Y Dios entregó al hombre un don muy preciado advirtiéndoles que el Paraíso en la Tierra, transcurre por el alma de este obsequio. Ellos agradecidos, pusieron en práctica todos los sentidos al emplearlo. Con el oído hallaron su sonido y con la vista le dieron cuerpo. Más tarde paladearon su forma. Cuando lo compartieron con quienes le rodeaban aplicaron un tacto extremo y buscaron, con el olfato, aplicarlo en el momento adecuado. Así, muchos encontraron la nobleza del mismo pero otros menos, interpretaron su contenido surgiendo de este modo disputas, desavenencias y hasta guerras entre hermanos. —¿Por qué? —exigieron al Creador. Este, paciente respondió: —El buen uso de los libros solamente necesita del sentido común.
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