Todos los años el Shopping Abasto invita a nuestros hijos a sacarse la fotito con “Papa Noel”.
Obviamente, todos los años hay fila de Surikatas que como locas quieren tener la foto de su niñito pidiéndole la Tablet o la Play a Santa, porque de eso se trata ¿no?
De alimentar el consumo desde una falsa creencia: "Mira nene, ahí está Papa Noel, pedile la Tablet"
De ultima, si no se la traen la culpa la tiene Santa y no vos que no llegaste ni a comprar ni un turrón para las fiestas pero como no querés que tu hijo piense que sos un muerto de hambre y que votaste a un forro que te hace cagar más de hambre, mejor echémosle la culpa a Santa, que para eso está.
Papá Noel para mí es el chivo expiatorio de muchos imbéciles que no se animan a decirles la verdad a sus hijos y te salen con el cuento de “el niño merece una infancia feliz”.
La infancia feliz que tuve yo nunca se basó en mentiras.
Yo sabía que Papá Noel no existía desde que fui muy chica y también que los reyes eran mis viejos, aun así miraba los zapatos pero con la ilusión de que mis viejos me hubieran podido comprar algo.
A veces había algo en el zapato, a veces no.
Lo mismo pasaba con el árbol de navidad, pero nosotros sabíamos en casa lo que costaba vivir y que si había o no había regalo no era gracias o por culpa de Papá Noel, sino por la situación económica que no nos era fácil.
Aun así, mi infancia fue plena, feliz, alegre, y disfrute de las pequeñas cosas que justamente las verdades te producen.
Una mentira no hace más feliz a un niño, una ilusión no garantiza la felicidad porque la desilusión es muy fuerte y entonces ese niño crece pensando que le han mentido y que la vida funciona así: con mentiras blancas y negras.
Yo no estoy de acuerdo, creo que si uno tiene la responsabilidad de criar a un niño hay que decirle la verdad desde que es chiquito.
A mí me toco luchar con un Padre de niño Surikato donde lidiábamos con la contradicción en forma permanente:
“No, Ana, no le digas la verdad”
“Si, nene, le quiero decir la verdad. Algún día no va a tener regalo y no vamos a poder explicarle”.
Y cuando pudo comprender le conté, y no me arrepiento porque hoy él sabe que decirle la verdad fue lo mejor que pude haber hecho.
Yo vi sufrir a muchos amigos y compañeritos de infancia cuando comprendieron que esa creencia era una “ilusión”, entonces me prometí que si era madre lo iba a criar contra todos los lugares comunes y clishes que existen para que su cabecita no estuviera por lo menos con ese chip.
Seguramente la vida le pondrá otros que no podré evitar, pero en lo que a mí respecta el chip de la conchuda Navidad y el Papá Noel con forma de coca cola y vestido de invierno, cuando todos nos cagamos de calor, ya no lo tiene.
Pero son elecciones, no juzgo a quienes lo hacen de otro modo.
Cuento mi forma de ver el mundo, lo que me define a mí como persona y define a quienes tengo alrededor.
Hoy fuimos a desayunar madre y niño al Shopping.
La verdad, no pensé en encontrarme ya con toda la fantochada navideña pero Voilá, ahí estaban las “duendas” y el Santa sentados esperando a las madres que ya enloquecidas empezaban a pelearse en la fila.
No sé por qué pero el tipo me cayó simpático, pese al odio que siento por la Navidad y que sentí toda la vida.
Una fiesta de mierda que me obligaban a festejar y que por lo único que lo hacía era por los regalos: una hipocresía completa que forzaban en las familias para juntarse cuando en el fondo no podíamos hablar de nada más que del clima y las vacaciones.
No, definitivamente la Navidad no me gusta ni me gustará jamás.
Pero bueno, yo soy una anti de muchas cosas que para otros son felicidad pura.
