Con el acontecimiento sucedido en Popayán el pasado 17 de septiembre que dejó como resultado el desplome de la estatua del español Sebastián de Belalcazar fundador de la ciudad a manos de un grupo de personas pertenecientes a la comunidad indígena Misak, la ciudadanía se encuentra dividida en dos bandos, por un lado están, aquellas personas que celebran las acciones de los Misak puesto que asegura que están en todo su derecho de reclamar las tierras que les pertenece, debido a que hace más de 500 años el Morro de Tulcán y sus alrededores, era la tierra donde habitaban sus antepasados y de los cuales fueron despejados bárbaramente por los conquistadores, en la otra cara de la moneda, están las personas que aseguran que si bien, las tierras pertenecieron en su momento a la comunidad indígena –hablamos hace más de 500 años-, intentar dar a conocer esta historia causando vandalismo en la ciudad no les garantiza ser escuchados, por lo contrario y por comentarios de varios ciudadanos tanto en redes sociales como en las calles se asegura que este tipo de acciones hacen que el pueblo payanes se sienta inseguro y temeroso de los indígenas, ocasionando repudio.
Misak junto a la estatua derrumbada, Popayán 17 de Septiembre 2020
Para recordar un poco nuestra historia local y entender la postura de la comunidad Misak, es importante resaltar que antes de la fundación de Popayán en 1537 y como menciona el libro Los pueblos del Cauca escrito por el Licenciado en sociales el profesor Jesús Solís Gómez, “esta tierra estaba habitada por los indios Pubenenses” tesis que es fácil corroborar puesto que a lo largo de los años el Morro de Tulcán ha sido escenario de numerosas investigaciones por parte de antropólogos e historiadores y cuyos hallazgos de artefactos, momias y utensilios datan de la época precolombina y se encuentran en su mayoría depositados en el Museo de Historia Natural de la ciudad; pero su importancia para los Misak radica en el hecho que esta comunidad afirma ser los descendientes directos de los Pubenenses y esto también ha sido respaldado en las obras de antropólogas como Beatriz Vásquez de Ruiz y Ximena Pachón, que confirman que el origen de los Misak o Guambianos perteneció al territorio del prehispánico cacicazgo de Calambás, el cual hacía parte de la Confederación Pubense, y quienes huyeron hacia los páramos durante la conquista y la colonia abandonado sus tierras por la toma brutal de los españoles y que durante los años siguientes a estas épocas fueron casi obligados a desaparecer.
Pero el dolor de los Misak ha prevalecido a través de sus descendencias, no solo por ser obligados mediante el uso de la fuerza a despojar sus tierras sino porque como afirmó en su momento el poeta Guillermo Valencia en El Morro se iba a erigir la estatua del "Cacique Pubén", en honor a la historia indígena precolombina, en honor a los Misak, pero lo lamentable y la traición que no se ha podido borrar en la historia de la comunidad y de Popayán es que esta estatua fue realizada y quien le diera vida sería el escultor Bogotano Rómulo Rozo pero nunca tuvo la gracia de cumplir con su cometido puesto que "desapareció" misteriosamente. Fue entonces cuando en 1940 en la pirámide de Tulcán como lo llamaban los pueblos indígenas se dispuso un pedestal como se había acordado, pero con la traición que en lugar de la estatua del Cacique –que se encontrada perdida- se construyó un monumento al conquistador Sebastian de Belalcazar a quien se le atribuye la fundación de Popayán y de varias ciudades de Colombia y Ecuador. Por lo tanto, nunca hubo una reivindicación a este pueblo y las heridas al parecer son tan profundas que hoy 2020 no han podido sanar. A letra del mismo Guillermo Valencia cuyo origen Payanés y familia son pertenecientes a la primera línea de descendencia de mestizos dolorosamente escribió "hay que dejar a los necios con sus necedades; de una obra de arte hicieron un pisa papel".
