FALACIA MORTAL

Redactado por: Felipe Toledo

Foto: Leboutiller on Pexels 

¿Cuál fue la potencia mundial que impulsó este estilo de vida? ¿Qué es lo que nos motiva a comportarnos de esta manera? ¿Cómo podremos salir de ese camino de autodestrucción? Las respuestas a estas preguntas las conoceremos a continuación. 

Empecemos por el contexto histórico. A finales del siglo XIX los empresarios estadounidenses se preocuparon porque veían que los ciudadanos, en vez de trabajar más horas para comprar más cosas, preferían ahorrar su dinero y tener más tiempo libre. Fue por eso que se propusieron convertir a los trabajadores en consumidores insatisfechos que siempre quisieran más, lo cual les aseguraría ganancias constantes. 

Así que las empresas emprendieron varias estrategias y una de ellas fue el cambio que se le dio a la publicidad. Esta se enfocó en dos cosas: por una parte denigrar los productos caseros y su reutilización y, por otra, promover el estilo de vida de los ricos, en el que las cosas valen más por lo que representan socialmente que por su función. Entonces quiere decir que el mensaje publicitario nos incentiva a comprar, por ejemplo, un celular de marca reconocida,  bajo la motivación de ser percibidos por los demás como  exitosos y de prestigio, con lo cual alcanzaremos satisfacción personal. 

El estilo de vida estadounidense se difundió por todo el mundo durante el siglo XX gracias al poder económico y político que alcanzó este país a nivel internacional, y también al alcance global de su industria cinematográfica y televisiva, las cuales fomentaron los valores consumistas. 

Fue así como el consumismo se hizo global, no obstante,  los países industrializados son los que más contaminan y  también los que más consumen.  De hecho, el 73% de los gases efecto invernadero que provocan el calentamiento global provienen de potencias mundiales como Estados Unidos, China y la Unión Europea. Mientras en potencias mundiales como  estas las personas se pueden dar el lujo de consumir en exceso y la lucha es contra la obesidad, en países de Latinoamérica, África y Asia hay millones de personas que sufren por escasez y luchan contra  la desnutrición. 

Y aunque es cierto que hay desigualdad en el consumo, el consumismo está presente incluso en personas de países latinoamericanos,  porque se tiene como referente de éxito ese estilo vida que es insostenible dado que los recursos de la Tierra son limitados, mientras que el deseo de tener más, muy acorde al capitalismo que siempre quiere más ganancias, no parece saciarse. De hecho, necesitaríamos tres planetas Tierra para mantener este ritmo de despilfarro que nos lleva a destruir el único planeta que tenemos. 

En la actualidad, el consumo aumentó debido a que la capacidad persuasiva  de la publicidad ha crecido gracias a Internet. En el documental El dilema de las redes sociales se explica muy bien que al usar buscadores como Google y redes sociales como Facebook, la información de lo que hacemos en línea se recolecta para conformar un perfil de consumidor, de modo que recibimos anuncios publicitarios basados en nuestros intereses, por lo que hay mayor posibilidad de persuadir a las personas de comprar cosas que en muchas ocasiones son innecesarias. 

Pero, ¿serán verdad todas estas promesas publicitarias de alcanzar la realización y satisfacción personal gracias al consumo? En el documental Minimalismo, menos es más, Joshua Fields y Ryan Nicodemus comparten su historia sobre una vida orientada por estas motivaciones, la cual, lejos de alcanzar tales promesas, fue llena con sensaciones de vacío, estrés y ansiedad.

Ellos plantean que lo vital para los seres humanos está siendo reemplazado por lo material. Tener un propósito de vida, relaciones y amistades significativas, ir más allá de nuestro ego para ayudar a otros, son cuestiones que quedan en el olvido porque las personas ahora estamos invirtiendo la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo en trabajar para tener el dinero suficiente que nos permita pagar lo que consumimos. Eso les llevó a hablar sobre el Minimalismo, cuyo mensaje central es ir más allá de las cosas para dar espacio a lo que realmente agrega valor a nuestras vidas, que no son cosas. 

Esto nos muestra que debemos abrir los ojos ante las falacias de la publicidad y las presiones sociales por aparentar esto o aquello. ¿Queremos ser felices de verdad o aparentar ser felices? También  debemos asumir nuestra responsabilidad como consumidores, porque si no hay demanda de productos innecesarios las empresas no tendrán un incentivo económico para arrasar con los recursos naturales, aunque también es necesario que nos organicemos para exigir responsabilidad ambiental a gobiernos y empresas. 

Los Latinoamericanos no debemos tratar de imitar el supuesto desarrollo de los países industrializados, porque estamos yendo detrás de una falacia que es mortal para millones de especies, incluida la nuestra. En vez de imitarlos, consideremos las palabras de la escritora Rita Segato: “Lo que más toca el nervio del capital es cuando decimos que hay otras formas de felicidad”.