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Exhumación de Franco: Ni ha satisfecho a nadie, ni ha cerrado ninguna herida

Luis Alberto Sandoval | 25 oct 2019


Foto: Efe/ Mariscal Pool/ Europa Press Vídeo

 

-EDITORIAL-

 

Finalmente, el jueves 24 de octubre de 2019 se llevó a cabo la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco. Un tema que ha generado mucha polémica y muchas discusiones en la sociedad española, especialmente en las generaciones que no vivieron la Guerra Civil Española (1936-1939), y si la vivieron, eran demasiado niños como para haberse dado cuenta de que lo que habían vivido había sido el mayor fracaso de la generación de nuestros bisabuelos: una guerra fratricida.

 

A las 12:54 de un soleado día, que había empezado con una niebla densa cubriendo la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, tras 11 años de promesas, se produjo la exhumación del cuerpo de Franco.

 

Para la mitad social de España, se trata de la realización de un sueño con el que enterrar por fin una pesadilla que la atormentaba desde 2008. Pese al mensaje que durante esta última década se nos ha vendido de la imperiosa necesidad de sacar un cuerpo de su tumba, esto no ha sido movido por un sentimiento arrastrado desde la muerte de Franco en 1975, las generaciones que llevaron a cabo la transición de la Dictadura a la Democracia quisieron hacer un borrón y cuenta nueva. El régimen constitucional de 1978 nació con la palabra “reconciliación” por parte de personas con ideologías de derecha y de izquierda. Los mismos que protagonizaron y vivieron la guerra, la posguerra y la primera etapa del régimen, que fue la más dura y represiva; fueron los mismos que quisieron enterrar las trincheras y los muertos que hoy día son el presente inherente español.

 

Fue en 2008 cuando, coincidiendo con el estallido en España de la crisis económica que azotó al mundo (de la que España aún no ha salido y se va a enfrentar a la próxima crisis económica global sin reservas y sin ninguna preparación), el por entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero sacó adelante la Ley de Memoria Histórica. Una ley que para los descendientes de los vencidos dará justicia a las víctimas del bando que comandó Franco, y pondrá fin al recuerdo de sus verdugos; pero también es una ley que para los descendientes de los vencedores se trata de una revancha política contra sus antepasados, e incluso de la exaltación de los asesinos de sus familiares. Es decir, es una ley que no resuelve nada.

 

Tras 11 años de amenazas de producirse la exhumación, de continuos debates acalorados, de amagos políticos e incluso de maniobras de distracción política (cuando la prensa iba a publicar algún escándalo de corrupción provocado por los principales partidos políticos de izquierda, casualmente, se reavivaba el debate sobre la “necesidad” de sacar a Franco de su tumba) y 15 meses de batalla legal entre la familia del dictador y la Justicia; la exhumación por fin se realizó.

 

Sin embargo, lo que se había vendido como el gran símbolo de la historia de la democracia española, parece ser que no ha satisfecho a nadie.

 

Lógicamente, para la familia Franco, para los nostálgicos de su régimen y para militantes de movimientos de extrema derecha, o simpatizantes de sus ideales; la exhumación del dictador ha sido tomada como una derrota, una humillación, o una gran catástrofe.

 

Aunque miembros de la derecha de tendencia liberal siempre han procurado mostrarse neutrales en éste asunto, tratando en algunos casos de censurar, tapar o disimular su agradecimiento, su vinculación o su simpatía hacia el régimen de Franco; hoy ningún político de ese sector, ni la mayoría de sus simpatizantes, han sido capaces de mostrar apoyo o de dirigir algunas palabras que celebraran el tan “urgente” y “necesario” desentierro y traslado de los huesos del dictador.

 

Mientras que para el Gobierno ha sido un día en el que “la Democracia ha vencido a la Dictadura”, y la maquinaria propagandística del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) así lo transmite al pueblo. Se ha producido la paradójica situación de que se ha extendido el descontento en las filas de diferentes movimientos de izquierdas y de sus simpatizantes.

 

Desde políticos destacados como la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que además de parecerle “insuficiente” la exhumación, cree que se ha hecho en un momento desafortunado, mientras se están produciendo graves incidentes en Cataluña, cuyos disturbios han generado una catástrofe económica en la Generalidad que podría superar la abismal pérdida de 500 millones de euros.

 

Pasando por el principal rival político de Pedro Sánchez de cara a las próximas elecciones del 10 de noviembre de 2019, Pablo Iglesias, que en contradictorias declaraciones sobre si era o no adecuado realizar la exhumación en estos momentos, en las que califica éste día de “emocionante”, también ha declarado que la exhumación “no es suficiente” y afeó a Sánchez de usarla como una victoria para “atribuirse méritos” electorales.

