Tal día como hoy, en un 14 de febrero de 1939, en Hamburgo (Alemania), fue la botadura del acorazado «Bismarck», buque insignia de la Kriegsmarine del III Reich y el buque de guerra más grande construido por Alemania en toda su historia.
El acorazado recibió el nombre del Primer Ministro prusiano que promovió y logró la unificación alemana durante la segunda mitad del siglo XIX.
Al acabar la Primera Guerra Mundial en 1918, con el Tratado de Versalles, las potencias vencedoras prohibieron a Alemania que tuviera sus propias fuerzas armadas, a parte de otras condiciones que fueron muy humillantes para los alemanes. Una de esas condiciones fue la entrega total de la Hochseeflotte (Flota de Alta Mar del Imperio alemán) al Reino Unido en Scapa Flow (Escocia); sin embargo, para que los británicos no pudieran engrosar su flota con los buques militares alemanes, el almirante Ludwig von Reuter ordenó a todas las tripulaciones alemanas que echaran a pique sus barcos.
La humillación del Tratado de Versalles a Alemania, a parte de poner fin a la monarquía del II Reich, creó un resentimiento social que fue aprovechado por Adolf Hitler, que ascendió al poder tras ganar las elecciones de 1933.
Hitler, para llevar a cabo sus medidas para recuperar el territorio alemán perdido tras la Primera Guerra Mundial, necesitaba volver a crear un ejército. En 1935, aprobó la creación de los acorazados de clase Bismarck, de los que solo llegaron a armarse dos barcos. El astillero Blohm & Voss de Hamburgo se adjudicó el contrato, iniciando la construcción del Bismarck el 1 de julio de 1936.
El 14 de febrero de 1939, el Bismarck fue botado en una ceremonia fastuosa a la que acudió Hitler, que culminó con el simbólico bautismo del buque por Dorothee von Löwenfeld, nieta del canciller Otto Von Bismarck.
Tras la botadura, continuaron haciéndose las obras de acondicionamiento, además de que se le cambió la roda de proa por una más redondeada, similar a la de los acorazados de clase Scharnhorst.
El Bismarck entró en servicio el 24 de agosto de 1940, durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Tras unas rápidas pruebas de mar (una serie de comprobaciones sobre el funcionamiento y rendimiento de un barco en mar abierto, después de terminarse su construcción) en el Báltico, entró en servicio militar activo nada más regresar a Hamburgo, ostentando su mando el capitán de navío Ernst Lindemann.
El 15 de septiembre de 1940, inició unas nuevas pruebas de mar por el Báltico, llegando hasta el golfo de Danzig (actual Gdansk, Polonia), en donde hizo sus primeras pruebas de tiro. La tripulación notó que el buque era muy lento y que en los virajes le costaba mantener el rumbo. Las pruebas duraron hasta diciembre, retornando el acorazado a Hamburgo el día 9 de ese mes.
Tras una serie de retoques y mejoras en el astillero, estaba previsto que el barco zarpara hacia Kiel (Alemania) el 24 de enero de 1941, pero su salida tuvo que retrasarse porque un buque mercante se hundió en el canal de Kiel, obstruyendo el paso. La retirada del pecio tardó muchísimo debido a las condiciones meteorológicas, que fueron muy adversas. Lindemann expresó su gran descontento y sus quejas por el retraso, ya que el Bismarck estuvo amarrado en Hamburgo más de un mes, un tiempo vital para el despliegue de la Kriegsmarine en el Atlántico.
El retraso por la liberación del paso en el canal de Kiel, trajo consigo un punto favorable para el espionaje británico; ya que, aprovechando que el acorazado estaba en el puerto, el agregado naval sueco en Berlín, Anders Forshell, hizo una visita al buque. Posteriormente, cuando Forshell volvió a su país, hizo una descripción muy detallada del barco que se filtró a la Marina Real británica.
El 6 de marzo de 1941, la tripulación del Bismarck por fin recibió la orden de zarpar hacia Kiel. Durante el trayecto tuvo un pequeño percance que lo hizo encallar en al canal de Kiel, pero pudo ser liberado rápidamente y pudo continuar con su ruta. Una vez en Kiel, el acorazado recibió suministros, municiones y combustible, además de aplicarle una capa de pintura para camuflarlo de los observadores aéreos enemigos. Mientras esto se producía, los británicos realizaron un ataque aéreo a la base naval de Kiel, sin ocasionar ningún desperfecto en el barco.
El 17 de marzo de 1941, guiado por el obsoleto acorazado Schlesien (uno de los ocho viejos acorazados que el Tratado de Versalles permitió que se lo quedara Alemania) en función de rompehielos, el Bismarck partió de Kiel hasta Gotenhafen (actual Gdynia, Polonia), en donde realizó varias prácticas de combate.
El 19 de mayo de 1941, la tripulación del Bismarck recibió la orden de partir y de intervenir en la Operación Rheinübung, con la que el Alto Mando Naval alemán quiso cortar las vías mercantes británicas, usando al Bismarck y al crucero pesado Prinz Eugen como corsarios de superficie. El almirante Günther Lütjens tomó el mando del barco, a la vez que era el máximo responsable de la Operación Rheinübung.
