21F: CON SU MORAL O LA NUESTRA (Juan Carlos Pinto Quintanilla)
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21F: CON SU MORAL O LA NUESTRA (Juan Carlos Pinto Quintanilla)

Qué es la moral sino las formas y contenidos que una sociedad carga sobre sus integrantes para definir el bien y el mal, y de esta manera generar un habitus de comportamientos, que permita el control social de la propia sociedad entre sus miembros para detectar y señalar aquellas anormalidades y corregirlas a través de la educación impartida en la familia y luego complementada por las escuelas, las iglesias y los medios de comunicación. En definitiva las instituciones terminan por definir la ideología del comportamiento social.

23 feb 2018

Qué es la moral sino las formas y contenidos que una sociedad carga sobre sus integrantes para definir el bien y el mal, y de esta manera generar un habitus de comportamientos, que permita el control social de la propia sociedad entre sus miembros para detectar y señalar aquellas anormalidades y corregirlas a través de la educación impartida en la familia y luego complementada por las escuelas, las iglesias y los medios de comunicación. En definitiva las instituciones terminan por definir la ideología del comportamiento social.

Ahora bien esta explicación que justifica al conservadurismo liberal en la defensa de sus instituciones y que en definitiva pretende justificar la naturalidad de las separaciones de clase, y que los pobres deben existir para que los ricos puedan ejercer la caridad, tiene como puntal represivo al propio Estado que tiene como finalidad tan sólo la de administrar el cumplimiento de las normas establecidas y las costumbres, dejando que la iniciativa privada sea la que administre la vida en común. En esta perspectiva son más importantes los cuerpos represivos que los derechos de las personas, que existen en función de los recursos económicos con los que cuentan. 
Sin duda este mundo administrado por el neoliberalismo tuvo como consecuencia la irrupción de los pobres en la historia, en defensa de sus derechos no sólo a tener lo necesario para vivir, sino también de cambiar el orden de las cosas; de esta manera en diferentes partes del mundo se produjeron revoluciones para restituir los derechos pero además para seguir soñando que es posible construir un mundo diferente al capitalista, donde el futuro sólo puede ser el exterminio de una buena parte de la humanidad y de los recursos naturales para la vida para preservar los intereses de cada vez menos ricos que se apropian de lo que nos pertenece a todos. 
Esta osadía tuvo como consecuencia que cada vez más personas puedan ser parte de la historia, cada vez más tengan derechos y los ejerzan y en definitiva que siempre sean muchos más los que se rebelen frente a la tiranía del mercado y sueñen construyendo otros mundos posibles. En América Latina, en Bolivia tuvimos ese atrevimiento de cambiar la historia y de incluir a los nadies en el protagonismo de construir país, y mientras cambiaban las condiciones de vida de la mayoría que vivía en la miseria, ellos empezaron a perder el miedo a cambiar ese mundo que los había condenado a la servidumbre. 
Pero el sistema no sólo son normas y leyes, son costumbres y morales que son los comportamientos de todos los días, y que históricamente han estado marcados por la voz y la moral del amo, que nos decía como debían ser las cosas, desde el trabajar hasta el cómo votar. Recuperamos nuestra propia voz y tenemos posibilidades de ser elegidos para hacer lo que siempre soñamos colectivamente. Sin embargo el sistema patronal, que es más que las personas que se fueron, vuelve a recordarnos que la moral de los patrones sigue estando vigente, que a veces nos hace ser soberbios con los nuestros, que nos hace olvidar los sueños colectivos para volverlos egoístamente individuales, que nos hace consumistas sobre lo que nunca tuvimos y olvidar a los que aún nada tienen. 
Esa moral del deber ser del pasado nos sigue haciendo colonia del mercado, y entonces la modernidad se convierte en el nuevo ícono a seguir, del nuevo modelo a imitar, que además nos repite que el pasado indio ya no existe, que eres una nueva clase media que debe tener nuevos sueños, aquellos que nos hacen ricos y famosos a cualquier precio, aún el de robar al Estado que es el guardián de los intereses y los derechos de todos. Esa moral que no sólo es un retorno al pasado conservador, sino que también es una suerte de posmodernismo, que desconoce todo tipo de limite y principios cuando se trata de intereses y derechos individuales; que no se detiene a analizar que pueden decir aquellos que antes desde la izquierda o la derecha nos pisoteaban y ahora son los demócratas que dicen defender la democracia de la dictadura de la mayoría; o los jóvenes hedonistas por convicción, que hacen y viven el momento para obtener satisfacciones con el menor esfuerzo posible y que en su mayoría reniegan de la política, dejando el campo libre a la manipulación mediática. 
Esta es la caja de pandora que abrimos todos, que tratamos de encontrar un sentido diferente al de sólo haber logrado el derecho liberal de que todos y todas sean tomadas en cuenta y que este país de mayoría india se vea como plurinacional. Mejorar la vida de la mayoría es una revolución histórica así como el que los diferentes, los IOC sean parte del poder, pero aún nos falta desprendernos de los sueños individuales ajenos que el mercado todos los días nos impone y los medios de comunicación junto a las redes nos repiten, para decirnos que la única moral que vale es la que te hace feliz aún a costa de los otros, que en realidad los opresores del pasado no fueron tan malos, que fueron caritativos cuando fueron demócratas; que los izquierdosos reciclados que nos atacan desde las pantallas y las redes en realidad son en realidad auténticos demócratas que convencen a “colectivos ciudadanos” de que lo que la Mayoría decidió hacer en este país en realidad es dictadura.
