De la keniana Brigid Kosgei se sabe poco: que nunca pasó por el tartán y desde adolescente se dedica al maratón, que tiene sólo 25 años, que el año pasado ya ganó en Chicago y el pasado abril en Londres, que se prepara con el controvertido representante Federico Rosa en el pequeño pueblo de Kapsait y que su entrenador es otro semidesconocido, el exmaratoniano Erick Kimaiyo. Nada más. Ahora a su currículo hay que añadir otro dato: desde este domingo es la nueva plusmarquista mundial de maratón después de destrozar en su regreso el Chicago (2:14:04) el récord que resguardaba la británica Paula Radcliffe desde 2003 (2:15:25).
Con su estilo extraño, con un movimiento de brazos exagerado, Kosgei realizó una salida de vértigo, supo contenerse hasta el medio maratón y aceleró en el tramo final para rebajar un registro histórico en 81 segundos. Con la ayuda de dos liebres masculinas hasta el kilómetro 39 y sin reloj propio, la keniana disminuyó de golpe su mejor tiempo en maratón en cuatro minutos, una barbaridad para la distancia.
Justo al llegar a meta, algo aturdida y muy seria, Radcliffe -ahora comentarista de la BBC- se le acercó para darle la mano y Kosgei sólo la reconoció cuando un responsable de la organización advirtió la situación y corrió a presentarlas. Entonces sí, la keniana concedió una leve sonrisa a la británica y las dos juntas posaron para los fotógrafos de extraña manera: Radcliffe se quedó parada detrás sin saber qué hacer y Kosgei ondeó una toalla blanca.
«Siempre supe que llegaría este momento, que alguien rompería mi récord. Cuando he visto lo rápida y fluida que iba Brigid en el primer medio maratón, ya me he dado cuenta que hoy perdería mi registro», comentaba Radcliffe mientras su ya predecesora esperaba el micrófono. «Al ver a los espectadores animándome todo el rato encontré la energía para seguir yendo más rápido», añadía con timidez Kosgei, cuya principal rival en la prueba, la etíope Ababel Yeshaneh, llegó casi siete minutos más tarde (2:20:51) junto a su compatriota Gelete Burka (2:20:55).
En medio de su celebración, calmada, tranquila, nadie se atrevía a señalar, pero la sospecha volvía a dirigirse hacia sus pies. Kosgei corrió con las zapatillas con efecto muelle de Nike, las mismas Vaporfly Next% que utilizó Eliud Kipchoge para romper anteayer la barrera de las dos horas en maratón, y multiplicó así la polémica alrededor de las mismas. El pasado abril en Londres la keniana sólo pudo contar con el modelo anterior, las Vaporfly 4%, y su registro fue más de cuatro minutos más lento (2:18:20): como en el caso de Kipchoge, la mejoría podría deberse a muchos otros factores -cambios en su entrenamiento, la benévola climatología, un recorrido más llano-, pero ésta es tan exagerada, tan, tan exagerada, que exige una investigación.
En los últimos meses, la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) prometió en varias ocasiones que revisará las ya famosas zapatillas e incluso su presidente, Sebastian Coe, llegó a asegurar en Marca que el organismo decidiría sobre ellas antes de que acabe este 2019, pero de momento no hay noticias. La relación de Nike con Coe, que fue imagen de la marca durante 38 años, desde sus tiempos como mediofondista hasta días antes de ser elegido presidente de la IAAF, aparece otra vez en el centro de una controversia que marcará el devenir de las carreras de fondo.
Con la plusmarca de Kosgei, las zapatillas con efecto muelle de Nike ya han rebajo los récords del mundo de maratón y medio maratón tanto en categoría masculina como en femenina y han transformado los rankings históricos de tiempos en esas distancias. En el maratón masculino, por ejemplo, sólo en los últimos dos años han propiciado siete de las mejores 10 marcas de la historias, entre ellas, el récord oficial que estableció el propio Eliud Kipchoge el año pasado en Berlín (2:01:39) y la réplica del etíope Kenenisa Bekele esta temporada en el mismo escenario (2:01:41).
El atletismo se encuentra ahora en el mismo debate entre qué es innovación y qué es dopaje tecnológico que vivió la natación hace justo una década con los bañadores de poliuretano. Entonces, después de mucha polémica, la Federación Internacional de Natación (FINA) acabó prohibiendo ese material, aunque mantuvo los récords obtenidos con él, algunos de los cuales todavía siguen vigentes.
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