Un periscopio invertido (o la memoria, una llave enterrada) Subcomandante Marcos
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Un periscopio invertido (o la memoria, una llave enterrada) Subcomandante Marcos

Pero, en todo el mundo, topos de todos los colores y tamaños hurgan la Historia oculta y encuentran y entienden. Cada tanto estos topos emergen y abren boquetes de luz subterránea que iluminan en la superficie los grises del caos neoliberal. Además de intentar matarlos, el Poder globalizado adiestra a sus “pensadores” para aislar a estos topos de la historia.

25 feb 2018


“… de modo que esta teoría de la Tierra hueca viene a materializar, por decirlo así, la milenaria intuición hermética: ¡lo que está abajo es igual a lo que está arriba!”

Umberto Eco. “El péndulo de Foucault”

1.- La Historia: aprender a ver bajo tierra.

En medio de una playa de nubes para que la mar repose su cansancio (llave cuarta), la luna llena es una nacarada estrella, tan gorda que los filos se le han limado. Recostados como estamos, le cuento a la mar la historia que el Viejo Antonio me narró una madrugada como ésta, pero con el humo del tabaco supliendo las nubes.

Con una última voluta de humo completamos el cerco que, sin decirlo, le habíamos ido tendiendo a la luna para fijarla en el cielo. Fue inútil, ella siguió su avance venciendo horas y nubes. Estábamos callados, acechando a un tepescuintle. El Viejo Antonio se había propuesto demostrarme que también se puede “lamparear” al tepes en luna llena.

-¡Ahí está! ¿Lo ves? –me gritó con un susurro el Viejo Antonio.

-Sí –mentí mientras buscaba inútilmente los ojos esmeralda que supuestamente dibujaría el haz de luz del focador del Viejo Antonio.

La chimba brilló con un sonido seco que pronto se apagó bajo el tenaz tambor de los grillos. Corrí hacia el punto al que había señalado la lámpara del Viejo Antonio. Un tepescuintle de un medio metro de largo se estremecía, con el canto plano del machete completé la comida iniciada con la chimba del Viejo Antonio. Lo agarré y lo llevé a donde el Viejo Antonio liaba otro cigarrillo.

-Ni lo viste siquiera – me dice sin mirarme.

Yo, la verdad, estaba “pajareando” esperando que la luna cayera de una buena vez, pero repetí con firmeza la mentira:

-Sí lo vi-. La luz de un cerillo encendido ilumina la sonrisa y el cigarro que el Viejo tiene en los labios.

-¿Cómo supiste cuándo encender la lámpara y a dónde iluminar?-, le pregunto para cambiar el tema.

-Lo vi acá abajo-, responde el Viejo Antonio y señala con el gesto y la mano hacia el suelo.

-¿Lo viste abajo de la tierra?-, pregunto-digo con burla. El Viejo Antonio no me responde. Bueno, no directamente. De pronto, recostándose, empieza a contarme

LA HISTORIA DE LA LLAVE ENTERRADA

“Cuentan que los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, tenían muy mala memoria y rápido se olvidaban de lo que hacían o decían. Unos dicen que era porque los más grandes dioses no tenían por qué acordarse de nada, porque ellos ya eran desde cuando el tiempo no tenía tiempo, o sea que no hubo nada antes de ellos y si no hubo nada antes entonces no había de qué tener memoria. Quién sabe, pero el caso era que todo lo olvidaban. Este mal lo heredaron a todos los gobernantes que en el mundo son y han sido. Pero los dioses más grandes, los más primeros, supieron que la memoria era la llave del futuro y que había que cuidarla como se cuida la tierra, la casa y la historia. Así que, como antídoto para su amnesia, los más primeros dioses, los que nacieron el mundo, hicieron una copia de todo lo que habían hecho y de todo lo que sabían. Esa copia la escondieron bajo el suelo de modo que no se confundiera con lo que había sobre la superficie. Así que debajo del suelo del mundo hay otro mundo idéntico al de acá arriba, con una historia paralela a la de la superficie. El mundo primero está bajo la tierra.”

Le pregunté al Viejo Antonio si es que el mundo subterráneo era una copia idéntica a la del mundo que conocemos.

“Fue”, me respondió el Viejo Antonio, “ya no”. Y es que -explicó- el mundo de afuera se fue desordenando y desacomodando al paso del tiempo. “Cuando los más primeros dioses se fueron, nadie de los gobiernos se acordó de mirar abajo para ir arreglando lo que se iba desacomodando. Así que cada nueva generación de jefes pensó que el mundo que le tocaba así era de por sí y que no era posible otro mundo. Así que lo que está abajo de la tierra es igual a lo que está arriba, pero es en forma distinta”.

