Como colofón, a este singular pasaje de la historia, queda como reflexión la siguiente inquietud: ¿acaso los mejores amigos no se encuentran entre nuestros enemigos? O.M.M.
A propósito de elecciones presidencias y de posiciones polarizadas como las que padecemos los colombianos, desempolvé en estos días un viejo pasaje acaecido hace muchos años entre dos grandes figuras de la literatura hispanoamericana, como fueron José María Vargas Vila y el gran Rubén Darío.
Ocurrió que, de jóvenes tuvieron un desencuentro, cuando Vargas Vila atacó a Rubén Darío llamándolo “Poeta Cortesano”, por haber aceptado el nombramiento del presidente Rafael Núñez, como “cónsul de su dictadura en Buenos Aires”, según el mismo autor de “Aura o las violetas”.
A partir de entonces, ambos se convirtieron en enemigos acérrimos. No dejaban de arrojarse veneno mutuamente. Incluso Vargas Vila y Darío estuvieron a punto de encontrarse en Nueva York, en 1893, ante una invitación de José Martí, pero el panfletario colombiano desatendió la invitación para no tenerse que ver con Darío y evitar inconvenientes. A esos extremos habían llegado sus relaciones.
Pero, pasado algunos años, la enemistad se dio por cancelada, de manera accidental, cuando corrió la falsa noticia de que Vargas Vila había muerto en un naufragio frente a las costas de Sicilia —otros decían que de Grecia—, y según el periódico La Nación de Buenos Aires, en un probable suicidio del colombiano que asociaron con una misteriosa artista. El hecho fue que de este apócrifo acontecimiento surgió una nota necrológica de Rubén Darío, aparecida poco después en el mismo diario La Nación, en donde despedía al “escritor revolucionario” y elogiaba su pluma, además de que reclamaba para el escritor colombiano un “lugar preciso en el Panteón de los artistas”.
A cambio, Vargas Vila —que no había muerto, ni estaba de parranda—, decidió generosamente corresponder a los halagos, alabando el genio de Rubén Darío y elevar el carácter débil y humano del poeta nicaragüense. Así comenzó a soldarse una amistad entre ellos que se estrechó cuando se vieron años después en Roma, y posteriormente en otros lugares de Europa, donde cumplieron actividades diplomáticas y literarias.
Esa amistad perduraría hasta el final de sus días, según el libro biográfico sobre Rubén Darío, escrito por el panfletario Vargas Vila, a quien muchos estigmatizaron por sus temas tabú, antirreligiosos, eróticos y que “perturbaron centenares de conciencias tranquilas”.
Como colofón, a este singular pasaje de la historia, queda como reflexión la siguiente inquietud: ¿acaso los mejores amigos no se encuentran entre nuestros enemigos? O.M.M.
Esta web se reserva el derecho de suprimir, por cualquier razón y sin previo aviso, cualquier contenido generado en los espacios de participación en caso de que los mensajes incluyan insultos, mensajes racistas, sexistas... Tampoco se permitirán los ataques personales ni los comentarios que insistan en boicotear la labor informativa de la web, ni todos aquellos mensajes no relacionados con la noticia que se esté comentando. De no respetarse estas mínimas normas de participación este medio se verá obligado a prescindir de este foro, lamentándolo sinceramente por todos cuantos intervienen y hacen en todo momento un uso absolutamente cívico y respetuoso de la libertad de expresión.
No hay opiniones. Sé el primero en escribir.