“Nadie es, si se prohíbe que otros sean”
Paulo Freire (1921 – 1997)
El capitalismo como sistema mundial se reproduce a costa de la vida. En su expansión reconfigura geopolíticamente los territorios, tanto materiales como inmateriales. Genera crisis civilizatorias que sirven para reciclar nuevamente las relaciones de producción y permitir nuevamente la generación de las condiciones para continuar con un sistema incompatible con la vida misma, un sistema que tiene como base la fetichización de las personas, de sus relaciones, de sus creaciones.
El modo de producción capitalista, se funda en una estructura económica y superestructura a la que le corresponden formas de conciencia social (Marx, 1859). Es por ello que a la vez que se expande de forma material, requiere expandirse ideológica y culturalmente para legitimar sus ganancias, acumulación y concentración del poder, para ello despliega un discurso hegemónico que permite ocultar las contradicciones del capital (Acosta, Cajas. 2015).
Este discurso hegemónico, se materializa en sociedades que legitiman injusticias y riesgos para su propia reproducción, sociedades que ven como distante la crisis humanitaria actual, haciendo caso omiso de los 20 millones de personas en riesgo de hambruna (ONU, 2017), sociedades que presencian sin inmutarse las guerras generadas por el capital, con víctimas cada día en países como Siria, Iraq, Yemen, Afganistán y Ucrania, así como también conflictos armados que se mantienen en vilo como el de Estados Unidos con Corea del Norte, y los más cercanos geográficamente a nuestro país como los que se generan en Venezuela, entre otros que ocurren principalmente entre Medio Oriente y África, y que día a día exterminan parte de nuestra propia humanidad. Sociedades que no reaccionan ante un sistema económico en el que la brecha entre la economía real y el capital ficticio generado por la especulación financiera es cada vez mayor (el producto mundial bruto a nivel mundial, era de $75 billones en 2015, mientras la especulación en monedas ascendió ese año a $5.3 billones al día y el mercado global de derivados se estimó en $1.2 trillones1), reduciendo el tiempo faltante antes de una nueva crisis económica mundial, fundada en la excesiva acumulación en pocas manos.
Es así como el discurso hegemónico es determinante para convertirnos en seres que en vida, pierden la capacidad de indignación ante la injusticia social que recae sobre la propia vida. He ahí su importancia para la construcción del sentido común de las personas y por tanto, de lo que es legitimado para la formación social. Este discurso hegemónico, se difunde por medios de comunicación masiva y también por las redes sociales a través de la manipulación de los sentidos colectivos. Discurso hegemónico que engloba la palabra y el símbolo para articular las creencias de las mayorías en torno de las conveniencias de las minorías que disputan el poder del capital mundial.
A través del discurso legitimamos lo que consideramos como verdadero, son las palabras alienadas y alienantes sin capacidad transformadora las que desvinculan a las personas de la realidad en la que se encuentran (Freire, 1970). Es por ello la centralidad de cuestionar nuestra propia construcción de ser persona, con respecto al lugar desde el cual nos situamos para la transformación social y con respecto a nuestra historia personal y colectiva, recuperando y reivindicando las luchas de nuestros pueblos, y en torno a ello, cuestionando los mecanismos que utiliza el discurso hegemónico para destruir las sociedades y esfuerzos colectivos alternos a los del capital.
Cuestionar nuestra construcción personal en la construcción colectiva nos lleva a reflexionar sobre las adscripciones identitarias y el planteamiento hegemónico de las mismas: la homogeneización cultural. Considerando a la misma como la negación de las diversidades a partir de procesos de colonización cultural, que permiten la reproducción de modos de producción y, por tanto, de modos de consumo.
Las adscripciones identitarias son empleadas manipulando el sentido de pertenencia, por ejemplo, considerando la actual agenda de debate y acción política, la adscripción de acuerdo a lo etario y al género, considerando el caso de “la juventud” y de “la mujer”, como referencias utilizadas para negar la diversidad en el interior de estos grupos sociales, en torno a un proyecto de sociedad que genera producción en masa de individuos, que permitan la reproducción del capital. Sin embargo, esta homogeneización mantiene aún las jerarquías propias de un sistema que se sustenta en la desigualdad, pues, si bien se postula la estandarización de las personas, la organización económica mundial está basada en la concentración de riquezas en ciertos países y la marginación de otros.
