Foto cortesía Ben White en Unplash
En numerosas ocasiones caemos en conversaciones que derivan en críticas, chismorreos, medias verdades, interpretaciones parciales y juicios vanos, gratuitos y despiadados. Nos convertimos en verdugos y hacemos pasar a algún conocido, jefe, compañero de trabajo, o amigo por el cadalso. Sin posibilidad de defensa el comentario que hacemos agranda la onda expansiva de la opinión y acabamos volviéndonos locos en ese mar de críticas, las que en muchos casos terminan en acciones violentas.
Normalmente la victima de los murmuradores está ausente y por ello es indefensa. La mejor manera de alcanzar una sana convivencia y un adecuado ambiente laboral es volver a la sinceridad, a la confianza y al reconocimiento de la dignidad humana. Propongo estas reflexiones como aporte para intentar mirarnos en el espejo de la franqueza y la confianza, para advertir los peligros de la murmuración en la vida laboral, la misma que muchos casos atenta contra la dignidad humana. La franqueza en esta sociedad de hipócritas incomoda aun así es mejor intentar ser francos.
No tengas miedo de los insultos ni de las críticas. Sólo los moralmente débiles se sienten obligados a defenderse o explicarse ante los demás. Deja que la calidad de tus actos hable en tu nombre. No podemos controlar la impresión que los demás se forman de nosotros, y esforzarse por hacerlo sólo degrada el carácter. No te molestes en excusarte o defenderte de las críticas.
Limítate a sonreír y responder: “supongo que esa persona no conoce mis demás defectos. De no ser así no habría mencionado sólo esos”.
Sócrates frente a los chismes: esta enseñanza de Sócrates es una excelente arma para confrontar el chisme y los murmuradores tan frecuentes en donde se mueven interese de poder.
En la antigua Grecia, Sócrates fue famoso por su sabiduría y por el gran respeto que profesaba a todos. Un día un conocido se encontró con el gran filósofo y le dijo:
¿Sabes lo que escuché acerca de tu amigo?
Espera un minuto -replicó Sócrates-. Antes de decirme nada quisiera que pasaras un pequeño examen. Yo lo llamo el examen del triple filtro.
¿Triple filtro?
Correcto -continuó Sócrates-. Antes de que me hables sobre mi amigo, puede ser una buena idea filtrar tres veces lo que vas a decir, es por eso que lo llamo el examen del triple filtro.
El primer Filtro es el de la Verdad. ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a decirme es cierto?
No -dijo el hombre-, realmente solo escuché sobre eso y…
Está bien -dijo Sócrates-. Entonces realmente no sabes si es cierto o no.
Ahora permíteme aplicar el segundo filtro, el Filtro de la Bondad. ¿Es algo bueno lo que vas a decirme de mi amigo?
No, por el contrario…
Entonces, deseas decirme algo malo sobre él, pero no estás seguro de que sea cierto.
Pero podría querer escucharlo porque queda un filtro: el Filtro de la Utilidad.
¿Me servirá de algo saber lo que vas a decirme de mi amigo?
No, la verdad es que no.
Bien -concluyó Sócrates-, si lo que deseas decirme no es cierto, ni bueno, e incluso no es útil ¿para qué querría saberlo?
Finalmente este sabio análisis sobre los tres delitos que comete el murmurador cuando despiadadamente se refiere a alguien que está ausente, sin darle ,la oportunidad a la defensa. El sabio ubica al lenguaraz como alguien que comete delitos
El sabio frente a los murmuradores: Un sabio fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: “Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maledicente”.
Justiniano Turizo Sierra frente a los murmuradores: Existe una bella anécdota de uno de los fundadores de Unaula el Dr Justiniano Turizo Sierra, quien iba por uno de los pasillos de la Universidad y lo abordó un estudiante para decirle: “Dr, esas personas que van ahí, hablan muy mal de usted” el Dr. Turizo respondió: “tienen toda la razón para hablar mal de mí, porque a ellos les hice un día un gran favor, por ello nada de lo que ellos dicen me molesta”.
Aun así los murmuradores, suelen estar muy cerca del poder. Hablan mal de los jefes pero al estar de frente inclinan la cabeza y utilizan el mentido elogio para ocultar su veneno. La franqueza normalmente no arroja buenos resultados, la persona franca termina odiada o en el exilio y el cobarde y murmurador termina sosteniendo la toga o sobando la espalda de aquel a quien destruye con sus murmuraciones. ¡! Vaya… que contradicción!!
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