Para mí no, odio la navidad, odio verlos correr para hacer regalos, odio el árbol de navidad, el pesebre, lo único que tengo en casa son luces, hasta ahí llega mi amor y un árbol de hierro que esta todo el año en mi biblioteca.
Si, en casa todo el año es Navidad.
Volviendo al relato, nos fuimos a desayunar y el nene se quedó pensando y me dice:
- Ma, yo quiero ser protagonista de un relato de las Surikatas así que le voy a hacer dos preguntas a Papá Noel.
- ¿Cuáles?
- Una: ¿porque estas vestido de invierno cuando es verano y nos morimos todos de calor?
- ¿Y la segunda?
- Si me puede traer otro presidente para Navidad.
Si, ya sé que no puede, pero escucho a estos pendejos boludos pidiéndole tables y teléfonos cuando son los padres los que se los compran, yo prefiero hacerle una pregunta más inteligente.
- ¿Te vas a animar?
- Sí, creo que sí.
- Vamos entonces.
Terminamos de desayunar y nos fuimos directo a la fila.
Había algunas madres con pibitos gritando y sacándose la foto.
Vos las veías a las Surikatas, tiradas en el piso, tratando de hacer la parabólica humana para sacarle la foto al nene de todas las formas posibles.
Algunos pibes ponían cara de orto y no sonreían ni por puta, otros era más fáciles.
Yo al mío le dije: poné cara de malo en alguna, ¿dale? Después sonreí.
Nos toca el turno. Yo pensé, “este no se va a animar”, pero el pibe decidido me dice:
- Teneme la botella y la campera que voy por él.
Me hacen pasar a mí también. Así que soy testigo de toda la escena que por suerte pude retratar.
Le hace la primera pregunta:
- Porque estas vestido así, ¿no tenés calor?
- Sí, mucho calor, pero me obligan.
Me gustó la respuesta, no parecía un Santa Surikato sino un Santa Kuka. Sigo mirando la escena, el pendejo arremete con la segunda pregunta.
- ¿Te puedo preguntar algo al oído?
- Claro, dice Santa intrigado.
El pendejo se acerca y pone las manitos para que nadie lo oiga y le dice:
- ¿Me podes traer otro presidente para Navidad?
La cara de Santa se transformó en una enorme carcajada y nos entramos a reír todos, menos las duendas que no entendían que mierda pasaba y la fila de boludos que ponían cara de Poquer porque no comprendían porque tantas risas y porque de una puta vez no terminábamos y dejábamos libre la silla para sus hijos.
- Ojalaaaaa, le dice Santa, ojala pudiera. Pero no puedo cambiar el voto de la gente. Pero me encantaría.
Me mira y me dice:
- Qué hijo inteligente tenés, ojala todos fueran como él.
Como la madre, le contesto mientras me acercaba y de paso le susurro:
- Y ya que estamos te pido Justicia por Santiago y por Rafael Nahuel
¿No te ofende si te digo Santi Nahuel? Creo que va a ser mi nuevo nombre para Papá Noel en homenaje a los dos jóvenes que murieron recientemente.
Momento muy emotivo. Nos dimos un beso y un abrazo.
Nos fuimos contentos con Juan Lautaro, él pudo ser protagonista de una historia y yo pude refundar el nombre de Santi Nahuel haciéndole honor a dos guerreros que fallecieron injustamente en un gobierno de miserables, cínicos y perversos.
Santi, por Santiago Maldonado y Nahuel por el apellido de Rafael, que en mapuche significa “gran felino”, un valiente, un luchador.
Así que si insistís en que tus hijos crean en algo, haceles creer en Santi Nahuel, el nuevo Papá Noel de una Navidad que significa “nacimiento” o “renacer”, porque necesitamos un renacimiento y necesitamos nuevos símbolos más cercanos, más nuestros, más hermanados con nuestra identidad y con una nueva cosmovisión del mundo.
¡Feliz Renacimiento! en un año de lucha donde quizás mañana podamos refundar nuestras tradiciones
Dibujo: Caito