Los ataques por parte de tiradores en escuelas en los Estados Unidos se han convertido si no en algo común sí en algo frecuente, dejando al descubierto la enfermedad y el desequilibrio en una sociedad que pertenece a uno de los países considerados más desarrollados del planeta.
A últimas fechas, sin embargo, acontecimientos de este tipo han tenido lugar en otros países. En este abril de 2023 se dio un ataque a una escuela infantil de la ciudad de Blumenau en el que fueron asesinados cuatro niños y heridos otros tres por parte de un hombre con un hacha que saltó el muro del plantel.
Once días antes, en Sao Paulo, un estudiante en Sao Paulo mató a puñaladas a una maestra e hirió a varios más.
Estos horribles episodios, con su carga de tragedia para las familias de las víctimas, ponen en evidencia que las personas afectadas por el odio, la violencia y la enfermedad mental se encuentran en cualquier nación, y tienen fácil acceso a armas mortales.
La policía de Brasil está investigando una posible conexión entre los atentados y grupos neonazis que operan en el país. Se sospecha que los supremacistas blancos podrían estar detrás de incentivar esta clase de ataques motivados por el odio racial.
Las ideas que grupos de esta clase esparcen como un veneno entre la población resultan en extremo peligrosas. La intolerancia ante las personas que son distintas es un cáncer que corroe la estructura que debería sostener y cohesionar a una comunidad.
Cuando algo así contamina a los habitantes de un país es prácticamente imposible lograr que cese, puesto que se nutre del odio a otros por el simple hecho de ser quienes son, y los seres humanos no podemos cambiar nuestra esencia. Somos quienes somos.
Y cuando existe alguien que no tolera a otros por su origen, color, clase social, religión, orientación sexual o cualquier atributo que lo caracteriza, al no poder cambiarlo, buscará eliminarlo. Y para ello, usará los medios que tenga al alcance, armas, pero también personas.
Personas dañadas, personas enfermas, heridas, rechazadas y fácilmente manipulables. Las ideologías del odio se nutren de estos seres que viven ignorados hasta que, luego de cometer un espantoso crimen, todo el mundo se asombra y se escandaliza y se pregunta ¿cómo es que pudo hacer semejante cosa?
Son monstruos, peores que los creados por la fantasía en libros y películas. Mucho peores, porque son reales. Estos monstruos no suelen surgir de un día para otro. En su mayoría nacen de años de maltrato y descuido por parte de su familia, de los maestros en la escuela, de compañeros, de todos aquellos que deberían ser un apoyo y un escudo contra las ideas de odio.
Así, estas personas son presa fácil de quienes les dicen que está bien usar la violencia en contra de inocentes para vengar los agravios que les han hecho. Sus mentes desequilibradas absorben y multiplican estas ideas de rencor y violencia y de pronto, un día, las ponen en ejecución.
Es imposible prevenir tales sucesos, o al menos eso preferimos pensar. Porque ¿cómo podríamos saber que un estudiante víctima de bullyng iría a conseguir un arma y hacer un tiroteo en la escuela?, nadie sabe lo que otro está pensando, después de todo.
Pero esta excusa, nuestra favorita para justificarnos como parte de una sociedad negligente, nos ciega a la realidad de que existen señales de la enfermedad antes de que se desencadene en estos eventos espantosos.
Estamos acostumbrados a mirar para otro lado cuando existe bullying, adicciones, abandono, violencia familiar y tantos y tantos problemas que aquejan a la sociedad moderna. También nos hacemos los disimulados ante organizaciones políticas y religiosas que fomentan el odio, porque, a fin de cuentas, que sean libres de pensar y pregonar lo que quieran, no hacen ningún daño ¿o sí?
Cuando decidamos que no queremos que ocurran estos atentados, en ninguna nación, ni uno más, entenderemos que la solución no reside en contratar más policías. La solución está en hacernos responsables, en hacernos cargo, en mirar de frente las causas que originan la violencia y combatirlas sin dudarlo.
Solo cuando estemos dispuestos a enfrentar a las ideologías de odio y no esperar pasivamente a que no pase nada, seremos capaces de poner un freno a estas desgracias, ya sea que hablemos de los Estados Unidos, de Brasil, o de nuestra propia nación.
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