La estatua que estaba en el Morro de Tulcán, por otro lado, al pasar los años significó un faro en donde cientos de personas diariamente se unían a su alrededor, representaba la historia (mal contada) de un español que vino a liberar esta tierra, trayendo consigo el catolicismo, el concepto de ciudad –los indígenas tenían su propio concepto- y la lengua que actualmente hablamos que es el castellano. Pero lo que muchas veces en las clases de historia no se cuenta es que Belalcazar impuso todo esto bajo la masacre y explotación de los pueblos que habitaban lo que se conoce hoy como el Valle de Pubenza, reconocidos columnistas como Francisco Varona Muñoz, lo tildan de bárbaro y ambicioso pues solo buscaba de esta tierra el oro, pero lo que debemos tener en cuenta es que la rabia de los pueblos indígenas y los que están inconformes por cómo transcurrió la historia no es contra Belalcazar, pues él solo era un peón de la corona Española, un intermediario de la búsqueda sedienta de un reino que estaba en quiebra y encontró en esta tierra indígena su llave para seguir con su opulenta vida. La palabra bárbaro a los españoles se les queda corta puesto que un bárbaro es sinónimo de exterminio, de ser barbaros los que llegaron a conquistar esta tierra no quedarían restos vivos de las tribus que habitaron el Valle de Pubenza en esa época, como en el caso de Norte América la cual fue colonizada por Inglaterra y donde es casi imposible encontrar tribus aborígenes y son pocos sus descendientes y es fácil notar que la mezcla de razas es casi nula (hombre/mujer blanca, ojos azules/verdes y cabello rubio) -aquí no-.
Por lo tanto, que podemos hacer ahora si desde los años 30 los ciudadanos de Popayán disfrutan subiendo a la cima de esta pirámide sin terminar, para deslizarse por la falda de esta montaña o divisar la bella ciudad blanca, se puede ver años tras años los domingos el flash resplandeciente de las cámaras que no paran al retratar un recuerdo de la visita a este lugar de historia. Si quitamos esta estatua entonces por qué no se quita también las tres cruces pues es un claro ejemplo de la imposición de una religión que los indígenas no profesaban o por qué no destruimos el centro de la ciudad pues son construcciones arquitectónicas que evocan construcciones europeas y están muy alejados a parecerse de los caseríos en los que Vivian los antiguos Misak, ¿no, verdad?
Por lo anterior, entonces ¿Los ciudadanos del Cauca y de Popayán -excluyendo a la comunidad Misak- deberíamos apoyar estas acciones?, porque si bien, la historia avala el hecho de que estas tribus cedieron por la fuerza sus tierras, no podemos olvidar que estas mismas en la actualidad, son patrimonio inmaterial y que la ciudad cada día lucha por preservar, referente a los indígenas, en esta época contemporánea gozan con beneficios –que son imperfectos, pero los tienen- y son beneficios que en datos históricos jamás habrían soñado tener. Asimismo, en esta lucha de tomar bando y pelear los unos con los otros por defender a indios o españoles, es importante que todos entendamos que ninguno de nosotros quienes habitamos el Valle de Pubenza y a nivel de Colombia en general tiene ascendencia pura de ellos, recordemos que somos el resultado de la colonización española, de la mezcla de razas (INDIOS, BLANCOS, NEGROS) y que nadie en la actualidad es en un cien por ciento español o indígena.
Además, muchos de los que apoyan a los Misak se quejan que se derramó sangre y que se usó la barbarie y la irreflexión para apoderarse de sus tierras, pero el 17 se usó nuevamente la irreflexión que tanto es criticada por ellos para bajar la estatua de Sebastian de Balcázar del Morro de Tulcán. En la opinión de esta estudiante, ¿No haríamos más contribuyendo y edificando, que tomando por la fuerza e imponer lo que creemos es correcto?, lo que sucedió con los pueblos precolombinos es lamentable y lo respaldo, la búsqueda de poder del hombre siempre termina en muertes y tragedia. ¿Pero al bajar esta estatua los Misak son ahora reconocidos por ser la noble descendencia de los Pubenenses?, ¿se les permitirá volver a sus tierras y usar el Morro de Tulcán como pirámide sagrada como lo hacían hace más de 500 años?, la respuesta es que no y por desgracia en lugar de ser un acto simbólico que nos una como comunidad para la mitad de la población solo fue un acto de irracional, absurdo y que solo intenta revivir la historia pero esta vez a la inversa imponer las costumbres y decisiones indígenas por encima de los demás.
Lo que quedó de la estatua de Sebastián de Belalcazar
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