 

Haciendo una especial reseña en las asociaciones de los familiares de las víctimas de las represalias del bando nacional durante la guerra, o de los represaliados durante la posguerra y la primera etapa de la dictadura; que tampoco ven “suficiente” que se haya producido, con lo cual, por mucho que el Gobierno lo venda como el cierre de una gran herida sangrante, en realidad no ha resuelto nada.

 

Hasta llegar a las bases de la militancia y los simpatizantes de la izquierda, que en su mayoría no han quedado muy satisfechas.

 

Un sector de las bases quedó disgustado al saber tanto la cantidad de dinero invertido en la exhumación, como de la gran contradicción del traslado de los restos de Franco de un monumento que es Patrimonio Nacional a un mausoleo familiar que también es Patrimonio Nacional. Además de quejarse del gran seguimiento mediático que ha tenido la exhumación, que incluso ha sido televisada en directo, pese a la condición que en un principio había puesto el Gobierno de que no habría cámaras y de que la exhumación se haría sin ninguna publicidad para evitar darle el protagonismo que al final ha tenido.

 

A lo largo de la mañana, la cadena pública Televisión Española (TVE) retransmitió en directo la exhumación, traslado y entierro; pese a que no se hicieron los honores de Jefe de Estado, para muchos ha sido “un funeral con honores” por la cantidad de seguimiento, publicidad y de medios empleados que ha tenido la exhumación; lo cual ha dejado un regusto agridulce al que iba a ser el gran hito de la democracia española.

 

Debido a que las cámaras no han grabado en directo cómo han levantado la losa de la lápida y cómo han exhumado al dictador, además de las amplias prevenciones gubernamentales para impedir que se sacara una foto o un vídeo que pudiera filtrarse a la prensa o circular por Internet; en las redes sociales ha corrido la teoría de la conspiración de que tanto secretismo podía implicar que en realidad no se estaba realizando el desentierro, y de que la salida del féretro, su traslado y su entierro podrían ser una representación fingida ante las cámaras.

 

La mayoría de las personas, por no decir que la práctica totalidad de quienes siguieron la retransmisión en directo, esperaban ver el proceso de la exhumación; pero quedaron muy decepcionados al no verlo. Algunos se quejaron por ello en las redes sociales. No fue un acierto que el realizador de TVE intercambiara las imágenes de los tertulianos del programa en directo y las del gran portón de la basílica, con el vídeo del entierro de Franco el 23 de noviembre de 1975. Principalmente, las quejas se centraron en que estaban viendo cómo fue enterrado el dictador, pero no cómo estaba siendo desenterrado. Por lo tanto, para muchas personas la exhumación les supo a poco y, para las aficionadas a las teorías de la conspiración, lo que se vio en la televisión estuvo teatralizado.

 

Mientras estos hechos se estaban produciendo, la Conferencia Episcopal Española (CEE) hizo pública la información de que estaba sufriendo una campaña para que no se tachara la “X” de la casilla de La Renta destinada a la Iglesia Católica. La práctica totalidad del fascio español se ha sentido decepcionada, traicionada y abandonada por la Iglesia, ya que esta, una vez más, tuvo una posición de total tibieza desde que comenzó el proceso judicial, e incluso los obispos hicieron todo lo posible para ceder y consentir la exhumación, encontrándose como principal escollo al prior de los benedictinos que custodiaban la basílica.

 

La CEE busca por todos los medios deshacerse del estigma del nacional-catolicismo, generándose de esta forma un profundo desagrado en las facciones más nostálgicas del fascio español, cuyas raíces ideológicas precisamente tienen su fundamento en la fe católica.

 

La Iglesia debería cambiar su postura. Puede intentar hacerse un lavado de cara y alejarse de ideologías todo lo que quiera, pero hay una cosa que nunca podrá ni borrar ni tampoco disimular, y es su enorme vinculación al régimen de Franco. Cualquier esfuerzo que haga la CEE por dar otra cara al mundo siempre será en vano. La Guerra Civil no fue solo una guerra política, también fue una guerra de religión en la que la Iglesia Católica estuvo involucrada de lleno, y eso los descendientes de los vencidos jamás se lo perdonará.

 

En enero de 2019, el gasto previsto de la exhumación por el Gobierno era de 3.738,90 euros, pero la cifra ascendió a un total de 63.061,40 euros. Gran parte de las bases de la izquierda han protestado por el desmesurado gasto que ha supuesto todo el proceso. El mausoleo familiar localizado en el cementerio de Mingorrubio, en el que está enterrada Carmen Polo, la esposa del dictador, se encontraba en un lamentable estado de abandono que ha supuesto un gasto de 39.811,79 euros.

