 1970. En esa época, la Anapo tenía una vertiente liberal y una vertiente conservadora. Pero, cuando decidió lanzarse como un partido distinto en 1972 se desinfló. Las bases anapistas se mantuvieron fieles a sus viejas adherencias.
Durante el Frente Nacional se produjo la emergencia de los grupos guerrilleros de 'primera generación', tras la revolución cubana (Farc, ELN, EPL). En los años 1970 y, ante todo, tras la revolución nicaragüense, surgirán las guerrillas de 'segunda generación' (M-19, Quintín Lame, PRT). El impacto de esta temprana militarización del campo de la izquierda tuvo un impacto devastador para la democracia colombiana: cerró los espacios para la emergencia de una izquierda democrática. En un clima de guerra interna crónica, miles y miles de líderes y militantes de izquierda fueron asesinados. La guerrilla ha sido, en buena medida, el principal soporte del bipartidismo. La más importante creación de las Farc, la Unión Patriótica, fue ahogada en sangre. Una página negra en la historia colombiana.
A principios de los años 1990 emergió la AD M-19 y, tras su votación en las elecciones presidenciales y para la Asamblea Constituyente, fue recibida con júbilo: por fin había surgido una 'tercera fuerza' en Colombia. No fue así. Fue una estrella fugaz ahogada por un liderazgo caudillista y debilitantes luchas entre facciones personalistas.
Colombia llega al siglo XXI con los dos mismos partidos que han dominado la historia del país desde 1850; pero, se trata de partidos hondamente fragmentados, exhaustos ideológicamente, incapaces de afrontar la crisis nacional con un proyecto nuevo de nación. El campo de las 'terceras fuerzas' es, también, desolador: Una guerrilla sin norte político y sin ética revolucionaria; una izquierda democrática fracturada en decenas de partidos, micropartidos y movimientos políticos, incapaces de generar un liderazgo nacional coherente. Y, además, decenas y decenas de movimientos religiosos, étnicos, culturales, regionales en representación de segmentos específicos de la población.
El bipartidismo no da más, pero, el nuevo mapa partidista que Colombia requiere a gritos todavía no se vislumbra en el panorama.
https://www.semana.com/nacion/recuadro/bipartidismo-terceras-fuerzas-colombia/127022-3
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