El huésped del Santa María de la Caridad
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El huésped del Santa María de la Caridad

3 dic 2019


Eva fue encontrada hace más de 15 años en un basural por el señor Rafael Cárdenas, en completo estado de abandono y sin poder comunicarse con nadie.

 

Sentada y con la mirada perdida, es la primera impresión que uno puede tener al ver a la señora Eva, quien con más de 90 años y con un Alzheimer que la destruye poco a poco, es el huésped más anciano de la Casa Hogar Santa María de la Caridad, ubicado en el Jr. Zepita 243, Callao, y la que mayor número de enfermedades tiene. 

En las pocas ocasiones que se transporta de un lugar a otro, Eva utiliza un bastón viejo como soporte, que más parece la pata de una silla. También se le puede notar la joroba que se le ha formado en la espalda, víctima de la cifosis (curvatura exagerada de la espalda, que aparece comúnmente a mujeres mayores). Aun así, siempre se para a saludar a los visitantes que vienen a entregar donaciones, ya que al igual que ella, todos los huéspedes de ahí son personas abandonadas, no sólo por sus familias, sino por el Estado. El hecho de tener a alguien a quien les importe su bienestar y su salud es todavía una pequeña alegría en sus tristes vidas.

Se la pasa el día sentada en la sala principal, mirando la televisión, a pesar de que esta apagada, según cuenta el señor José Antonio, otro huésped del lugar, no alcanzó el dinero para pagar el cable y lo único que se puede ver son películas baratas. Su comida, como todos los demás, consiste en una pequeña porción de arroz con pure y su pedacito de pollo o una pequeña porción de sopa de pollo, estas comidas se intercalan diariamente. No cuentan con el presupuesto necesario para comprar carne o menestras en gran cantidad.

Eva solo va y viene, sin decir nada o molestar a alguien, cuenta la señora Yuri Serpa, enfermera de origen venezolano, quien se encarga de atender, no solo a al señor Eva, sino también a todos los ancianos del lugar. Además, nos cuenta que todos los alimentos, luz, agua y desagüe se pagan gracias a las donaciones de instituciones privadas, universidades o centros religiosos. No reciben ningún tipo de apoyo económico o social por parte del Estado. La gran mayoría de huéspedes no tienen una familia que los albergue o visite, todos los ancianos de este lugar fueron abandonados.

Sentada ahí, siempre la acompañan dos de sus compañeras más fieles, la señora Irene y la señora Alejandra quien nos cuenta un poco de su historia y cómo llegó aquí. Eva no habla español, no reconoce a nadie del lugar, tan solo a sus dos fieles amigas, quienes son las que la acompañaron desde su inicio y que, como perros fieles, se niegan a abandonarla a su suerte.

La señora Eva, fue encontrada hace 15 años en basural por el señor Rafael Cárdenas, encargado y dueño en donde queda la Casa Hogar, en total estado de abandono, y con una herida en la pierna, que felizmente no se convirtió en una gangrena. Ella solo hablaba quechua, y no sabía su nombre, lo que dificultaba su comunicación con el señor Rafael. Finalmente, la nombraron EVA, en honor al personaje bíblico y primera mujer del mundo. La llevaron al asilo de ancianos donde vive hasta el día de hoy y puede tener una vida digna a pesar de las dificultades que pasa día a día el albergue; como, por ejemplo, la falta de apoyo económico del Estado o que las familias de los ancianos los tienen en completo abandono, sin importarles que les pase.

Así como la señora Eva, miles de personas de la tercera de edad son abandonadas, no solo por el Estado, sino también por sus familias, a quien no les importa en dónde lleguen a parar o su condición en la que estén. Tan solo en el 2015, según un conteo del INEI, un 40% de todos los ancianos en el país se encontraban en albergues y otro 20% se encontraban en completo estado de abandono.

Es muy difícil mantener un sitio como este, pero gracias a las donaciones que realizan podemos seguir sobreviviendo, aunque muchas veces tales ingresos son ineficientes por todo lo que consumen los ancianos, relata Rafael Cárdenas. Además de lo dificultoso que es atender a los ancianos, son las penurias que pasan muchas veces para poder sobrevivir o poder darles una vida digna a los más necesitados, añadió.

Me despido de la señora Eva con un fuerte abrazo, con la promesa de volver para Navidad, para no solo poder pasar un rato con ella, sino con todos los ancianos del albergue, y así tratar de darle un poco de alegría a su difícil realidad y que olviden un poco sus triste pasado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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