La brisa del mar se siente cada vez más cerca. Sus rostros desencajados, con unas miradas perdidas, sin saber cómo llegaron allí. Son un promedio de 70 personas entre los 20 a 40 años. Cada uno tiene una historia, cada uno de ellos son diferentes, pero eso los hace especiales. Quien iba a pensar que la llegada de ellos iba a cambiar su vida de una manera radical, pues también son diferentes porque tienen una discapacidad, ya sea física o mental.
Pero lo más valioso que uno puede sentir cuando los ven juntos es que se cuidan entre todos. Ese calor de mamá que muchas veces uno quiere, un abrazo, un beso en la mejilla, un buenos días o buenas noches de algún ser querido lo encontraron en las personas que se encuentran en el Programa Integral Nacional para el Bienestar Familiar (INABIF) Hogar Niños Jesús de Praga Ancón.
El consuelo que necesitan de sus padres fue fundamental para estos adultos, pero qué sucede cuando tu propia familia te da la espalda y te deja solo en esos momentos donde más los necesitas. Cuando saben que sufres de alguna discapacidad y en vez de ayudarte a sobrellevarlo te dejan en la calle o en la puerta de un hogar, eso es uno de los casos de estos jóvenes. Muchos de ellos recibieron el rechazo de su familia, los abandonaron, o los explotaban. A ello me refiero: que los hacían vender en las calles, les obligaban a pedir limosnas. Este hogar recibe a estos chicos para poder ayudarlos, les dan el calor que necesitaban y que sus seres queridos le prohibieron. Los integrantes que viven en este INABIF son hombres y están separados por nivel de discapacidad, cada grupo tiene un encargado, a quienes ven como profesor, tutor o muchas veces como un padre.
Cada que alguien desconocido llega a ese lugar tan acogedor, les dan una bienvenida linda, porque te saludan, son respetuosos, cariñosos, y agradecidos eso es lo mejor de todo. Lo que me pasó en esos momentos cuando compartía uno de los alimentos que traía conmigo y se lo di a ellos es que me dijeron “gracias mami” con una sonrisa enorme y unos ojitos iluminados de felicidad. En ese momento mis ojos se llenaron de lágrimas, mi corazón a punto de estallar, porque sentí esa emoción inexplicable, que muchas veces solo sonríes, sonríes porque sabes que ellos están bien, sonríes porque valoras cada instante que te encuentras con ellos.
Un grupo de estudiantes de la Universidad Tecnológica Del Perú (UTP) fueron a pasar una mañana con ellos, llevaron juegos dinámicos, hicieron un pequeño show y un hermoso compartir. Lo que se llevaron estos jóvenes universitarios, fue la experiencia de vivir una mañana con ellos, compartir lo poco que tenían para que su domingo sea diferente. La emoción de ver sus sonrisas llenó de mucha satisfacción porque hicieron que la felicidad en ellos se refleje. Celebraran cada juego que ganaban, se animaban entre ellos mismo como grupos. El baile fue la mejor parte para ellos, porque son jóvenes activos, con ilusiones inmensas, con ganas de comerse al mundo, de llenar su vida con hermosas sonrisas.
En el Perú, según El Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) en el año 2017 el porcentaje de personas con cualquier tipo de discapacidad era de un 10.4%, pero el problema no es la cifra, ni mucho menos que existan personas con discapacidad, el problema de ellos es que muchas veces no tienen el apoyo. Y, ¿de quién no reciben apoyo? pues como es esencial, el primer apoyo lo deberían de encontrar en sus familias, la familia es la pieza fundamental para poder salir de alguna dificultad y cuando estos te dan la espalda sienten que están solos en el mundo, que no saben porque están así, es allí en los peores momentos que uno tiene que apoyar.
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