En el caso de “la juventud” Torres (2015), menciona la importancia de no olvidar la adscripción identitaria como resultado de una complejidad social que da cuenta de la no existencia de una sola forma de ser joven, y que abre la posibilidad de las muchas maneras de serlo. Es así que en lo joven se encuentran diversidades, y toda agrupación que pretenda con fines políticos utilizar esta adscripción atribuyéndose la pertenencia etaria de este grupo social, no hace más que negar la diversidad presente en el mismo y aspira a funcionalizar aprovechando su gran importancia social. Tomando en cuenta que más allá de las consideraciones de tipo economicista que ven en la población joven una oportunidad de mejorar el desempeño económico de un país; debido al incremento de la “oferta de trabajo” en el mercado laboral debido al denominado “bono demográfico”; y al interés de captar votos de jóvenes por parte de los partidos políticos, la juventud se constituye en un grupo poblacional que a partir del despertar de su conciencia política - social, podría plantear a partir de una mirada crítica y situada la construcción de nuevas realidades.
En el mismo sentido, la tecnocracia de género, las agrupaciones que utilizan a las niñas y mujeres jóvenes y/o en situación de vulnerabilidad para fines político partidarios, las que se tiñen de feminismo burgués o liberal y defienden privilegios que muchas veces ni siquiera gozan, utilizan el discurso de “la mujer”, negando nuevamente las diversidades. Estas agrupaciones de igual forma, profundizan y acompañan la ahistoricidad propia del individualismo. Estos movimientos de mujeres, a la vez se nutren de grupos de juventudes que crecieron en la década en que el denominado “fin de la historia” hizo que el neoliberalismo tome impulso, grupos que rehúyen a la política pero en su ser apolítica (0), la secundan sin cuestionarla, ni a ella ni a los privilegios y jerarquías de poder, o que se sirven de la misma y son funcionales al sistema.
La negación de lo diverso, no sólo pasa por la adscripción identitaria, sino por todas las relaciones de producción social y las ideas que las sustentan y que a la vez son su creación. Instituciones creadas por la sociedad e ideas tales como la democracia (considerando la democracia liberal), la libertad (con base en la libertad de mercado), la familia (como un requisito que la sociedad exige a ser completado entre un hombre y una mujer bajo ciertos mandatos de subordinación), la religión (en cuanto limita en función a sus creencias y códigos de ética, las relaciones de espiritualidad de otro tipo). Estas entre otras ideas en las que se basa lo hegemónico y su correspondiente homogeneización, son defendidas por los sectores privilegiados que de ellas se sirven planteándolas como leyes eternas de la naturaleza y de la razón (Marx, Engels. 1847), y en nombre de las mismas niegan lo diverso y la existencia de lo alterno.
El recuperar la capacidad de cuestionarnos sobre las relaciones sociales que permiten esta reproducción de injusticias y desigualdades, es recuperar la capacidad de indignación y la conciencia social para el despertar de la conciencia de clase, y transitar más allá del discurso alternativo, a la acción política emancipadora.
Los desafíos que plantea la transición de Estado en nuestro país, ameritan aún más el recuperar lo diverso y profundizar las transformaciones estatales en este sentido, retomar lo que está al margen de dominio del capital y (re) construir alternativas al desarrollo que permitan un transitar sin perder el norte establecido para alcanzar nuestras utopías. Construir sociedades que más allá del individuo – objeto propio del capital, recuperen lo diverso del sujeto y sujeta de reivindicación social, por mundos más justos y para profundizar las luchas de nuestros pueblos.
[1]Datos en: Estado Policíaco Global (Robinson William, 2017). Recuperado de: http://www.cubadebate.cu/especiales/2018/01/20/estado-policiaco-global/
REFERENCIAS
Marx Carlos. 1859. Una contribución a la crítica a la economía política.
Freire Paulo. 1970. Pedagogía del Oprimido.
Acosta Alberto, Jhon Cajías.2015. Instituciones transformadoras para la economía global.
Tórrez Yuri. 2018. Adscripción política de los jóvenes migrantes. La Migraña Nº 25.
Marx Carlos, Engels Federico. 1847. El manifiesto comunista.
Esta web se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier contenido generado en los espacios de participación en caso de que los mensajes incluyan insultos, mensajes racistas, sexistas... Tampoco se permitirán los ataques personales ni los comentarios que insistan en boicotear la labor informativa de la web, ni todos aquellos mensajes no relacionados con la noticia que se esté comentando. De no respetarse estas mínimas normas de participación este medio se verá obligado a prescindir de este foro, lamentándolo sinceramente por todos cuantos intervienen y hacen en todo momento un uso absolutamente cívico y respetuoso de la libertad de expresión.
No hay opiniones. Sé el primero en escribir.