Recientemente el expresidente Donald Trump, hoy nuevamente candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos de América, hizo declaraciones en el sentido de que los cárteles del narcotráfico dominan México.
Específicamente afirmó en entrevista que “el problema es que México está petrificado ante los carteles porque pueden remover al presidente en dos minutos”. Semejantes afirmaciones despertaron diversas reacciones del hoy presidente, de su sucesora, la denominada virtual presidenta, así como de aquellos que los apoyan y de los que no.
Por principio de cuentas, Andrés Manuel López Obrador se apresuró a minimizar la importancia de lo que Trump dijo, asegurando que Trump es amigo suyo y que sus dichos deberían atribuirse al hecho de que se encuentra en campaña.
Claudia Sheinbaum, por su parte, aseguró en conferencia de prensa que no concuerda con lo dicho por Donald Trump y que el gobierno ha avanzado en la disminución de la inseguridad y que se va a avanzar aún más.
Los incondicionales del presidente y de la virtual presidenta se lanzaron de inmediato al ataque contra Donald Trump, enfocándose más en sus muy particulares características, que lo hacen bastante criticable, que en el posible fundamento de sus declaraciones sobre el narco en México.
Otro argumento de los apoyadores del gobierno mexicano y nacionalistas recalcitrantes es que los Estados Unidos deberían enfocarse en el problema de tráfico y de consumo de narcóticos al interior de su propio país y dejar de entrometerse en México.
Por último, y como si sirviera de algo, no pueden dejar de argumentar que fueron los anteriores gobiernos los que con su complicidad dejaron crecer el problema del narco en México.
Los enemigos acérrimos del obradorismo, por el contrario, se muestran más que dispuestos a defender a Trump y sus puntos de vista, como lo hacen con cualquier argumento que haga ver mal al actual gobierno mexicano. Llegan al extremo de suspirar por una intervención estadounidense que combata al narcotráfico.
Si se toma distancia de afectos políticos, sin embargo, se puede deducir que todas las partes poseen una pieza de la realidad del problema, si bien excesivamente oculta tras capas de negación y de prejuicios.
Si comenzamos con lo dicho por Trump, no cabe duda de que, con su rudeza acostumbrada, ha expresado una verdad como un puño. Los cárteles de narcotraficantes mexicanos tienen demasiado poder y el gobierno mexicano ha sido y es completamente incapaz e impotente para lidiar con ellos. Si bien eso de los dos minutos es una exageración, no se puede negar que el gobierno está acorralado por el poderío que estos grupos detentan en todo el territorio nacional.
Lo dicho por Obrador, de que Trump es amigo suyo, bueno, hay de amigos a amigos. No cabe duda de que pudieran convivir cordialmente en ciertos momentos, pero de eso a que Donald Trump sea su amigo cercano existe una enorme distancia.
El quitar importancia a las declaraciones del candidato republicano justamente por estar enmarcadas en la campaña por la presidencia es un error de juicio que puede costar muy caro. Sin duda la teatralidad de Trump en campaña es mayor, pero sus convicciones son firmes y no puede restárseles relevancia. Si gana las elecciones, la presión sobre México va a aumentar considerablemente.
Claudia Sheinbaum tiene razón en mostrarse inconforme. Refleja lo que los mexicanos nacionalistas sienten cuando un extranjero habla mal de su país, pero miente cuando dice que la situación de inseguridad ha mejorado.
Lo cierto es que en el último gobierno la inseguridad provocada por el narcotráfico se ha extendido a regiones del país donde anteriormente no existía, siendo el último ejemplo de esto el estado de Chiapas, donde pobladores han tenido que abandonar sus hogares para salvar la vida.
Los apoyadores del gobierno mexicano aciertan cuando señalan los defectos de Trump. Nadie va a negar que tiene arraigadas creencias que rayan en el racismo y la discriminación y que las expresa sin filtro alguno. Por otra parte, tampoco se puede negar que representa a una importante parte de la población norteamericana y que, de un modo que pueda no gustarnos, se interesa por el bien de su nación,
Que nuestro vecino del norte enfrenta un grave problema de tráfico y consumo de narcóticos es absolutamente cierto, pero no por eso podemos deslindarnos de la responsabilidad de nuestro país en la producción, el tráfico y más aún, la promoción de la cultura del narco. Por eso, si bien Estados Unidos necesita trabajar en sus dificultades internas, lo cierto es que está en su derecho de exigir colaboración efectiva en lo que nos toca.
Los gobiernos previos de los hoy partidos de oposición tuvieron una terriblemente mala estrategia en cuanto a los cárteles de la droga. Desde hacer la vista gorda y pactar con ellos para sacar provecho, hasta declarar una supuesta “guerra” en la que se atacó a ciertos grupos para beneficiar a otros. Esto es cierto, pero también es pasado, y la realidad demuestra que lo que hace el actual gobierno, que no es demasiado, a decir verdad, tampoco funciona.
Los opositores al gobierno, por otra parte, tienen razón en estar cansados de la situación de inseguridad y violencia rampante en el país y de coincidir con lo dicho por Trump. Pero llegar a pedir una intervención son palabras mayores y solo refleja rabia ciega y poco amor a la libertad e independencia del país.
Resulta esclarecedor que las declaraciones de Trump, un político estadounidense famoso por su espectacularidad sea lo que viene a poner el foco en la situación del narcotráfico mexicano. Un problema que afecta a los dos países, por ser vecinos y socios comerciales.
Esta situación, sumamente compleja, solo podrá combatirse efectivamente cuando se acabe la negación de parte del gobierno mexicano y se ponga a cargo de la estrategia de seguridad a verdaderos expertos y no a partidarios ideológicos del grupo político en el poder.
Esto permitiría una colaboración productiva con los Estados Unidos, independientemente de cuál sea el partido ganador en las elecciones estadounidenses, ya que México necesita demostrar voluntad y capacidad en el combate a los cárteles de la droga, lo cual no ha hecho en los últimos años
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