LA PAZ ESTÁ EN TU CORAZÓN.
Y ese fue el día que comprendí que mi mundo no era oscuro, que mi mundo no estaba lleno de soledad y tristeza, que mi mundo era hermoso, con miles de paisajes llenos de color… Pero mucho antes de que llegara este día mi vida era completamente diferente, así que les contare mi historia desde el comienzo.
Mi nombre es Felipe Martínez y vivo en Buenos Aires, Argentina en compañía de mis padres, Cesar y Marina. En ese entonces ellos tenían una vida muy ocupada, pues mi padre era el gerente de una empresa y mi madre una reconocida estilista y casi no tenían tiempo para mí, lo que no me genero un gran vacío en mi corazón, que con el tiempo se convirtió en rencor.
Todo empezó un día en mi escuela, recuerdo que cursaba quinto grado y a mi grupo ingreso un chico nuevo que se llamaba Mateo, él era un chico muy dominante y grosero, que causaba terror por todos los pasillos de la escuela, porque golpeaba todo lo que interfería en su camino. Un día sin querer choque con él y le manche su camiseta con mi jugo de mora, recuerdo que me miro con tanta ira que yo solo temblaba del miedo, él levanto su mano y me golpeo hasta que se cansó, pues nadie de los que allí se encontraban se atrevía a ayudarme.
Tocaron el timbre de salida y yo solo salí corriendo porque no quería volverme a cruzar con Mateo, apenas llegue a mi casa busque rápidamente a mi madre, pero como siempre la casa estaba sola, así que subí a mi cuarto a llorar hasta que me quedé dormido.
Amaneció y solo escuche la voz de mi madre que me decía: “levántate que se te hace tarde para ir a la escuela” y luego la de mi padre diciendo “Felipe ya nos vamos a trabajar, pórtate bien, regresamos en la noche” así eran todos los días, muy pocas veces los veía. Ese día llegue tan triste a la escuela que ya no me importaba si Mateo me pegaba, pensaba que si mi vida no les importaba a mis padres tampoco me importaría a mí.
Al entrar a mi salón todos festejaban, pes mateo no iba a volver porque se mudaba de nuevo, pero ni esa noticia logro alegrarme, solo me hizo pensar en ser el reemplazo. Y así fue, desde ese momento todos me empezaron a tener miedo y respeto pues ya no era el mismo de siempre, ya solo buscaba calmar mi tristeza y mi dolor golpeando a otros chicos, si yo no tenía paz en mi corazón nadie más la tendría.
Mi vida cambio tanto que ya no me importaban mis padres, ya no me importaba la escuela, ni mucho menos mi vida. Así pasó mucho tiempo y mis padres ni siquiera lo notaron, pues para ellos lo más importante eran sus trabajos, nunca asistían a las reuniones de la escuela ni atendían a los llamados de la directora por mi mal comportamiento. Cada día que pasaba me sentía más solo, lo que causaba más odio en mí.
Un día en el recreo de la escuela, un chico choco contra mí, derramándome su gaseosa, todos alrededor quedaron en suspenso, pues esperaban que yo le pegara, pero justo cuando voltee y vi su miedo recordé aquel día que yo había chocado con Mateo y la gran paliza que me había pegado y no quise hacerle lo mismo al chico, así que volví a voltear y continúe mi camino. Mientras tanto me preguntaba ¿Qué habría pasado que había impedido que le pegara?.
Me sorprendí cuando llegue al salón y vi que aquel chico era el nuevo estudiante y justamente lo habían ubicado a mi lado, en el puesto que había estado vacío por mucho tiempo porque temían sentarse a mi lado.
Gabriel era su nombre, pues era lo que yo había escuchado. Continuaron con la clase y de repente sentí que me tiraron un papel que decía: “Perdón por manchar tu camiseta”, solo lo ignore porque no sabía que responderle. Ese día llegue a mi casa y me encerré en mi cuarto como siempre, pero esta vez estaba más confundido que todos los días porque no sabía por qué no había golpeado a Gabriel como a los demás, así que decidí esperarlo al día siguiente para golpearlo por haberme manchado la camiseta.
Amaneció y lo estaba esperando para pegarle, como lo había pensado, pero Gabriel no llego así que me fui para el salón y encontré en mi puesto una bolsa con una nota que decía: “Perdón por manchar tu camiseta, aquí tienes una nueva. Espero que te guste, atentamente: Gabriel”. Recuerdo que tome la bolsa y salí con ella, pues no sabía cómo reaccionar.
