Ninguna guerra
dura más
que algunos días.
En los días siguientes
al inicio
de la guerra,
se abre el telón
de la perversión
del hombre,
su vanidad,
la insensata ambición
y la venganza.
Muy pronto
se conocen los vencidos.
La persistencia
de los vencidos
produce la degradación
Social del hombre.
El sonido melancólico
de las trompetas
de los vencidos,
retumba en los riscos
de la montaña, y
camina descalzo
por el horizonte
de los valles empedrados,
imitando
el gemido triste
y dolorido
de los hambrientos
y de los desvalidos.
No hay guerras
buenas,
aunque algunas
parecieron necesarias.
Los vencidos
que han compartido
el dolor de la guerra,
adquieren una
amistad obligatoria
que invade toda
su conciencia.
Leche sagrada
que succionan
-por indefensos-,
la solidaridad y
el sufrimiento.
La guerra,
es el ritual
solemne de
las incruentas disputas
llevadas a su climax,
por la obstinada
sordera
que produce
los desacuerdos.
Todas las guerras
son afrentas
proferidas
entre hijos,
pues, todos los que sufren,
todos los que ríen,
y todos los que mueren,
son hermanos.
POESÍA TEÓRICA
Alexánder Granada Restrepo
(lascaravanasdematusalem@hotmail.com)
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