La alimentación moderna, entre la escasez y el desperdicio
EL CORREO INDEPENDIENTE

La alimentación moderna, entre la escasez y el desperdicio

Parte de la población mundial padece de hambre y desnutrición, mientras otra parte adquiere hábitos de condumo que fomentan el desperdicio.

El reencarnado | 18 abr 2023


Vivimos en un mundo de contrastes. En los primeros meses de 2022, el número de personas hambrientas en el mundo creció de 282 millones a 345 millones. Esto de acuerdo a datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU.

La crisis alimentaria mundial se origina por crisis económica, alteraciones climáticas, epidemias, conflictos armados y todo tipo de catástrofes ya sean naturales o provocadas por la misma humanidad.

Se acuerdo al director ejecutivo del mencionado programa, David Beasley, en los últimos tres años las cifras del hambre han alcanzado repetidamente nuevos picos y advierte que la situación empeorará sin un esfuerzo coordinado a gran escala para abordar las causas profundas de esta crisis. El PMA y sus socios humanitarios combaten la hambruna en cinco países: Afganistán, Etiopía, Somalia, Sudán del Sur y Yemen.

Los datos que recaba la ONU son escalofriantes, y se trata solo de una estimación de lo que se considera hambruna, es decir, naciones donde lo extremo de la escasez de alimentos tiene a gente muriendo en las calles. Pero no refleja ni de cerca la situación real.

Cualquiera que se dé un recorrido por calles y campos de alguna nación del tercer mundo se encontrará con personas desnutridas y hambrientas que, aunque no caigan muertas en ese instante a la vista de todos lo único que hacen es sobrevivir arrastrando su miseria día a día hasta que mueren, si no de hambre directamente, sí de alguna enfermedad que no los mataría de no estar en un estado tan lamentable.

Quise tratar este tema porque en la serie de existencias que llevo a cuestas he sufrido de hambre y desnutrición en más de una de ellas. Supongo que será el caso de la mayor parte de almas errabundas en este universo, la diferencia es, como ya he dicho en otra ocasión, que yo sí puedo recordarlo.

Los inteligentes, destacados y comprometidos funcionarios de las Naciones Unidas que combaten el hambre afirman que la situación va de mal en peor. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que eso no es cierto. Comenzando por el hecho de que, en la historia humana, en la mayoría de las épocas, ni siquiera había organizaciones o funcionarios que combatieran el hambre-

Es decir, que, en otros tiempos, si uno moría de hambre, desnutrición o una enfermedad derivada, lo hacía discretamente, en silencio y anonimato total, y por lo común no había nadie que estuviera contando a los que fueran cayendo muertos. Pero créanme, fuimos muchos.

Desde la prehistoria, en el antiguo Egipto, las dinastías del imperio chino, Mesopotamia, Sumeria, las culturas Prehispánicas, las monarquías europeas, la Edad Media, Revolución Industrial, y un largo etcétera, ya que son tantas etapas que debo contentarme con poder algunos puntos fácilmente identificables, los seres humanos hemos sufrido de escasez sin medida.

Por supuesto, no es toda la población la que padece. En cada época ha habido los que apropiándose egoístamente de lo que correspondía a otros han nadado en abundancia. Podría decirse que es la naturaleza humana, aunque no me gusta pensar en ello pues eso implicaría que no tenemos esperanza y pese a mis muchas decepciones no creo que sea así.

¿Por qué digo que antes era peor la hambruna y la escasez?, como ya dije, comenzando porque en otras épocas a nadie le importaba. Aún más, estabas muriendo de hambre y a pesar de eso tenías que construir pirámides, murallas, trabajar en el campo o ir a guerrear para unos miserables a los que les tenía sin cuidado que murieras y tu familia junto contigo.

Y la administración de los alimentos era pésima, mil veces peor que ahora. Solo imagínenlo, no había supermercados, refrigeración, transporte adecuado. Yendo atrás en el tiempo, nos encontramos con que ni siquiera había dinero, ni sistema bancario, menos tarjetas de crédito.

El trueque era un verdadero dolor de cabeza. Eran terribles pleitos del tipo de “mi vaca vale más que cinco costales de grano”, que muchas veces acababan con el uso de las armas y se terminaba la preocupación porque a menudo nadie sobrevivía; a veces ni la vaca.

Ustedes entienden mi punto. No es que la vida hoy sea perfecta, pero para la mayoría de la gente, sí es mejor. No para la gran cantidad de hambrientos y desnutridos, pero incluso para ellos ya existen organizaciones que se empeñan en ayudarles, por lo menos han dejado de ser invisibles.

No me entiendan mal, aún hay una inequidad brutal en este mundo, y es aquí donde regreso a la idea original. Este es un mundo de contrastes. Porque mientras existen personas con hambre, hay otros que lo tienen todo y se dan el lujo de desperdiciar los alimentos. Aún más, se ponen en extremo quisquillosos al momento de comer.

Así, tenemos cada vez más personas intolerantes a la lactosa, supongo que siempre ha habido personas a las que la leche les cae pesada, pero no en la proporción que encontramos hoy en día. Y por eso ahora se vende leche que no es leche. En serio, cuando uno tiene hambre no se anda con esas tonterías. También están los que no consumen azúcar porque hace daño y te hace engordar.

Es cierto, si consumes una tonelada de ella seguro que te mueres. Por otra parte, los cuerpos vivientes necesitan de azúcares para funcionar, especialmente el cerebro. A veces me pregunto si la razón de que exista tanta gente tonta en los últimos tiempos se deberá a que se niegan a consumir azúcar. Pero qué se yo, no soy nutriólogo. Y además sí que consumen esos endulzantes que saben a plástico y que sinceramente creo que tienen buena parte de eso.

¡Ah! No olvidemos a los que no consumen gluten, lo que ha ocasionado que se llenen los estantes de productos libres de él. Por supuesto, eso está muy bien para los que de verdad padecen una enfermedad que les hace que no puedan absorber nutrientes, pero, y tal vez sea una noticia para la gran mayoría, los seres humanos hemos estado alimentándonos de cereales y sus derivados muy bien durante muchas generaciones.

Solo imaginen lo tonto que sería estar muriendo de hambre, alguien te ofrece una hogaza de pan y decir, no gracias, es que no consumo gluten. También resulta que las papas son malas por el almidón y los carbohidratos. Otra noticia para muchos, las papas redujeron la hambruna en Europa durante la edad media haciendo que mucha gente se salvara de morir durante esos años difíciles. Para mí, cualquier día en que pueda comer papas, es un buen día.

Y también están por supuesto, quienes rechazan comer carne y quisieran que nadie lo hiciera. Como fuente de primera mano puedo decirles que el ser humano ha sido carnívoro desde el principio de los tiempos. Por supuesto, eso podría cambiar, podemos evolucionar a una especie menos violenta y más verde, literalmente, pero eso ya se verá.

Mientras tanto, ¿qué hambriento se resistiría a comerse un bistec?, si hay quienes son capaces de comer insectos para procurarse la necesaria proteína.

Tenemos también al colmo del elitismo. Gente que come minúsculas porciones gourmet o hechas de “espuma”. Bueno, al menos sabrán lo que es sentir hambre. Y los que comen alimentos con polvo de oro… ¿no saben la leyenda del rey Midas?

Así que tenemos gente que tiene posibilidades de comer y no comer lo que quiera, mientras otros ya quisieran tener algo de lo que a los primeros les sobra. Les dejo esta idea para que mediten en ella, vivimos en un  mundo de contrastes. Ya ansío ver que habrá cambiado para mi próxima vida, pero no me corre prisa morirme, menos aún de hambre.

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