El 8 de septiembre, el titular de Hacienda, Edgar Amador Zamora, entregó a la cámara de Diputados el paquete económico 2026 y explicó las nuevas directrices fiscales bajo la administración de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Según Zamora “a partir de 2026 se ajustará el IEPS aplicado a bebidas azucaradas y tabaco con un doble objetivo, incentivar hábitos más saludables y contrarrestar los efectos presupuestales asociados con el tratamiento de las enfermedades vinculadas con el consumo de estos productos”.
En cuanto a los videojuegos, la justificación es que algunos de ellos promueven la violencia, y tratándose de las apuestas, que se busca combatir operaciones ilícitas y evasión fiscal.
Los mismos argumentos fueron defendidos por la presidenta con A en sus posteriores declaraciones, con la clara intención de hacer ver al pueblo de México que cobrarle más impuestos es solo con las mejores intenciones. Otro de los justificantes, quizás el único verdaderamente cierto, es que permitirán financiar los programas sociales (entiéndase pensiones, apoyos y becas), porque con la ineficiente administración del gobierno morenista, no hay dinero que les alcance, necesitan más.
El IEPS al tabaco sube de 160% a 200% y el de los refrescos se duplica de $1.64 a $3.08 por litro. No voy a hablar aquí del daño ocasionado por el tabaco ni por el consumo excesivo de bebidas azucaradas, pero sí de que la decisión de consumirlos debe estar en cada persona y el gobierno no debería tratar de intervenir penalizando a quienes libremente elijan adquirirlos cobrándoles impuestos más altos cada vez. Sobre todo, cuando se disfraza un interés puramente recaudatorio de una preocupación por la salud. El colmo de la hipocresía.
Y decir que se incrementan os impuestos a los videojuegos porque promueven la violencia cuando el país se encuentra sumido en una violencia y seguridad muy reales y que nada tienen que ver con ese modo de entretenimiento, solo viene a sumar a la imagen de censura e intolerancia del actual gobierno y a develar su desesperación por recaudar más ingresos, de donde sea.
Seguramente usted, lo mismo que yo y la mayoría de quienes hemos transitado por la revolución digital, hemos jugado un videojuego donde se emplean armas y se ganan puntos por eliminar enemigos virtuales, y eso no nos ha llevado a ejercer violencia en el mundo real. Seguro, podría haber personas que sean influidas por esto, pero son aquellos que tienen algún trastorno mental, mismos que por cierto no son atendidos por nuestras preocupadas autoridades.
Y las apuestas y sorteos… ya sea que usted piense que son solo un juego, o que son cosa del diablo, nuevamente es una actividad que se elige por libre albedrío y de la cual el gobierno solo se aprovecha para incrementar el monto recaudado.
Que el estado necesita ingresos, es un hecho indiscutible, pero un gobierno abierto y honesto lo dice tal cual y no intenta venderlo disfrazado de preocupación por la salud y el bien público. El régimen morenista actual es todo menos honesto, y por eso hace todo por justificar el aprovecharse todavía más de los ciudadanos. Como si no fuera suficiente con todo lo que descuentan al sector productivo del país, tanto a empresarios como a trabajadores.
Y lo peor de este paquete económico no es el incremento de impuestos, esta medicina amarga que tratan de hacernos tragar endulzada con azúcar. Bueno, con azúcar metafórica, ya que de ser real le pondrían impuestos. Lo peor es que también contempla un incremento de la deuda pública y el destino al que irá lo recaudado, pues el pésimo trabajo de este régimen garantiza que se gastará en pozos sin fondo como PEMEX, el tren maya y Mexicana de aviación, además de los llamados programas sociales que no son otra cosa que regalar dinero para mantener una clientela electoral.
Si por lo menos hubiera servicios públicos decentes, tales como una buena educación, hospitales con personal e insumos suficientes, transporte eficiente, calles y avenidas bien pavimentadas, carreteras en buen estado y un sistema de seguridad que nos de la certeza de volver a casa cuando salimos a nuestras actividades diarias, nadie protestaría por pagar más impuestos.
Eso, por desgracia, es tan fantasioso como las intenciones expresadas por la mandataria federal y su secretario de hacienda.
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