¿Han sentido hambre alguna vez?, supongo que así es, al menos en alguna ocasión en que hayan espaciado el tiempo entre comidas, durante algún ayuno o si han hecho alguna dieta. En este último caso el hambre es algo más aguda y real; yo, por lo menos, solo de pensar en estar a dieta me provoca el deseo de comer incluso más de lo habitual.
Pero no me refiero a esos cortos períodos de ausencia de alimento en los que se sabe que se ha de volver a comer tarde que temprano, me refiero a un hambre intensa, profunda, desesperada, cuando el cuerpo se debilita y se consume, y no se tiene esperanza de obtener sustento. Cuando se padece esa clase de hambre, si se tienen aún las fuerzas suficientes para ello, se es capaz de matar con tal de sobrevivir, si no, simplemente se muere.
Con seguridad que son ustedes capaz de imaginarlo, porque, como yo, han vivido muchas existencias, aunque no las recuerden, y al menos en alguna habrán padecido hambre verdadera. No creo que haya alguien tan afortunado que nunca se haya visto necesitado de alimentos. Para los seres humanos, el conseguir comida es una necesidad ancestral.
Así, en la primera existencia de que tengo memoria, en la prehistoria de la humanidad, puedo afirmar que no era cosa fácil conseguir qué comer. La caza era la principal fuente de alimentos y no siempre abundaba, en especial las presas pequeñas y fáciles de atrapar. Con las presas mayores había el riesgo de terminar bastante maltratados y dado el estado primitivo de la medicina la muerte era casi un hecho.
En efecto, el convertirse uno mismo en presa y alimento era una posibilidad muy real, y no solo había que cuidarse se los animales carnívoros y depredadores de otras especies, sino también de esas criaturas salvajes en proceso de evolución que éramos los humanos entonces.
El canibalismo era algo natural dada la urgencia de sobrevivir y nadie se andaba con remilgos. La carne es carne sin importar de donde venga. No es algo bonito cuando se piensa de dónde venimos, pero gracias a esas costumbres poco civilizadas la humanidad ha sobrevivido.
¿Porqué la recolección de vegetales no era la fuente preferida de alimentos?, lamentando mucho decepcionar a los vegetarianos, veganos y demás adoradores de comer plantas, los seres humanos somos omnívoros, y preferentemente carnívoros. Sí, los colmillos en nuestra dentadura no están de adorno, son vestigios de nuestro pasado.
Además, al desconocerse la agricultura en los primeros tiempos, ir al mercado a comprar vegetales no era una opción, y aunque poco a poco se fueron conociendo las propiedades de las plantas, eso se hizo mediante prueba y error.
Muchos valientes quedaron en el camino luego de probar especies venenosas. Puedo recordar a mi madre de aquellos tiempos muriendo intoxicada. No les cuento los detalles para no traumar a espíritus sensibles, pero puedo decir que fue algo espantoso. No me culpen si desde entonces prefiero comer carne, incluso cruda cuando se carece de fuego.
Y hay otra razón que cualquiera que adore consumir proteínas de origen animal conoce. Ese tipo de alimento da una energía que los vegetales no proporcionan. Y aunque ahora con la vida sedentaria uno puede andar por la vida medio desganado por consumir una dieta vegetariana, en las primeras épocas había que estar listo para salir corriendo, y si se tenía la oportunidad de comer carne, no era de desperdiciarla-
Pero, en fin, en la antigüedad no cambiaron mucho las cosas. Ya había una agricultura y domesticación de animales incipiente, y en ciertas temporadas, si las cosechas eran relativamente buenas se podía asegurar el sustento. Pero no siempre era así. Algunas de mis existencias terminaron por enfermedad y debilidad a causa de desnutrición severa, lo que es algo que no deseo a nadie.
Durante las guerras es todavía peor. Los ejércitos consumen todos los recursos que pueden y la población civil pasa hambre. Pero los mismos soldados la padecen también porque no hay una fuerza productiva que garantice que haya alimentos, creando un círculo vicioso que profundiza la miseria y el hambre.
He estado en muchas guerras. Como combatiente y como civil. En cualquier caso, es espantoso. Si no se muere a consecuencia de una herida de flecha, lanza, hacha, espada, bala, explosión y otras atrocidades parecidas, se tiene la alternativa de morirse de una enfermedad o de hambre.
Es por eso por lo que encuentro tan extraño lo que ocurre actualmente en el mundo, con gente protestando por el consumo de carne debido al sufrimiento animal, otros tratando de impedir la producción de transgénicos y leyes contra las azúcares y grasas trans.
Para alguien como yo, que guardo memorias vívidas de lo que es padecer hambre y lo disfrutable que resulta el tener qué comer, que haya personas protestando acerca de lo que se debe y no se debe comer y buscando establecer prohibiciones para todos los que no piensen como ellos resulta una evidencia de lo poco que esas personas tienen que hacer. Sobre todo, cuando una buena parte de la población mundial aún está luchando contra la hambruna.
Por supuesto que sería deseable no tener que matar inocentes animales para alimentarse, pero como ya mencioné, comer carne está en nuestros genes, y hasta que no se invente algo que en realidad sustituya la energía que se obtiene de consumirla, no venga a tratar de imponer un modo de vivir a toda la población.
En cuanto a los transgénicos, ese tipo de alimentos creados científicamente para poder producirse de forma masiva resistiendo plagas y condiciones climáticas adversas debieran verse como una alternativa para poder sustentar a la creciente población humana. Sería estupendo que las especies naturales fueran suficientes, pero no es así. Es mejor tener algo que comer que no tener nada en absoluto.
En cuanto a las grasas, azúcares y demás cosas que saben bien pero que en exceso hacen mal, es mi opinión que debe darse la información al respecto, pero no tratar de coartar la libertad de elección de la población. Ya hemos visto lo que ocurre cuando se trata de imponer determinado modo de vida a los seres humanos. Somos rebeldes naturales.
Alguien dijo una vez, hace mucho tiempo, “no hay que cazar esos enormes animales peludos, es demasiada carne y son difíciles de matar”, ¿y que hicimos?, organizarnos para cazar aquellos bichos que no sé si eran mastodontes o mamuts, decidiendo que más vale que sobre y no que falte y que el riesgo de morir aplastados bien valía la pena por el atracón de carne que nos íbamos a dar.
Y ni hablar de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos. Sí, fui uno de los que estoicamente se dedicaron a llevar aquel producto a los consumidores. No es algo bueno, es cierto, pero había quien pagaba bien por ello y era un estupendo negocio. Y eso que en este caso no estamos hablando de alimentos sino de algo que solamente proporciona una evasión de la realidad.
En algunas religiones se ha glorificado el sacrificio y el ayuno, como si a dios le hiciera bien el que otros pasen hambre en su nombre y como si no hubiera ya suficientes seres que fallecen de hambre involuntariamente. Pero al menos en este caso, al actuar de forma tan tonta, se tiene la excusa de una creencia religiosa, mientras que hoy, el querer restringir a la población en su derecho de comer lo que le venga en gana está más motivado por la moda y la política.
El prohibir nunca ha sido una buena idea, y es aun peor cuando se habla de meterse con el alimento, porque como ya he mencionado al inicio de esta relación, para los seres humanos el combatir el hambre es algo primordial y natural, y es risible que habiendo pasado tantos milenios en esta tierra evitando sucumbir a la falta de sustento, ahora parezca que voluntariamente tratemos de encadenarnos a ella como si de algo bueno se tratara, despreciando las fuentes de alimento que forman parte de nuestra herencia.
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