La aventura del acorazado en la guerra fue muy corta. Tras hundir al crucero de batalla británico HMS Hood el 24 de mayo, la Real Armada británica inició la persecución de los dos barcos alemanes, que recibieron la orden de separarse. Al día siguiente, tras un ataque aéreo de nueve torpederos Fairey Swordfish, en el que un solo torpedo impactó contra el buque alemán, produciéndole daños muy serios que obligó a Lütjens a pedir al Alto Mando Naval el regreso a la base de la Kriegsmarine más cercana: Brest (Francia).
Los británicos continuaron con su persecución. Toda la Real Armada estaba desplegada en el Atlántico buscando al Bismarck, mientras que el Prinz Eugen logró zafarse tanto de los barcos como de los aviones enemigos. Sin embargo, el servicio de inteligencia británico contaba con una gran ventaja, conocía la codificación de las comunicaciones alemanas y le era muy fácil interceptarlas, así que la Real Armada concentró su búsqueda en un sector determinado. Aún así, Lütjens logró despistar en varias ocasiones a los buques y patrullas aéreas británicas, hasta que un hidroavión del Mando Costero británico lo detectó a 1280Km al noroeste de Brest, a punto de entrar en el área de protección de los submarinos alemanes y muy lejos de los barcos ingleses.
A la Real Flota solo le quedó un único recurso para poder hundir al Bismarck. El crucero ligero HMS Shefield era el único buque británico que podría alcanzar al acorazado alemán, pero era demasiado débil como para enfrentarse al Bismarck. Así que era necesario hacer un ataque aéreo contra el barco alemán.
Fue necesario hacer dos ataques con torpederos Fairey Swordfish en el atardecer del 26 de mayo, ya que, en el primer ataque, los aviadores confundieron al Shefield por el Bismarck y lo atacaron; afortunadamente para la tripulación británica, los detonadores magnéticos de los torpedos estaban en fase experimental y todos fallaron al entrar en contacto con el casco del barco, por lo que no explotaron y no lo hundieron. Mientras los aviones regresaban al portaaviones HMS Ark Royal para rearmarse, el Shefield entabló un breve combate contra el Bismarck, pero cuando los alemanes acertaron en el Shefield a la segunda salva, al crucero ligero no le quedó más remedio que retirarse. Él solo no podía contra el acorazado alemán.
Con las últimas luces del 26 de mayo, los Swordfish realizaron un segundo ataque, esta vez no se confundieron y se lanzaron contra el barco alemán. El Bismarck no solo usó sus armas antiaéreas, sino que también disparó sus cañones principales para tratar de derribar a los torpederos. Lindemann hizo que el barco girara para zafarse de la mayoría de los torpedos, pero no pudo evitar recibir dos impactos. Uno de los torpedos impactó en el centro del buque. El blindaje y las medidas anti-submarinas lograron minimizar los daños, aunque se produjeron unas pequeñas inundaciones. El otro torpedo impactó en la popa, dañando seriamente al timón de babor, impidiendo la maniobrabilidad del barco.
Se había iniciado una carrera a contrarreloj para la tripulación del Bismarck, debían arreglar el timón antes de que la flota inglesa se le echara encima. Según e cielo se oscurecía, los artilleros del acorazado dispararon contra el Shefield, obligándolo a alejarse mucho más.
A las 22:38, una flota de dos acorazados y dos cruceros pesados británicos encontraron al buque alemán y empezaron a acosarle. El Bismarck los mantuvo a raya disparándoles con sus cañones de mayor calibre, sin embargo, el hostigamiento británico fue constante, le lanzaron bengalas para iluminarlo y también le lanzaron varios torpedos que no dieron en el blanco.
A partir de las 8:47 del 27 de mayo, el HMS King George V y el HMS Rodney iniciaron el duelo artillero contra el Bismarck, mientras que los cruceros pesados navegaron en línea recta hacia el barco alemán para tenerlo a su alcance de tiro, pero quedaron al alcance de las baterías secundarias del Bismarck.
Sobre las 10:00, el cañoneo terminó. Los dos acorazados británicos habían disparado más de 700 proyectiles con sus piezas principales. El Bismarck era un amasijo de hierros y escombros, que ardía y humeaba mientras empezaba a escorarse y a hundirse. El Rodney se acercó para lanzarle dos torpedos a quemarropa. Mientras tanto, la tripulación alemana empezó a abandonar el barco. Los oficiales que todavía quedaban vivos, ordenaron poner explosivos para barrenar el barco e impedir que cayera en manos enemigas. Unos 400 hombres quedaron en el agua. Dos barcos británicos se acercaron para rescatarlos, pero, ante la alarma de un posible avistamiento de un submarino alemán, la flota inglesa suspendió las tareas de rescate y se alejó del lugar tras haber recogido a 111 hombres.
Poco tiempo después, se acercó un submarino alemán que solo pudo rescatar a 3 hombres.
Durante el combate, el almirante Otto Schniewind, jefe del Estado Mayor del Alto Mando Naval alemán, previendo el resultado, se puso en contacto con la Armada española para solicitar que enviara un buque en auxilio de los náufragos. A las 11:40, ya después de que el Bismarck hubiera zozobrado, salió de El Ferrol el crucero pesado Canarias, que llegó a la zona del hundimiento en la noche del 29 de mayo, en donde se encontró con un submarino y un buque meteorológico alemanes. La tripulación española solo pudo rescatar dos cuerpos sin vida, que fueron repatriados tras recibir honores militares.
De la tripulación de 2.000 hombres del Bismarck, solo sobrevivieron 114.
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