Valeria

Ya con el frio del atardecer Valeria continuaba jugando en el arenero del pequeño parque, pero no podía sacar una idea de la cabeza, una idea que entre lágrimas se iba acrecentando, ¿cómo sería su vida de no haber nacido en esa casa? ¿cómo sería ser querida por papá y mamá? el no tener que soportar continuos golpes y se preguntaba si ella en realidad pertenecía a esa familia, mamá la tomo de los cabellos diciéndole que ya era tarde y debían regresar a casa, por las tardes era el único momento en el que la pequeña Valeria podía tener lo más parecido a una familia, en donde papá y mamá la podían acompañar aun si no quería jugar con ella.

Para ella el meter las manos entre la arena y cubrirse de la tierra era tan satisfactorio, sentir el rosar de cada granito de polvo, era un pequeño momento en el que podía ser feliz, una de esas tardes en las que podía salir escuchó: — hola, ¿te diviertes? — preguntó una figura mucho más alta que ella, solo la observó contra el sol sin decir una palabra hasta que aquella persona se hincó para poder hablar mejor, —¿qué juegas? — le preguntó esta persona, —solo juego con la arena— tartamudeo, —¿cómo te llamas? — se animó a preguntar Valeria después de un rato, como solo le respondió con una sonrisa ella empezó a contarle que sus papás la sacaban de vez en cuando a jugar en ese arenero y que ellos la trataban mal, pero igual los quería mucho, cuando terminó de contar, la sonrisa en la cara de esta persona se hizo aun mayor como si le agradara la idea de una niña acostumbrada al sufrimiento, a la falta de amor y problemas con la familia.

—mi niña, yo siempre estoy cerca de ti, siempre he estado siguiéndote y hoy al fin te he alcanzado— le dijo esta persona a Valeria, en medio de una extraña expresión.

Valeria sintió una extraña paz y calidez al escuchar hablar a esta figura que no hacía más que sonreír, veía como aquella figura era tan feliz que pensó por un momento que se sentiría ser así, cuando aquella persona lo notó le propuso: — ¿sabes? Podrías venir conmigo si quisieras, no necesitas más que tomar mi mano, ¿qué dices? Conmigo podrías tener algo mejor que lo que tienes ahora, tan solo ven conmigo, acompáñame, ¿o de verdad me dirás que te sientes bien con ellos? — dijo a la pequeña mientras señalaba con una mano a sus padres que ni siquiera la veían y con la otra mano extendida hacia ella, Valeria se convenció y tomó su mano mientras se levantaba de la arena, aquel sujeto solo comenzó a caminar con ella mientras platicaban de algún tema que a Valeria le pareció muy interesante, porque  los dos parecían alejarse muy felices, mientras, sus padres ni siquiera habían volteado a ver a su hija, cuando el clima empezó a volverse frio los padres fueron por su hija ambos con una cara de enojo que cambio al llegar al arenero y notar lo que había sucedido: —se fue— dijo su madre con una falta de expresión en su rostro, ambos se quedaron inmóviles por un momento sin saber que hacer o a quien pedir ayuda, cuando por fin salieron del shock el padre simplemente la tomo entre sus brazos y la levantó sintiendo su piel tan fría como el mismo transcurso entre la tarde y la noche, su cuerpo era lo único que conservaba la cara de tristeza pues ahora Valeria se encontraba feliz, tanto como jamás lo había sido.