Los sistemas agroalimentarios: bioculturalidad como resistencia ante la hegemonía del Capital (Manuel A. Espinosa S., 20 de enero de 2018)

Las culturas propias de nuestros pueblos originarios y campesinos han permeado todos los ámbitos de la vida humana en nuestra Abya Yala, constituyendo una cosmogonía en la que mujeres, niños, hombres, ancianas, niñas y ancianos interactúan con plantas, cerros, animales, nubes, espíritus, ríos, vientos, energías, estrellas y materiales en una espaciotemporalidad que no reconoce sino continuidad y perennidad cíclica.

Analíticamente, ante lo cultural de nuestros pueblos ancestrales contemporáneos, podemos distinguir que sus sistemas agroalimentarios, es decir, los procesos que comprenden desde el cultivo, recolección y crianza de plantas y animales hasta las formas de preparación y momentos de su consumo, conforman expresiones bioculturales en las que especies biológicas y cultura, sean usos, prácticas, estrategias o tecnologías, se encuentran profundamente interconectadas.

En efecto, en el contexto de ciertas formaciones sociales, algunas plantas, insectos, materiales, hongos o animales son necesarios para la expresión cultural de tales grupos humanos y que se traducen, de manera muy sencilla, en la gastronomía de nuestra región.

En este espacio de El Coplero, iremos una a una, recuperando tales expresiones bioculturales en los diversos platillos que podemos degustar en las diversas regiones culturales de México.

Conforme vayamos conociendo la gastronomía originaria y campesina mexicana, sus ingredientes y el contexto que permite su reproducción como expresión biocultural, daremos cuenta de que tales sistemas agroalimentarios representan estrategias de resistencia ante la hegemonía agrícola, comercial y alimentaria que imponen los corporativos capitalistas, los tratados de libre mercado y los circuitos comerciales globales que buscan la uniformidad alimentaria y agrícola, la desaparición de las múltiples expresiones culturales en las gastronomías endógenas y el empobrecimiento del patrimonio agroalimentario ancestral que recurre a múltiples especies biológicas y que hacen de los alimentos, momentos de densidad intersubjetiva porque celebran la vida del otro -los 15 años de la hija y se le prepara el mole-, porque anuncian la trascendencia del ser querido -los tamales que se ofrecen ante el fallecido-, porque disfrutan de las estaciones del año y el éxito de las cosechas -la preparación de la calabaza con piloncillo o las sorrascas con elotes recién cortados-.

Los platillos que hemos recibido en herencia de parte de nuestros ancestros, constituyen pilares culturales de identidad, sentido y proyecto. Son estratégicos en la defensa de quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos como pueblos, como comunidades y como familias; y, por ello, nuestras bioculturalidades son paragones de resistencia ante la dominación del Capital que pretende borrar nuestro pasado, imponernos un presente y declarar el fin de la historia.

Este será un camino lleno de colores, texturas y contrastes: de lo salado a lo amargo, de lo dulce a lo ácido, mixturas y preparados improbables, culturas vivas que gozan de la biodiversidad alimentaria. Es un viaje para conocer mercados, parcelas, bosques, estufas y personas, desde otra perspectiva, al México profundo y negado de Bonfil Batalla. ¿Nos acompañas?

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