 

El lugar en el que finalmente reposan los restos del dictador tampoco ha satisfecho a las bases de la izquierda que conocen la información sobre el mausoleo familiar. Durante esta última década, los líderes de la izquierda difundieron, entre otros motivos por los que era “urgente” y “necesaria” la exhumación de Franco, que “en un estado democrático no se podía mantener con fondos públicos la tumba de un dictador”. Una consigna que ha sido muy repetida durante estos últimos meses. Pues bien, resulta que se ha trasladado el féretro del dictador de un monumento del Patrimonio Nacional a un mausoleo cuyo titular es Patrimonio Nacional. Así que el mantenimiento de la nueva tumba seguirá siendo pagado por todos los españoles con sus impuestos.

 

La historia del mausoleo de los Franco no podemos decir que sea muy honrada. Fue una construcción hecha con secretismo, prisas y saltándose todos los trámites necesarios para realizarse. Mientras el régimen se preparaba para pasarle el testigo del liderazgo al por entonces Príncipe de Asturias, Juan Carlos de Borbón, el 10 de abril de 2019, saltándose los procedimientos necesarios para la construcción con fondos públicos, el alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro, firmó la concesión de obra del mausoleo familiar en el recientemente estrenado cementerio de Mingorrubio; con la expresa indicación de que era “por orden de la Superioridad”.

 

La obra fue designada directamente al arquitecto Ramón Aranda Pfeiffer, que tenía una relación de amistad con la familia Franco. El 21 de mayo, la concesión de la obra fue designada directamente a Constructora J. Quijano S.A. Para la construcción de la tumba se invirtió 6,88 millones de pesetas.

 

En 1975, tras la muerte del dictador, su viuda llegó a un acuerdo con el Gobierno para que la tumba fuera propiedad de Patrimonio Nacional, único documento que acredita la titularidad del mausoleo. Cuando Carmen Polo murió en 1988, con el permiso firmado por el presidente del Gobierno, el socialista Felipe González, la esposa del dictador pudo ser enterrada en el mausoleo.

 

Y ya para finalizar, me gustaría aportar mi análisis personal sobre el aguado gran hito de la democracia española. La maniobra de Sánchez era claramente electoralista. El no lograr llegar a un acuerdo con el que poder ser investido presidente del Gobierno dañó ligeramente la intención de voto hacia el PSOE, la crisis de Cataluña y su pasividad ante la ola de violencia generada por los disturbios secesionistas es lo que verdaderamente ha hecho que decrezca la intención de voto.

 

Mientras Podemos se hunde, la aparición de Más País en el tablero político puede dividir el voto de la izquierda, lo que amenazaría la intención de Sánchez de lograr alcanzar la codiciada mayoría con la que poder ser investido. Al facilitar la entrada de Más País en la contienda entre PSOE y Podemos por hacerse con más escaños en el Congreso de los Diputados, el bloque de la izquierda corre el peligro de sufrir exactamente lo que sufrió el bloque de la derecha en las elecciones del 28 de abril de 2019, perder votos y fuerza parlamentaria al fragmentarse el voto.

 

Además, la exhumación de Franco también ha coincidido con el aviso de la Unión Europea de que España no está cumpliendo con los requisitos mínimos para hacer frente a la crisis económica global que empieza a hacerse notar en Occidente, y los datos del paro cada vez son más alarmantes. Por lo tanto, se ha pretendido distraer a los ciudadanos españoles de una realidad que verdaderamente importa a la sociedad española, que todavía sigue sufriendo las consecuencias de la crisis económica de 2008. Una vez más, se ha hecho un espectáculo mediático con la Guerra Civil solo para distraer momentáneamente al pueblo de lo que verdaderamente importa: la falta de trabajo y la falta de previsión ante una nueva crisis económica que generará una catástrofe social en todo el país.

 

Se suponía que la exhumación de Franco iba a ser el gran evento de la historia de nuestra democracia. Ha sido el momento más esperado y soñado por la mitad del pueblo español durante esta última década, y solo una minoría muy pequeña ha podido quedar satisfecha. La gran mayoría de los perseguidos por el fantasma del dictador no ha encontrado satisfacción alguna; por lo tanto, por mucho discurso sobre concordia y justicia que se pueda hacer, no se ha cerrado ninguna herida, y el espectro del franquismo continuará siendo el pan nuestro de cada día en la política interna española.

 

Y yo pregunto: ¿Nos hemos gastado tanto dinero público en nada? ¿De qué ha servido todo éste espectáculo si no ha contentado a la mayoría de los interesados? ¿Hablamos de una vez de algo útil como es la situación del presente para generar un futuro estable? ¿O la sociedad española seguirá discutiendo y peleándose por sucesos de hace 80, o seguirá aterrorizada por un hombre que murió hace 40 años? ¿Empezamos a construir una España próspera, o vamos a seguir anclados en un conflicto que los propios contendientes, los que lo vivieron, los que lo sufrieron; enterraron en su momento?

 

-6ª Editorial.-

25 de Octubre de 2019, viernes.

Año I. Día 248. Artículo 264.

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