Guillermo Henríquez: los libros, las letras y el sofá

Por Anggie Arévalo

-Estoy cansado de salir en periódicos, ya no saben qué decir de mi.- Dice Guillermo Henríquez mientras camina hacia el sofá blanco.

Este veterano dramaturgo y escritor es toda una leyenda cultural en Ciénaga, municipio del Magdalena en el norte de Colombia, en el que nació y aún reside. Su pasión por las letras y las artes le h apermitido recorred el mundo, dejar su huella macondiana y retornar al terruño.

Barcelona, Caracas, París, Buenos Aires, entre otros lugares dle globo, han sido testigos de sus pasos que hoy son más comunes en los alrededores de la plaza del Centenario y el atrio d ela Iglesia de San Juan Bautista.

Sentado en su sofá blanco, rodeado de libros y periódicos de distintas fechas, Henríquez recuerda el inicio de su gusto por la lectura.

-Cuando era pequeño me gustaba mucho leer historietas- dice.

Quizás ahí empezó la inspiración por escribir. Hablar de eso, es hablar seguidamente de su infancia y por ende dar una hojeada a los seres que ya no se encuentran en este plano terrenal. Un aire de melancolía sopla sobre él, su rostro lo denota y su voz se quebranta cuando habla de su padre, quien falleció siendo él muy pequeño. La muerte no permitió que viera la gran persona que tuvo como hijo.

Guillermo, ¿usted es casado?

- Nunca me quise casar, yo me casé con los libros- Responde puntualmente.

De ese matrimonio son resultados los que vienen a ser sus hijos, una serie de libros en los que resuenan nombres como Sin brujas ni espantos, El cuadrado de Astromelia, El té de Elisa, Ayer solo ayer y El misterio de los Buendía.

-He durado escribiendo un libro hasta dos días. Dia y noche escribiendo sin parar- asegura.

Eso lo dice para referirse al tirón más largo que ha dado en sus procesos de escritura. Esos que han dado resultado a obras como la reciente Ciénaga y Barranquilla en las claves de Gabriel García Márquez, libro que muy pronto será reconocido entre sus lectores y críticos.

-¿Piensa escribir nuevamente un libro?

-¡No! Ya estoy cansado de escribir, exclamó desde su sofá blanco.