Por eso para ellos su moral equivale a decir y actuar según las circunstancias para lograr recuperar el poder de clase que siempre tuvieron. Las reglas de ellos mismos están hechas para romperse, de esta manera, ante la impotencia política, le hacen campo a la guerra moral como parte primera del desgaste del gobierno indio. Eso fue el 21F, que en el fragor de la defensa de muchos años de esfuerzo por tener un país diferente, se presenta como alternativa opositora la estrategia moral inventada de interpelar desde la familia, la paternidad responsable y otros, al presidente ante cuyo ataque se mantuvo en la estrategia moral defensiva, bajo el criterio de la transparencia que no era lo que la oposición buscaba, sino el que el barro quedara. Su moral una vez más se nos impuso y una parte de la ciudadanía se sintió confundida ante la imposición de un criterio moral inventado que los opositores convirtieron en político. Lo habían ejercitado ya antes con el caso del FONDIOC, donde un tema que debía tener un cauce legal penal por corrupción y enriquecimiento ilícito por parte de algunos dirigentes, se convirtió para los medios de comunicación de la oposición en un argumento político, con tintes racistas, basado en la inmoralidad política de los IOC para administrar los recursos del Estado. 
No es una estrategia local, sino globalizada por el Imperio para enfrentar a quienes desde una nueva altura moral, abrieron las puertas del poder a quienes nunca lo tuvieron, y generaron beneficios para todos de lo que antes eran sólo privilegios. Gran pecado para el sistema, que obligó a cambiar las estrategias capitalistas; y la ruta fue moral, la de enlodar los logros de los nuevos liderazgos bajo la sombra de oscuros intereses individuales, la de la corrupción, del narcotráfico, la del enriquecimiento ilícito; en realidad todo lo que el proceso neoliberal generalizó en sus presidencias y convirtió en natural en quienes tuvieron el poder; se convirtió en artillería de la estrategia imperial, para mostrar a los pobres que sus líderes revolucionarios son “tan corruptos como los que hipotecaron el país con el neoliberalismo”. No sólo eso sino que el hastío sobre la política que buscaron en la opinión pública, también generó en esa estrategia imperial, un cauce político camuflado, el de las organizaciones cívicas, vecinales o ciudadanas, que por preocupaciones o intereses comunes se agrupan para la movilización, y que en definitiva enfrenta políticamente al gobierno progresista constituido como alternativa no partidaria. Esa fue la estrategia empleada en la Argentina, lo sigue siendo en Venezuela y pretende serlo en Bolivia.
Perdemos cuando para crear un nuevo mundo seguimos creyendo que sólo hacer lo que los otros no hicieron en obras y gestión pública es suficiente. Perdemos cuando pensamos que la inclusión plurinacional en la gestión estatal es suficiente. No nos damos cuenta que aunque hemos democratizado el poder y los espacios de participación, todavía la forma de organizar el poder y la moral colonial sigue vigente, y quizás más generalizada por algunos, quienes antes eran parte de la mayoría silenciosa y hoy son parte del poder, que tienen como referente u horizonte político el aprovechamiento personal y no el sueño colectivo de la revolución. 
Por eso la discusión sobre el 21f antes que un tema de legalidad, es un tema de moralidad, la de ellos que armaron toda una tramoya para convencernos que no importa cómo se pierda, sino que se perdió. Que la regla sirve para juzgar a los otros más no a ellos en una suerte de oportunismo que siempre vivieron; como el convertir el voto del pueblo en la elección del tercero en votación para hacerlo presidente, el de legalizar a los presidentes con apenas un 21% de votación, el de que políticamente vale de que antes fuera dizque de izquierda, haber transitado por todos los partidos neoliberales que les dieron pega, para hoy ser demócrata independiente y militante en colectivos ciudadanos. Su moral siempre ha sido la de estar avergonzado de un país tan diverso como el nuestro, la de pensar que los indios sólo han nacido para obedecer, la de que somos una fatalidad de la historia como país que siempre debe vivir pidiendo limosna porque somos perdedores mientras admiran el primer mundo y aspira ser como ellos pues “el destino” los ha hecho ganadores.
Nuestra moral tiene que ser tan grande como nuestro pueblo y tiene que estar a la altura de la historia que nos permitió cambiar el país. Nuestra moral tiene que ver con la Patria que construimos con todos en estos 12 años, con la inclusión que hicimos, incluso de los opositores que durante décadas nos explotaron y oprimieron dándoles campo en la pluralidad que somos; con lo que construimos juntos, con la mayor participación electoral de nuestra historia, con la democracia intercultural que queremos; pero también con las luchas que aún nos debemos para que no hayan pobres, para que la comunidad sea un origen y un destino de nuestro horizonte político. Los que hablan del proceso de cambio, los que se dicen militar en la revolución pero actúan con la moral de ellos, sirviendo a sus propios intereses, son sólo traidores al proceso y la revolución. Nuestras luchas son más grandes, nuestra deliberación sobre el curso revolucionario es más importante que las miserias de la oposición y sus intereses, y por tanto nuestra moral del cambio debe acompañar la transformación, para templar el ajayu de la revolución que estamos construyendo.

 

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