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Los jenízaros, la guardia cristiana del sultán otomano

Luis Alberto Sandoval | 28 feb 2019


Foto: G.Jansoone


      Los otomanos fueron un pueblo turco procedente de la extensa área del Turquestán de Asia Central. Eran una etnia seminómada dedicada al comercio y a la agricultura, que, debido a hallarse por donde pasaba la ruta de la seda, la religión musulmana llegó hasta sus tierras y se convirtieron a la rama suní del Islam.

      Sus inicios belicosos empezaron en el siglo IX, cuando el Califato Abasí de Bagdad (actual Irak) necesitó soldados para suprimir las revoluciones internas, mientras el califato luchaba contra el Imperio Bizantino. Los otomanos fueron cobrando fama y fuerza por su destreza militar conforme pasaban las décadas, convirtiéndose en uno de los principales ejércitos de los selyúcidas que invadieron la península de Anatolia. En donde los otomanos se establecieron finalmente, estableciendo un principado bajo el Sultanato de Rüm, que estaba compuesto por un compendio de principados y pequeños estados musulmanes y cristianos.

      En 1243, una invasión del jan mongol de la Horda de Oro aniquiló a los selyúcidas y fraccionó el Sultanato de Rüm en los pequeños principados que habían sobrevivido, siendo los otomanos uno de ellos. Entonces se produjeron las guerras entre los distintos principados en las que los tomanos fueron venciendo y ganando poder bajo el liderazgo de Osmán I, quien instituyó las bases para la creación del Sultanato Otomano, pero no llegó a vivir para ver completado el estado otomano que creó.

      Osmán I padeció de gota, y su enfermedad empeoró conforme pasaba el tiempo, así que le cedió el mando de sus ejércitos al bey (principe) Orhan I en 1317, quien logró las decisivas victorias de Prusa y Nicea en 1326, con las que se establecieron definitivamente los inicios del Sultanato Otomano. Sin embargo, pocos meses después, Osmán I sufrió una crisis de gota que le provocó la muerte el 1 de agosto de 1326.

      Los bizantinos, al saber de la muerte de Osmán I, iniciaron un contraataque para recuperar Nicea, justo en el momento de mayor debilidad que tuvieron los otomanos, pero Orhan I era un gran estratega y logró rechazar los ataques bizantinos a la vez que dio comienzo a una serie de invasiones exitosas que fueron expulsando a los bizantinos de la península de Anatolia.

      Las guerras fueron constantes y Orhan I necesitaba un ejército permanentemente armado y listo para el combate. Los otomanos no tenían un ejército profesional, estaba compuesto en su mayoría de campesinos que tenían que volver a sus tierras a labrar el campo para alimentar a sus familias y a la nobleza; así que a Orhan I se le ocurrió crear una guardia personal compuesta por esclavos (en su mayoría cristianos): los jenízaros.

      Orhan I quizás tomó esta decisión inspirándose en los mamelucos del extinguido Califato Abasí, que también fue un ejército de esclavos. Los jenízaros se convirtieron en la guardia personal del Bey y en el primer ejército profesional otomano. Esto ayudó a Orhan I a disponer de una fuerza militar permanente.

      Los jenízaros recibieron una instrucción muy dura, estuvieron sometidos bajo una disciplina muy estricta y debían entrenar intensamente para poder medirse a las fuerzas bizantinas en inferioridad de condiciones. La instrucción de los jenízaros abarcaba desde el manejo de las armas, debían aprender tácticas militares y, como eran la guardia del bey (posteriormente, cuando murió Orhan I, su hijo Murad I se proclamaría sultán y el principado otomano iniciaría su etapa de sultanato) debían ser cultos y saber hablar varios idiomas, leer, escribir, literatura, etc.

      La vida del jenízaro podría considerarse como una vida monástica, parecida a las de las órdenes de caballería cristianas de monjes-soldado. Estaban obligados a vivir en celibato, encerrados en la Acemi Oglani, recibiendo educación islámica mientras hacían el resto de sus tareas. Poco a poco, los jenízaros abandonaron el cristianismo y las demás religiones que tuvieran los esclavos, para aceptar la fe musulmana.

      Una marca característica de los jenízaros fue que tenían prohibido tener barba como los musulmanes que no eran esclavos. Solo se les permitía tener bigote.