Dijo el Viejo Antonio que por eso es costumbre de los hombres y mujeres verdaderos el enterrar el ombligo del recién nacido. Lo hacen para que el nuevo ser humano eche un vistazo a la historia verdadera del mundo y sepa luchar para acomodarlo de nuevo como debe ser.

Así que allá abajo no sólo está el mundo, sino que está la posibilidad de un mundo mejor.

-¿Y estamos también los dos? -pregunta la mar somnolienta.

-Sí, y juntos -le respondo.

-No te creo -dice la mar, pero con discreción gira sobre su costado y se asoma por un huequito que una piedrita dejó en el suelo.

– Deveras -le insisto- si tuviéramos un periscopio podríamos asomamos.

-¿Un periscopio? -murmura.

-Sí -le digo- un periscopio, un periscopio invertido…

II.- El Caótico Cascarón de la Globalización.

“Después comprendí que la imagen era proyectada por otra pantalla, situada encima de mi cabeza, en la que aparecía invertida, y que esa segunda pantalla era el ocular de un rudimentario periscopio, construido, por decirlo así, con dos cajones ensamblados en ángulo obtuso, el más largo tendido como un tubo fuera de la garita, encima de mi cabeza y a mis espaldas, hacia una ventana desde la cual, claramente por un juego interno de lentes que le permitía abarcar un amplio ángulo de visión, captaba las imágenes del exterior”.

Umberto Eco. Op. Cit.

El proceso mundial de homogeneización/fragmentación operado por el neoliberalismo ha barrido con las antiguas evidencias del Poder y las ha reordenado o suplantado por nuevas. Entre las víctimas de esta nueva guerra mundial están el Estado Nacional y la tríada sobre la que descansó su supervivencia, esto es: mercado interno, lengua y cultura nacionales, y clase política local. Para mantener, fortalecer y hacer crecer estos tres aspectos, los Estados Nacionales se apoyaron en policía y ejército, en gobiernos, instituciones y leyes, en medios de comunicación e intelectuales, en fin, en todo lo que fue la esencia del Estado moderno.

Fue, ya no más.

El complejo proceso de globalización visto como lo que es, como una guerra de destrucción/reordenamiento, hace saltar en pedazos los mercados internos, tiende a diluir dentro de una homogeneización brutal las lenguas y culturas nacionales, y se empeña en desplazar y destruir las clases políticas locales.

Con las crisis liquidadoras de los tres fundamentos de los Estados Nacionales, entran en crisis sus apoyos: ejército, policía, gobierno, instituciones, legislaciones, medios de comunicación, intelectuales.

Los huecos dejados por estas crisis aniquiladoras no permanecen vacíos. “La mundialización financiera ha creado, por otra parte, su propio Estado. Un Estado supranacional que dispone de sus aparatos, sus redes de influencia y su medios de acción. Se trata de la constelación formada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).” (Ramonet, Ignacio. “Desarmar los Mercados”. Le Monde Diplomatique. Dic. 1997 #525.)

Las hiperbombas financieras, detonadas a conveniencia del Poder global, han devastado la superficie política, cultural y económica de las naciones del mundo. El recuento de daños suma desempleados por millones, guerras múltiples en microrregiones, destrozos definitivos en el hábitat natural, explotación de mano de obra infantil, incontables muertes por miseria, millones de vagabundos en busca de mejores condiciones de vida, y matanzas como la de Acteal.

Pero también entre los antiguos “de arriba” hay bajas. Los agonizantes Estados Nacionales arrastran consigo a los viejos poderes políticos y económicos. A las quiebras masivas de empresas se agregan los derrumbes de clases políticas enteras.

La lógica de la globalización neoliberal no es sólo económica, también es política. La imposición de una economía transfronteriza no es sólo una apertura forzada de la capilaridad de los mercados nacionales, es también (y sobre todo) un combate contra el responsable del surgimiento y protección de estos mercados, el Estado Nacional. La homogeneización de la economía corre paralelo a la fragmentación y pulverización de la política “vieja”, y a su relevo por una clase política “moderna”.

De los antiguos poderes dominantes quedan restos desordenados del complicado rompecabezas que los mantuvo arriba por décadas. Un caos de intereses, y de personajes que representan esos intereses, deambula por los cada vez más estrechos pasillos de los Poderes nacionales. Los políticos de antes son remplazados por nuevos modelos: políticos con mil caras…

III.- La Nueva Política y sus Detentadores. Las 7 caras de los políticos profesionales.

