Un sapo, dos sapos, tres sapos...

Un sapo, dos sapos, tres sapos,…

Pandora crecía leyendo cuentos de hadas, feliz en su particular mundo de fantasía, algo así como el de las maravillas, pero sin gatos con sonrisa de queso, sombrereros locos o malvadas reinas de corazones. Su mundo eran los libros, la fantasía era su casa, le encantaba leer historias fantásticas, más aún, le gustaba inventarlas y escribirlas, del cuento pasó a otros géneros más complicados y mundos menos idealizados, que pese a gustarle mucho, no impidieron que siguiese viendo la vida, bajo el espectro de un arcoíris multicolor.
Pandora era positiva, enérgica y optimista. No veía los vasos medio llenos, ¡los veía desbordantes!, (aunque apenas tuviesen 3 gotas), ella era así y su ímpetu por la vida, contagiaba a quien la conocía. Pandora era…, diferente, una rarita con chispa, de las que gustaban a todos.

Y Pandora siguió creciendo con su particular forma de ver la vida, dando luz a quien se le acercase, tenía de sobra y además, podía generar más, hasta que se presentó en su vida el estigma del amor. El amor es sencillo, pensaba, te enamoras de alguien, os cuidáis, tenéis detalles el uno con el otro, os preocupa su salud, formación académica, proyección laboral, familia, gustos y aficiones…, disfrutáis conociendo virtudes y aceptando defectos, porque el amor es todo y un todo se forma del conjunto, no de las partes.

El amor…, se mima como un bonsái de invernadero y no un cactus en el desierto.

Con su primer beso descubrió que el amor no era como lo pintaban los cuentos, el beso le supo a sapo y el sapo no supo a príncipe, pero Pandora, que era muy optimista, no iba a rendirse por un príncipe encapsulado.

Y en menos de un tris y un tras, la niña rondaba la cuarentena, desgarrada por las zarzas de una angosta realidad que para nada se parecía a la que ella había soñado, el amor no era como lo pintaban, no el que hasta ahora había encontrado, pero…, ¿quién necesita príncipes azules habiendo nacido guerrera?

Un sapo, dos sapos, tres sapos… (No os engañéis, la esperanza siguió latente)