RESURGIR DE LAS CENIZAS

Redactado por: Felipe Toledo 

Foto: CulturaGenial

En esta columna de opinión procuraremos analizar esta forma de ejercer poder, que aunque es más sutil que otras, resulta ser bastante efectiva. Y lo haremos sirviéndonos de algunos elementos de una gran obra cinematográfica de la industria nacional. 

“El Abrazo de la Serpiente” fue la primera película colombiana en ser nominada a los premios Oscar. Su personaje principal es Karamakate, un chamán amazónico que a comienzos del siglo XX, durante su juventud, se encuentra con un alemán llamado Theodor, quien pide su ayuda para encontrar la yakruna, una planta sagrada que puede curar su enfermedad mortal. 

Aunque el indigena desconfía de los blancos por lo que ellos le han hecho a su pueblo y a su territorio termina por acceder y brindar ayuda al extranjero. Mientras buscan la yakruna se encuentran con un asentamiento religioso en el que un fraile español prohíbe a niños indígenas hablar sus lenguas nativas. 

Esta escena nos permite ver una realidad histórica y es que la educación tuvo un papel muy importante en el predominio de la cultura europea sobre la cultura de los pueblos indígenas. Más que una educación para instruir, se trató de una educación para dominar, censurando las formas de pensar y de ser de los pueblos nativos para imponer otras.

Esto podría resumirse en la palabra “Hegemonía” propuesta por el filósofo y periodista Antonio Gramsi. ¿Y qué significa este concepto?  Hace referencia a cuando una clase social impone su manera de ver el mundo, de pensar y por tanto de comportarse en otro grupo social, ejerciendo un tipo de poder de carácter ideológico.

Pero volvamos a la película. Cuando los protagonistas continúan su búsqueda llegan a  una “cauchería”, un lugar en donde extraían de los árboles el líquido con el que se fabrica caucho para venderlo al exterior. Esta escena nos permite analizar otra realidad histórica, y es el hecho de que Colombia, y América Latina en general, han seguido las “recomendaciones” de las potencias mundiales sobre cómo debemos manejar nuestra economía y por tanto nuestra relación con el medio ambiente.

¿Y esto cómo se relaciona con el SoftPower? Bueno, las potencias de comienzos del siglo XX le dijeron a nuestra región que para entrar en la época de la modernidad debíamos convertirnos en explotadores y exportadores de nuestros recursos naturales. 

Orientados por esa creencia, por esa idea de progreso que fundamenta el modelo de desarrollo extractivista, hemos provocado consecuencias desastrosas para nuestra biodiversidad.  Y actualmente seguimos fieles a las instrucciones, mal llamadas “recomendaciones” de las potencias mundiales, dado que en el siglo XXI también aplicamos la idea de ser países desarrollados a partir del modelo neoliberal que importamos. 

Pero continuemos con el análisis y la narrativa cinematográfica, aunque daremos un salto en la trama. Cuando Karamakate ya ha envejecido se encuentra con otro extranjero, esta vez un estadounidense, llamado Evans, quien al igual que Theodor busca la yakruna porque, supuestamente, quiere tener sueños nuevamente, pero  lo que en realidad busca es un abastecimiento de caucho para el ejército de EEUU que está en el Segunda Guerra Mundial.  

Y es aquí donde podemos ver la esencia de las cultura indígena que hemos dejado en el olvido, porque lejos de esos intereses de convertir la naturaleza en instrumentos para la destrucción, Karamakate utiliza las plantas para sanar. 

Pero no nos quedemos con ese único referente de la cultura aborigen. Ya que hace unos minutos hablamos del concepto de desarrollo que hemos aprendido de Europa, vale la pena mirar qué significa desarrollo para la comunidad indigena Múrui del Putumayo. 

Para ellos el desarrollo no es generar dinero aunque implique destruir el ecosistema, por el contrario, piensan que el desarrollo es conservar nuestro entorno natural, entendiendo que por más dinero que generemos, si acabamos con la fauna y la flora básicamente estamos acabando con el medio que nos permite subsistir. Desde esta visión, para que el ser humano progrese debe encontrar coexistencia con su entorno. 

Las escenas que analizamos históricamente muestran que la colonización cultural nos ha dicho qué lengua debemos hablar, cómo debemos pensar y hasta de que forma tenemos que relacionarnos con la naturaleza. Y como resultado, vivimos tal como nos han inculcado, desconociendo las maneras de pensar y vivir que tenían las culturas ancestrales que fueron arrasadas.  

Al llegar a este punto me gustaría hacer una aclaración, y es que no trato de decir que todo lo que venga del exterior es algo negativo, para nada. Si bien es cierto que existen relaciones de dominación entre países, también hemos recibido cosas positivas de afuera, por ejemplo avances científicos que han salvado millones de vidas. 

El punto al que quiero llegar es que, además de ser conscientes de las relaciones de dominación,  es necesario que conozcamos más de las culturas indígenas que dejamos en el pasado para que así no tengamos como único referente de vida lo que “recomiendan” las potencias que quieren seguir dominando. 

Por eso quiero mencionar el concepto de “Ecología de Saberes” propuesto por el sociólogo Boaventura de Sousa. ¿Y qué significa esa vaina? Lo que quiere decir es que así como otras culturas, tales como la europea y estadounidense, tienen saberes y conocimientos que pueden ser valiosos, nuestras comunidades también. Y el conocimiento de una cultura no tiene porque pisotear al conocimiento de otra, dado que pueden complementarse y ser de utilidad si extraemos lo mejor de cada una. 
Con todo, debemos comenzar a ver con ojos críticos aquello que nos han inculcado y esforzarnos por conocer más de las culturas que  las potencias mundiales han querido incinerar, de modo que hagamos resurgir de las cenizas las formas de ver el mundo que pueden reorientar nuestra sociedad.