Me senté en una banca de la escuela y coloque la bolsa a un lado, poco después escuche una voz, era la voz de Gabriel que me decía: ¿Ya abriste mi regalo? ¿Te gusto?, como yo no respondía el siguió hablando… “La camiseta es de color azul, yo la elegí”, luego siguió un momento de silencio y yo le dije: “No necesito una camiseta nueva, solo olvida lo que paso y aléjate de mí”. Luego me fui y deje la bolsa junto a él.
Cuando llegue a mi casa no podría creer lo que había pasado, pues alguien me había regalado algo, lo que nunca había recibido de mis padres. En ese momento sonó el timbre así que baje a ver quién era y apenas abrí la puerta no había nadie, solo estaba la bolsa que me había regalado Gabriel con otra nota que decía: “Acepta mi regalo, solo quiero ser tu amigo”, lo tome y entre de nuevo a la casa pensado en esa frase que había escrito Gabriel… “Solo quiero ser tu amigo” ¿Amigo? Me pregunte, que quiere decir eso, yo nunca he tenido ni voy a tener amigos, eso no existe.
Al día siguiente Gabriel se volvió a acercar y yo le dije: “¡Aléjate o te golpeo!”, pero no me hizo caso y se acercó diciéndome: “¡Felipe, solo quiero ser tu amigo!” a lo que yo respondí con un golpe y marchándome. Llegue a mi salón y una nueva nota sobre mi silla que decía: “¡Encuentra la paz en tu corazón y tu vida cambiara!, aquí te dejo mi número, atentamente: Gabriel”. Salí para mi casa preguntándome ¿Por qué Gabriel se preocupaba por mí? ¿Por qué era tan bueno? ¿Qué era tener paz en el corazón? Así que decidí llamarlo, pues me estaba confundiendo y yo no quería saber nada de paz, nada de felicidad, nada de colores… solo quería seguir mi vida llena de tristeza, donde no habían más colores que negro y gris.
Cuando me contesto me dijo: “sabía que me ibas a llamar, ¿Qué te parece si llevo mis videojuegos a tu casa y jugamos?” no dejo que yo hablara para decirme: “¡listo ya voy en camino!” y me colgó. En ese instante pensé en no abrirle la puerta cuando llegara pero me dije así mismo que lo mejor era esperarlo afuera para golpearlo, para que entendiera de una vez que yo no quería ser su amigo.
Apenas llego me dijo: “Felipe no me pegues, primero déjame hablar” yo deje que hablara, pues luego de eso se iba a ir y nunca regresaría, pero sus palabras fueron tan sinceras que me hizo creer que le importaba, así que lo deje entrar a mi casa y jugué con el toda la tarde, me había divertido como nunca lo había hecho. Por primera vez en mi vida me sentí feliz.
Pasaron algunas semanas y yo había cambiado demasiado ya no era agresivo, ya no me la pasaba triste y lleno de odio y lo mejor era que tenía un amigo genial.
Un dia de camino a casa Gabriel me pregunto por mis padres, mis ojos se aguaron y volvió a renacer en mí ese odio, así que le dije que no quería hablar de ellos y le pedí que no los volviera a mencionar nunca, Gabriel solo me miro y continuamos caminando. En ese momento Gabriel había decidido que iba a hablar con mis padres sin que yo me diera cuenta.
Al dia siguiente Gabriel madrugo a mi casa para esperar la salida de mis padres y les hablo de mi tristeza y mi odio, luego mis padres volvieron a entrar a la casa y subieron a mi cuarto a buscarme, pero yo ya me había salido por la ventana porque había descubierto a Gabriel hablando con ellos. Me sentí tan traicionado por Gabriel y quería acabar con él, pero como siempre me calmo y me hizo entender que mis padres estaban arrepentidos del daño que me habían causado y que querían llenar el vacío que habían dejado.
Al llegar a mi casa mis padres me esperaban en la puerta con los ojos llenos de lágrimas, al verlos yo también llore y corrí a abrazarlos. Entramos a la casa y hablamos toda la noche, ya el vacío que tenía se estaba empezando a llenar gracias a Gabriel.
Cuando me fui a acostar recordé que Gabriel me había escrito que si encontraba mi paz interior mi vida cambiaria, y si estaba cambiando radicalmente, eso quería decir que estaba en paz conmigo mismo y con los demás. Y ese fue el día que comprendí que mi mundo estaba lleno de felicidad, de amor y de color, que solo tenía que encender la luz de la paz en mi corazón.
A partir de este momento ya no sería el chico que nunca hacía falta, ni al que nunca extrañaban y del que todos se olvidaban. Y así termina mi historia, convirtiéndome en el chico con la mejor familia y amigo del mundo, en pocas palabras… ¡El chico más feliz del universo!
FIN.
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