Maullidos en la Azotea. Por Ricardo San Esteban

Con el título 'Por qué Mauricio Macri puede ganar', Gustavo Gonzalez escribía que:

“Si fuera por la economía, casi tendría asegurada su derrota. Por suerte para él es probable que sus potenciales votantes no se guíen sólo por eso”... 

Y precisamente, en una cena en la que participé, había dos que votaron a Macri, uno de ellos de profesión camionero y otro, arquitecto, que me daban la pista. 

El camionero decía que no sabía a quien votar, que todos eran ladrones, y el arquitecto, que votaría de nuevo a Macri pese a que yo le recordaba las cifras del descalabro, cuestión que admitía pero que no le importaba. 

En ambos casos los culpables eran los negros que cobraban planes y que no pedían trabajo y por supuesto, Cristina. 

Las estadísticas aparecen –por ahora- con un 30% de apoyo al felino y que, como escribía el citado Gustavo Gonzalez, sus votantes no se guíen por las cuestiones económico-financieras y ni siquiera por los escándalos judiciales del varieté de Comodoro Py.

Es lógico que el Presidente tenga temor de perder...

Cómo podría estar seguro de ganar, después de cuatro años en los que consiguió la mayor tasa de pobreza, crisis e inflación desde 2001?

Si fuera por la economía casi tendría asegurada su derrota. 

El votante de Cambiemos –aquel que integra lo que han llamado su núcleo duro- está constituido por gentes variopintas que integran una alianza social que incluso es más compleja que la del peronismo y muchísimo más que la del radicalismo, y en la cual conviven conservadores con progresistas, religiosos tradicionalistas con militantes new age, abortistas y antiabortistas, individuos de alto poder adquisitivo con habitantes de barrios marginales.

Es una alianza policlasista en la que los resultados económicos no afectaron a todos por igual y en la que, además, no todos miden a Macri por los resultados que prometió y no cumplió.

Porque para ellos hubo promesas (tácitas o explícitas) con las que él sí cumplió. 

Por ejemplo, ese votante cree en lo que le inculcan continuamente desde los medios hegemónicos y desde el propio estilo de vida capitalista en cuanto a que el porte rumboso de la élite es envidiable, que el Gobierno está detrás del avance de las causas por corrupción que tienen en la mira a Cristina Kirchner y quiere fervientemente que la metan presa. 

Una mayoría está segura de que los jueces y fiscales actúan y que es el Presidente el que impulsa esas investigaciones y en todo caso, critican la lentitud. 

Además interpretan como un logro las “formas” de funcionarios atildados que no gritan, que son jóvenes y buenos mozos, que ni dan discursos largos e impostados, ni atacan a los periodistas ni interrunpen sus novelones o los puteríos de Pamela David. 

Son sectores de clase media y media alta que creen en una institucionalidad amiguista. 
 

Son los mismos que también valoran la apertura de relaciones con el mundo, el pago a los fondos buitres, el abrazo con el FMI y las alianzas y simpatías hacia Estados Unidos, la “exitosa” recepción del G20, las críticas contra Maduro y el reconocimiento de Guaidó como presidente de Venezuela. 

Odian en forma irracional, valoran la elegancia de la Awada o las genuflexiones de Macri con el rey, aplauden a la Bullrich inclusive en su postura en el caso Santiago Maldonado. 

Efectivamente, son “valores” que el PBI no mide. 

En cuanto a los más pobres, estiman que pueden soportar mejor la crisis a fuerza de planes sociales, una red de contención oficial bien aceitada en las zonas carenciadas y el beneficio de cierta obra pública. 

Y además, Racing es campeón. 

Pero hay maullidos en la azotea porque la "gata Flora" de los empresarios que fueron su sostén, hoy se sienten culiados.

Mientras que de los empresarios y de los que están en la cima de la pirámide social, Macri hoy no espera demasiado, al respecto, hay bulla aquí y en Wall Street. 

Él se siente defraudado por quienes, sostiene, no apoyan como debieran “la profunda transformación” que está haciendo. 
Pero igual está convencido de que, a la hora de votar, en ellos primará la memoria de lo que significó el kirchnerismo y que no se dejarán engañar por “falsos profetas” como ven a Lavagna. 

A unos y otros les propondrá el plan “Ahora sí”, instándolos a que crean que ahora sí están sentadas las bases económicas e institucionales para un crecimiento sostenido. 

El miedo a perder por culpa de los resultados del PBI económico intentará ser mitigado por los argumentos que muestren el crecimiento del PBI social y la promesa, otra vez, de un futuro mejor.

Que el Presidente conserve, según las encuestas, más del 30 % de imagen positiva en medio de estos meses sombríos es un dato que sorprende a propios y extraños. 

Pero yo dudo que llegue el sapo a los juncos, porque finalmente la política, que como decía Lenin, es la economía concentrada, haga razonar a los más testarudos.

Ricardo San Esteban