A decir de Joaquín Gantier: “Si Francia tiene a Juana de Arco…Nosotros tenemos a Juana de América”
En las cercanías de Chuquisaca (La Plata) nació Juana Azurduy, el 12 de julio de 1780. Su padre fue un hombre de dudoso linaje español don Matías Azurduy.
Su madre, doña Eulalia Bermúdez, fue una chola de Chuquisaca, de allí su sangre mestiza, quizás por algún desliz amoroso de don Matías Azurduy, se elevó socialmente gozando de una desahogada situación económica, ya que el padre de Juana era hombre de bienes y propiedades.
Juana tuvo una hermana menor llamada Rosalía. En vista de que en aquellos tiempos no había escuela para las niñas, el aprendizaje de las primeras letras y el cálculo lo hacían en el hogar con algún maestro particular, la doctrina cristiana la aprendían en la parroquia.
Valentín Abecia, señala: " Juana tenía la hermosura amazónica, de un simpático perfil griego, en cuyas facciones brillaba la luz de una mirada dulce y dominadora". Esa indiscutible belleza será en parte responsable del carismático atractivo que Juana ejerció sobre sus contemporáneos.
No lejos de las propiedades de los Azurduy-Bermúdez, se hallaba Chipirina una finca ubicada en el cantón Moromoro, provincia Chayanta, en esa finca nació Manuel Ascencio Padilla el 28 de septiembre de 1774.
Don Melchor Padilla fue amigo del padre de Juana, ellos y sus hijos se ayudaban en las tareas campestres y de igual manera compartían las fiestas, muy pronto entre Juana y Manuel Asencio se despertó una fuerte corriente de simpatía.
En la madrugada de un 25 de mayo de 1862 murió, “en su casa y en comunión de la Santa Madre la Iglesia, doña Juana, mayor de ochenta años, viuda del Coronel Padilla, vecina de esta Parroquia. Para morir recibió todos los Santos Sacramentos necesarios, y después de rezado su oficio con cruz baja se sepultó en el Panteón General de esta ciudad”. Así reza la partida de defunción. No hubo toque de silencio, tambores a la funerala, ni salva de fusilería en honor a la coronela muerta, porque la tropa de la guarnición estaba “demasiado ocupada en los festejos del 25 de mayo”.
En 1962, centenario de su muerte, a sugerencia de Joaquín Gantier y siguiendo las indicaciones dejadas por Indalecio Sandi, que fue el niño que acompañó en sus últimos días a la guerrillera, se extrajeron los restos humanos que se supone pertenecen a Juana Azurduy. Ahora ellos se conservan en una urna depositada en la Casa de la Libertad.
Antonio Dubravcic-Luksic
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