Este mes de abril, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, contrajo por tercera vez la enfermedad de COVID-19. Luego de anunciar el contagio estuvo descansando fuera de la escena pública por un par de días antes de dar un anuncio público en video para confirmar que se encontraba recuperándose.
La razón de tener que hacer eso es que tras la noticia de su enfermedad se corrieron una serie de rumores malintencionados en los cuales se hablaba de que el presidente se encontraba gravemente enfermo, que había sufrido un derrame, un infarto, que había quedado incapacitado y hasta que había muerto.
Los opositores, o tal vez deberíamos decir, los “odiadores”, del presidente López Obrador y lo que representa, se dieron gusto echando a volar su imaginación, dándole alas a sus malos deseos en contra de la persona que encarna el mayor obstáculo para sus intereses.
No desees a otros lo que no quieras para ti. Me atrevería a decir que es esa una frase con la que la mayoría de las personas criadas más o menos decentemente crecimos, y no solo en nuestro país, sino en una gran parte del mundo.
Claro que la mayoría de las veces que la escuchamos siendo niños era por tonterías del tipo de desear que al hermano, primo o vecino que nos robó un caramelo se le atorara en el gaznate, siendo rara la vez en que desear la muerte a alguien fuera en serio. O tal deseo solo duraba momentáneamente, lo que tardara en pasarse el berrinche en cuestión.
Lo grave de la marea de chismes y malos deseos generados por la enfermedad del presidente es que las personas que los generaron no son niños, y el odio que los motiva es más que serio y no va a desaparecer en un largo tiempo. Más aún, tal cúmulo de rencor y de desprecio se extiende al pueblo que se ve representado en la figura del presidente López Obrador.
Pese a lo dicho, acerca de que los odiadores no son niños, su actitud y comportamiento si tiene mucho de infantil. Pues sin razonar y sin pruebas, se lanzaron de cabeza a difundir una serie de mentiras que la aparición en público del presidente vino a desmentir, quedando de golpe en evidencia como los terribles mentirosos que son.
Terribles porque son más que malos para construir sus mentiras, quedando peor que el famoso Pinocho cuando le crecía la nariz. Tal vez será que son creyentes del pensamiento mágico y están convencidos de que si lo desean lo suficiente se les hará realidad.
Pero dejando la fantasía de lado, es completamente lamentable que existan personas animadas por tan malos deseos. Incapaces de ver que de las diferencias es posible construir acuerdos que beneficien a todos en mayor o menor grado. Tan cegados por el odio hacia un personaje que ignoran el hecho de que este es un ser humano más.
El destino del país se presenta difícil, pero como democracia que somos, en las manos de la población está el decidir por un gobierno y una sociedad capaces de trabajar por el bien común, o dejarse arrastrar por los malos deseos, el rencor y la mentira.
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