“When I use a word”, Humpty Dumpty said, in rather a scornful tone, “it means just what I choose it to mean -neither more nor less”.
“The question is”, said Alice, “whether you can make words mean so many different things”.
“The question is”, said Humpty Dumpty, “which is to be master -that’s all.”
 
“Through the looking-glass. And what Alice found there”.
Lewis Carroll.

Al mismo tiempo que los Estados nacionales son destruidos, el Estado Mundial se consolida. Pero éste no necesita a sociedad alguna, puede prescindir de ella porque el Poder del que es depositario es el otorgado por los mercados financieros y las hiperempresas. En lugar de ciudadanos electores, las bolsas de valores conceden la legitimidad necesaria y única: la del poder económico.

Así las cosas, el Estado Mundial necesita, y produce, políticos nuevos para conducirlo. Políticos no-políticos (puesto que el fundamento social de la política, el ciudadano, ha sido eliminado) que son una especie de mutantes cibernéticos capaces de varias funciones (previa programación según el software neoliberal, of course). Estos no-políticos se “producen” en los centros de “alta” educación tecnócrata (Oxford, Harvard, Yale), y se exportan a los diferentes países para completar la destrucción de los Estados Nacionales. Para esto, deben tener…

La cara Uno: El Político-Empresario.- En el Estado “Nacional” moderno la política es fundamentalmente economía de mercado. El país debe ser concebido como una empresa más o menos grande y debe manejarse como tal. Los planes políticos se asemejan a presupuestos de inversiones y cálculos de costos y ganancias. La llamada “administración pública” cada vez es más administración y menos pública.

Como en una empresa, lo más importante es la productividad, la máxima ganancia al mínimo costo. A este criterio se subordinan programas sociales, aperturas y cerrazones políticas, relaciones internacionales, alianzas y pactos nacionales, ascenso o descenso del “éxito” político, planes gubernamentales y procesos electorales.

Para el Político-Empresario los ciudadanos no son más que empleados y los funcionarios públicos son capataces con mayor o menor poder de decisión. La Nación y sus prioridades son valoradas con criterios de “mercadotecnia moderna”: vale el que vale como productor/consumidor. Y el que no vale, puede y debe ser desechado, eliminado.

La cara Dos: El Político-Abogado.- Para la globalización económica, la estructura legislativa del antiguo Estado Nacional se convierte en camisa de fuerza y obstáculo a vencer.

Por lo regular, las legislaciones nacionales responden a una triple vertiente. Por un lado la histórica, que recoge el pasado de la Nación y que consiste en una asimilación jurídica de ese pasado. Por otro lado la que incorpora las luchas populares y sus exigencias, y regula, a través de normas jurídicas, la satisfacción de esas demandas y/o su redefinición. En un tercer nivel, se refiere a las formas jurídicas con que las clases políticas dominantes “legalizan” su poder y legitimidad.

Pero esta estructura jurídica, cohesionadora primaria del Estado Nacional, es un obstáculo legal para poder operar la disolución de las naciones que la globalización supone y necesita. Así que el neoliberalismo rompe con ese corpus legal y se confecciona uno a la medida. En nombre de la “libertad de comercio” se abrogan las legislaciones “nacionales” en educación, derecho laboral, medio ambiente, salud pública, tenencia de la tierra, uso de los recursos naturales, migración, etcétera. Para esto se crean instrumentos jurídicos supranacionales. ¿Un ejemplo? En la OCDE se negocia a escondidas, desde mayo de 1995, el Acuerdo Multilateral Sobre las Inversiones (AMI), para ser firmado en 1998 por los países miembros. Este Acuerdo da a los inversionistas poderes grandes frente a los gobiernos en materia de inversión, contratación y manejo de las ganancias.

Por esto, el político “moderno” deber ser, también, un abogado de los dineros internacionales, un abogado del diablo.

La cara Tres: El Político-Publicista.- La “explosión de los mercados” no va sola. Es acompañada por la “revolución tecnológica” y por la consiguiente creación de las superautopistas de la comunicación. Por medio de la una y a través de las otras, el espacio público es invadido por el mercado y sus referentes: compra, vende. Así que la política moderna se ejerce como “publicidad global”.

El líder político es fabricado por la publicidad. Hombres grises y mediocres simulan estaturas de estadistas (como Ernesto Zedillo en México) gracias a técnicas publicitarias y teatrales. La “legalidad” (que no la legitimidad) del gobernante depende cada vez más de la máquina publicitaria, tan caprichosa como el mercado al que sirve. Un escándalo bien manejado puede destrozar una carrera política o encumbrarla, incluso en tiempos alternantes (véase Clinton y el remis de “Deep Throat” montado en la Sala Oval de la Casa Blanca). Reducida la política a una cuestión de mercado, es decir, de intercambio de mercancías, el político debe manejar las técnicas publicitarias.