      En la primera etapa, los jenízaros eran esclavos capturados en batalla o esclavos que pasaban de los 25 años de edad. La guardia estaba compuesta por 100 hombres, pero en 1380, el sultán Murad I engrosó las filas de los jenízaros imponiendo un impuesto llamado «devshirme». A medida que los otomanos conquistaban territorios y avanzaban por los Balcanes, el sultanato se encontró con que tenía la población cristiana empezaba a ser más numerosa que la musulmana y que podría suponer un gran problema para la nobleza musulmana, así que Murad I ideó el devshirme, que consistía en el reclutamiento de niños cristianos, de entre los 7 y 14 años de edad, para que formaran parte de los jenízaros. Al ser educados estos niños en la Acemi Oglani, en donde se les inculcó las enseñanzas del Corán, la práctica totalidad de ellos se convertía al Islam.

      Los devshirne se realizaban una vez cada cuatro o cinco años. Estaban exentos los musulmanes y los hijos de artesanos cristianos. Los otomanos no reclutaban a estos últimos porque eran un factor muy importante para la economía del imperio. Los devshirme no se aplicaban en las grandes ciudades, solo en las zonas rurales. Estaban exentos los judíos y los armenios (una variante del cristianismo).

      Los jenízaros fueron el cuerpo de élite otomano por antonomasia, ganándose una fama mundial y una reputación que les precedía. En el siglo XVI, los jenízaros acumularon tan cantidad de riquezas por los enormes botines de guerra que obtuvieron, y empezaron a ser tan numerosos, que dentro de la sociedad estamental otomana se convirtieron en parte de la élite nobiliaria. Una de esas concesiones fue la de poder tener familia y abandonar la vida célibe. Entonces, los jenízaros empezaron a tener una vida acomodada y a relajar su disciplina y a involucrarse en la política, llegando a exigirle a los sultanes que les concediera privilegios bajo amenaza de derrocarlo.

      Habían conseguido tal poder e influencia, que eran prácticamente quienes gobernaban Constantinopla. Al ser la única guarnición de la ciudad, desde el mismísimo sultán, hasta nobles, aristócratas y artesanos; compraron favores y apoyos mediante sobornos. La corrupción fue tan grande, que en 1648 los jenízaros abolieron el devshirme para que el oficio lo heredaran sus hijos.

      Finalmente la corrupción y el acomodamiento trajo consigo la ineficacia militar y, tras varios fracasos en diversas guerras, su prestigio fue decayendo. Sin embargo, los jenízaros eran la élite noble armada y aunque los sultanes y parte de la nobleza ansiaban librarse de ellos, les tenían miedo. Los jenízaros podrían hacer una revuelta para deponer y nombrar nuevos monarcas.

      Los jenízaros sufrieron varias derrotas durante la Guerra de Independencia de Grecia (1821-1829) y el sultán Mahmut II, en el intento para no perder Grecia, en un juego de intrigas palaciegas, decidió disolver a los jenízaros obligándoles a revelarse, y así tener la excusa perfecta para disolver el cuerpo.

      Mahmut II y sus ministros aprobaron la constitución de un nuevo ejército que imitara a los de los países occidentales. Aunque la medida ya se había iniciado un siglo atrás, la situación en Grecia requería que se activara con urgencia el Nizam-i zedi, unas reformas que para la creación de un ejército profesional a semejanza de los europeos.

      El 11 de junio de 1826, Mahmut II activó el Nizam-i zedi y, tal y como había calculado, los jenízaros se alzaron en armas en un acto conocido como «el Incidente Afortunado». La sublevación fue rápidamente reprimida por la caballería sipahi (la élite de la caballería otomana, compuestas por soldados de origen magrebí), que se hallaba desplegada por la ciudad en previsión del levantamiento jenízaro.

      La revuelta duró 5 días. Cerca de 4.000 jenízaros murieron en los combates callejeros, mientras que otros 1.000 fueron masacrados sin piedad. Las fuerzas leales al gobierno necesitaron de apoyo artillero para bombardear los cuarteles de los jenízaros con las piezas más modernas de las que disponía el ejército. Finalmente, los últimos reductos jenízaros cayeron y sus oficiales fueron asesinados. Quedaron disueltos y los pocos prisioneros que fueron capturados, se les deportó a los confines del imperio.



28 de Febrero de 2019.
Año I. Día 15. Artículo 63.

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