La cara Cuatro: El Político-General.- La Política, como desde su inicio en la historia de la humanidad, es sobre todo el ejercicio de la violencia organizada. Por eso el político moderno es también un General. Si ayer la “Nación” era el argumento para las guerras, ahora es la “ORDENADA libertad” (con el aclarativo “de mercado” cuidadosamente simulado). El asesinato en masa y la destrucción son también “medios publicitarios” de mercadotecnia. Estados Unidos es ejemplar en esto. En México, Acteal y la guerra que contra los pueblos indios lleva adelante Zedillo, le han ganado el aplauso de comentaristas de televisión, revistas de intelectuales, cúpulas empresariales, el alto clero y juristas decadentes.

Los monstruos que provocan estos “generales” poco o nada tienen que ver con “EL ORDEN”. El desorden es la norma, y el caos es cuidadosamente administrado por una economía mundial que sigue teniendo en el mercado bélico un importante soporte. Después del fin de la tercera guerra mundial (o “guerra Fría”), los gastos en armamento se reducen en todo el mundo. Pero a partir de 1994 vuelven a repuntar: En Medio Oriente pasa de 11,9 miles de millones de dólares a 15,3 en 1996. En el Oriente Asiático de 7,0 a 8,9. En América Latina de 0,8 a 1,6. En el Sudeste Asiático de 0,9 a 1,4. En la ex URSS de 0, 1 a 0,3. Sólo en Europa Occidental-OTAN decrecen de 9,3 a 8,5.

El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) declaró que en 1996 el mercado mundial de material militar aumentó en 8%, y llegó a 39,9 miles de millones de dólares. En 1994 ya había crecido en 13%. Todo esto después de haber caído, de 1987 a 1994, en menos 61,5% (Courier International #366. Nov de 1997). En lo que se refiere a los principales vendedores de armamento en 1996: EU tiene el 42,6% del mercado mundial, el Reino Unido el 22,1%, Francia el 14,1%, Rusia el 8,6%, Israel el 3,3%, y China el 1,5%. A partir de 1990 suben EU, Reino Unido y Francia. Cae la ex URSS y se mantienen China e Israel (Ian Black y David Fairhall en “The Guardian”, Londres, UK, 1997).

La cara Quinta: El Político-Embajador.- Rotas las fronteras para los capitales y redefinido el mercado como amo supremo, la internacionalización del quehacer político obliga a los políticos modernos a desempeñarse más como agentes viajeros, duchos en idiomas extranjeros y diplomacias de salón. El político moderno no tiene nacionalidad definida ni más idiosincrasia que la del mercado. Es norteamericano en Estados Unidos, y en América Latina, y en Europa, y en Asia, y en Africa, y en Oceanía. Su patria única es Wall Street, su color el verde dólar, piensa en inglés y vive al ritmo de los índices Dow Jones y Nikkei.

La cara Sexta: El Político-Historiador.- En el neoliberalismo la Historia se recicla para negarse y provocar arrepentimiento. En el globalizado sacrificio de las utopías se incluye la quema de banderas de rebeldía y se abrazan las del cinismo y el conformismo. El Saber se recicla y recicla sus “sacerdotes”. La nueva verdad, la de los mercados financieros, necesita nuevos profetas. El nuevo político es también un historiador, pero en sentido inverso. Para él sólo el presente tiene valor y el pasado debe ser visto como el responsable de todo lo malo que ocurra. “La verdadera historia”, nos dice y se dice el neo-político, “empieza conmigo”.

La cara Séptima: El Político-Todólogo.- Invadido el todo social por la lógica del mercado, y convertido el político en el “conductor” de esa invasión, sus “conocimientos” deben abarcar todo, por eso se sienten con capacidad para opinar de todo. Y si una parte de ese “todo” no es traducible en términos de mercadotecnia, entonces esa parte no merece atención siquiera…

Estas son pues las 7 caras del político moderno. ¿Le interesa el puesto? No se requiere inteligencia alguna (Menem en Argentina, Fujimori en Perú, y Zedillo en México lo demuestran). Basta con obedecer a los mercados…

IV.- La Vieja Política y sus cadáveres vivientes.

“Miremos a donde miremos han desaparecido buena parte de las siluetas de lo que sabíamos y en lo que creíamos, como si el “sky line” memorizado de ideas y proyectos sociales se hubiera esfumado y nos hubiéramos quedado sin imaginarios fundamentales de una cultura que no hace mucho tiempo llamábamos progresista por oposición a la cultura reaccionaria”.

Manuel Vázquez Montalbán. “Panfleto desde el planeta de los simios”.

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